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El manual y la realidad

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AGUSTÍN ITURRALDE
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La conferencia de prensa del miércoles 11 encabezada por el Presidente y la Ministra Arbeleche parecía ser un nuevo capítulo de la ciclicidad fiscal perversa que tiene nuestro país.

Los gobiernos que administran las bonanzas económicas gastan mucho más del óptimo de largo plazo; luego aquellos gobiernos que asumen en situaciones menos favorables aplican un ajuste en el primer año de su gestión. De este modo alejan los peligros que traen las inconsistencias macroeconómicas cuando tienen 5 años por delante. El objetivo era bajar de forma sustancial el déficit y trazar un trayectoria de sostenibilidad fiscal que las calificadoras venían poniendo en tela de juicio.

La realidad es dinámica y desde algunos días viene imponiendo su lógica de forma implacable. Todo lo que parecía obvio en los planes del nuevo gobierno está hoy sujeto a revisión. La economía mundial recibe su mayor golpe en décadas y esto ya está teniendo duras consecuencias en nuestro país. Nadie sabe a ciencia cierta cuánto durará el impacto, pero parece razonable apuntar a que se viene un segundo trimestre del año muy duro. Estamos en una crisis global de la economía real, con caída de la oferta y de la demanda. A es-to se suman medidas sanitarias que castigan la economía local.

En este contexto, y en condiciones normales, el manual parece claro. La forma de enfrentar un gran shock negativo que se presume temporal es mediante una expansión fiscal y/o monetaria. Intentar sostener las cadenas de pago, permitir a las empresas refinanciar sus dificultades a tasas bajas y sostener en lo posible la demanda. Esto se puede hacer a través de líneas de créditos especiales, postergaciones tributarias y/o transferencias monetarias a quienes quedan desempleados y a otros sectores vulnerables. Este tipo de políticas, que a cualquier político le gustaría hacer, encuentra en las actuales circunstancias justificación teórica como en pocas oportunidades.

Sin embargo también con este manual la realidad uruguaya tiene problemas. Uruguay recibe este inédito golpe con su mayor déficit fiscal en 30 años. En condiciones, no digamos óptimas, al menos aceptables (un déficit de 2% sobre el PIB) sería razonable esperar un paquete fiscal muy agresivo como el que están realizando muchos otros países como Francia, EE.UU. o Nueva Zelanda. Pero Uruguay no es una economía líder con una moneda global, no tiene la UE que lo respalde, ni cuenta con una posición holgada de su deuda. No se trata solo de no aumentar más el déficit, es también sobre poder conseguir recursos en un mundo donde los capitales están tomando posiciones muy conservadoras.

El gobierno llegó con un manual que no va a poder aplicar en el corto plazo. La situación excepcional sugiere otro texto que tampoco Uruguay puede aplicar íntegramente dada la debilidad con la que recibe el golpe. El gobierno tendrá que ser creativo para atender a quienes más lo necesitan con muchos menos recursos de lo que sería deseable. Se vienen dos meses complicados y no habrá margen para descuentos generalizados de tarifas e impuestos.

Las personas que se están quedando sin trabajo, las empresas en problemas y la salud pública deberán ser la prioridad. A los demás nos va a tocar poner el hombro.

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