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El Uruguay en el mundo

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leonardo guzmán
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¡El Presidente Lacalle Pou definió al Uruguay ante el mundo. Siglo XXI: nuevos auditorios -Celac, inversores, ONU-, nuevo lenguaje, nuevos temas… pero ¡vaya que retoñan los principios que Artigas le inculcó a la Banda Oriental!

Por esos principios quedamos constituidos antes de tener Constitución. Y esos principios nos rescataron cada vez que la República cayó en la ciénaga de una dictadura.

Desde el 21 de Setiembre de 1808, en Cabildo Abierto, Montevideo resolvió “obedecer pero no cumplir” las equívocas disposiciones del Virrey Liniers ante la invasión napoleónica de la Madre Patria. Esa actitud reivindicó la soberanía popular. En abril de 1813, el Congreso de Tres Cruces aprobó las Instrucciones a los diputados que envió a Buenos Aires. En ellas reclamó que fuera “inviolable la soberanía de los pueblos” y que “la libertad civil y religiosa será garantizada en toda su extensión imaginable”.

Cuando Lacalle, en la cara de los dictadores de Cuba, Venezuela y Nicaragua, condenó a sus regímenes, no lo hizo, pues, en “un torneo verbal” como dijo el deslenguado light de Mujica, ni actuó fuera de contexto, ni incurrió en “injerencia” o “intromisión” como le atribuyeron ciertos admiradores de tiranías. El Presidente dijo lo que siente y manda el espíritu de nuestra historia. A vuelapluma, repasemos.

En 1907, el Uruguay sostuvo en La Haya que puesto que tantas alianzas se hicieron para la guerra, los pueblos debían unirse para construir la paz. Ese planteo se anticipó una década a la Liga de las Naciones. Fracasada ésta, en 1945 la Carta de San Francisco fundó la ONU, que de inmediato se abocó a redactar la Declaración Universal de los Derechos Humanos; y allí trabajó con ahínco Uruguay, para que esas reglas fueran conciencia mundial. Nos pertrechaba la Doctrina Rodríguez Larreta, que desde 1945 sostenía el paralelismo entre la democracia y la paz, con protección de los derechos del hombre.

Desde 1942 vivimos en democracia, hasta que en las sombras se gestó la conspiración pro-Castro. En 1971, con guerra instalada, el gobierno de Jorge Pacheco Areco cumplió el calendario electoral sin reticencia: ni transó con la insurgencia ni la usó como pretexto para dejarnos sin votar.

En la convulsión, golpe de Estado. A los tres años, en junio de 1976, Juan María Bordaberry entregó su proyecto de suprimir los partidos y las elecciones. Las Fuerzas Armadas rechazaron la estólida iniciativa y depusieron al autor. Cuatro años después, en 1980, la dictadura aceptó, a su vez el veredicto adverso de las urnas. En 1984 se acordaron elecciones, que, aun con candidatos proscriptos, abrieron surco definitivo. Y a partir de 1989 regresó la democracia plena.

Quince años después, guerrilleros con muertes en su haber fueron legisladores. Luego llegaron a la Presidencia, el Ministerio del Interior y más, y los soportamos todos.

E1 Uruguay doctrinario, por discurso memorable del Canciller Didier Opertti, sustentaba en la OEA la Carta Democrática Interamericana el mismo día en que caían las Torres Gemelas. Y el Uruguay práctico alternaba a los partidos y demostraba que la libertad y la responsabilidad son inseparables y que es falsa la dicotomía entre Estado y libertad.

Por todo eso, sentimos orgullo de que el Presidente le habló al mundo exhibiendo, desde el alma, amores y condenas del Uruguay entero, historia, partidarios y adversarios todos incluidos.

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