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Formato violento

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Primero quiero quebrar una lanza a favor del programa de canal 10 “Polémica en el bar”. Mientras en su versión argentina -la original- se discute airadamente sobre los flirteos a cámara de Tinelli con una podóloga en el “Bailando”, el profesionalismo de los productores y panelistas uruguayos da a la versión local de “Polémica” un interesante nivel de debate.

Hecha esta salvedad, agrego que me dejó algo perplejo la agresividad con que fue tratada la invitada del domingo pasado, la exfiscal Gabriela Fossati.

Admiro a Patricia Madrid desde que la vi en una entrevista que hizo en las épocas de El Observador TV a un chanta de proporciones siderales llamado Vittete, que por la gracia de haber robado un banco era glorificado por los medios. El tipo volvió a tener su minuto de fama cuando se estrenó una película sobre su hazaña: recuerdo haber leído acá mismo, en El País, una crónica en la que se lo describía con simpatía. En aquel segmento televisivo, en cambio, Patricia comenzó la nota pidiendo a Vittete que admitiera que había asesinado a un pistero de estación de servicio en uno de sus primeros atracos. Él se hizo el ofendido, se levantó y huyó. Fue una lección de periodismo intelectualmente honesto, que no se doblega ante la frivolidad y devela lo que otros quieren mantener oculto.

Me parece estúpida la explosión de las redes sociales contra ella acusándola de “zurda”, como si olvidaran que a Patricia y a Viviana Ruggiero, otra gran periodista, les cupo investigar al exvicepresidente Sendic (ahí las señalaban como “fachas”) y echar luz sobre la trama por la que terminó renunciando al cargo. Los fundamentalistas, tanto de derecha como de izquierda, nunca entienden que el rol del periodista es estar siempre en la vereda de enfrente del poder de turno: destacar sus aciertos cuando ocurren, pero no dudar en exponer crudamente sus falencias, si las hay.

Dicho esto, paso al tema que quiero comentar: siento que el encarnizamiento de la periodista contra la exfiscal, el domingo pasado, atravesó la raya entre el estilo incisivo y la lisa y llana agresividad. Como espectador del programa, me hubiera gustado que se gastara menos tiempo en polemizar sobre si Fossati se sacó o no una foto con el presidente, y se hubieran podido tocar temas más relevantes, como las filtraciones a cierta prensa de los chats de Astesiano; un verdadero escándalo de la Fiscalía que cayó en el olvido.

No creo que sea Patricia la responsable de que haya ocurrido esto. Si miramos el programa, veremos que hasta el querido compañero de este diario Nicolás Lussich, terminó diciéndole a la entrevistada con sorna que no se hiciera la distraída.

La culpa es del formato.

“Polémica en el bar”, al igual que un programa en el que supe participar, “Esta boca es mía”, basan su atractivo justamente en eso: la discusión crispada, las interrupciones, la exacerbación de las posiciones. Son los códigos que contribuyen a que los medios impresos levanten notas al día siguiente y se incrementen los clics en las plataformas.

Díganme viejo, pero no estoy de acuerdo con esos exabruptos tan propios de la combustión espontánea de los porteños, donde parece no importar tanto procurar la verdad como humillar al prójimo. Me hartó el infotainment. Y no acepto que se califique a ese estilo de incisivo, porque un periodista puede serlo perfectamente sin agredir, ni interrumpir, ni menoscabar al entrevistado: tratándolo con buenos modales. Ahí está el estilo respetuoso pero severo de Emiliano Cotelo, que no me deja mentir.

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