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La ventana de Overton

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AGUSTÍN ITURRALDE
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Más allá de cuál sea el resultado en las elecciones argentinas, no deja de impresionar la centralidad que están teniendo candidatos e ideas que hasta hace muy poco estaban por fuera de la discusión de lo posible.

A fuerza de crisis económica y deterioro de las condiciones de vida, parece haber un cuestionamiento al sentido común del debate económico y político.

No creo que las ideas determinen absolutamente la suerte de los países, claro que las instituciones, la geografía y el azar tienen algo para decir. Pero tampoco tengo dudas de que las ideas dominantes en una sociedad sí tienen una parte de la responsabilidad; de que el sentido común mayoritario termina teniendo consecuencias sobre cómo se desarrolla económica y socialmente un país.

En pocos lugares como en Argentina se puede reconocer el daño que las ideas pueden hacer. El sentido común argentino, en muchos temas y en particular en los temas económicos, está muy mal. Muchas cosas que en Argentina defienden actores de primera línea salieron de la discusión en otros países que casualmente les va mejor.

La ventana Overton es un concepto desarrollado por Joseph Overton que explica cómo las ideas inciden en las políticas públicas. Según Overton hay una ventana de cosas que son consideradas admisibles en el debate público, en cada discusión solo un grupo de medidas son consideradas “sensatas” o “admisibles”; mientras que otras están por fuera de la “ventana de Overton” y se consideran “radicales” o “impensables”. Por ejemplo privatizar UTE y estatizar la banca son medidas que están afuera de la ventana de Overton del Uruguay de 2021. Pero la ventana cambia con el tiempo y el lugar. Lo que consideramos “razonable” en la discusión de hoy, no es lo mismo que se consideraba “sensato” en la década de 1950 o en la Argentina de hoy.

La acción política (en el sentido amplio) puede cambiar la ventana de Overton. Dar el debate sobre cuáles son los motores del progreso en un país, si es bueno el comercio o cómo debe ser celebrado el mérito es parte central del hacer política.

Claro que en el corto plazo es más redituable adaptarse al sentido común dominante, e intentar mejoras marginales dentro de la ventana de Overton vigente. Pero este camino es una estrategia peligrosa para el mediano y largo plazo que puede llevar a ganar batallas y perder la guerra.

Un recurso habitual en el debate es algo así “yo estoy de acuerdo con tu visión de fondo, pero no en esta medida puntual que propones”; se trata de una buena táctica pero mala estrategia. Se rehúsa la discusión de fondo mientras que se polariza en lo concreto. Una forma de hacer política más honesta y constructiva puede ser la contraria: “yo tengo diferencias conceptuales con tu visión del mundo y las quiero contraponer, eso no quita que podamos acordar muchas cosas puntuales”. No precisamos compartir la cosmovisión del mundo para convivir en este sistema.

Los políticos que renuncian por completo a la disputa por el sentido común, a contraponer ideas, y solo buscan maximizar su utilidad política conforme a las preferencias del momento, pueden estar construyendo su derrota de largo plazo que estará abonada de triunfos pírricos en el corto.

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