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Cosas aburridas y el cambio

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AGUSTÍN ITURRALDE
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Es mucho más interesante escribir sobre revoluciones políticas, liderazgos mesiánicos y pujas distributivas que sobre la construcción de instituciones sólidas.

Sin embargo el progreso y la épica tienen una relación bastante menos directa de lo que a los políticos les gusta creer, o hacer creer. Es mucho lo que se puede hacer para que Uruguay sea un país más libre, justo y próspero que no tienen tanto morbo político.

En el día de ayer el Centro de Estudios para el Desarrollo junto a la Academia Nacional de Economía presentaron un trabajo sobre la fiscalidad en Uruguay. Un equipo de economistas liderado por Gabriel Oddone recopiló lecciones, desafíos y recomendaciones sobre nuestras finanzas públicas. Es claro que hay mucho para mejorar en cuanto a la institucionalidad fiscal de nuestro país: reglar mejor el proceso, mejorar la calidad de la información disponible e introducir límites a la discrecionalidad del gasto en las fases altas del ciclo son algunos ejemplos.

La mayoría de las cosas planteadas no son extremadamente novedosas, más bien sistematizan y ordenan una cantidad de ideas, y algunos consensos, que había sobre el tema. La mayoría de estas cosas no tienen una gran carga ideológica y se podría avanzar durante un gobierno razonables de derecha, centro o izquierda.

El objetivo de esta columna no es hablar sobre el contenido de ese trabajo. El objetivo es enfatizar algo que estuvo presente implícita y explícitamente durante la presentación: hay reformas silenciosas que no rinden políticamente pero que tienen un gran potencial de mejorar el bienestar en un país.

Un proceso presupuestal más moderno y eficiente es una de ella. Son reformas aburridas y muy difíciles de politizar en el mejor de los sentidos, de acumular mayorías que las reclamen. Sin embargo en el último tiempo parece consolidarse un consenso técnico y académico entorno a la necesidad de avanzar en este tipo de cambios. La participación, y relevantes consideraciones, de la Ministra de Economía y Finanzas Azucena Arbeleche ayudan a ser más optimista sobre la viabilidad de los mismos.

Adolfo Garcé es quizás quien mejor ha estudiado una de las causas de esto. En Uruguay existe un acentuado desbalance del equilibrio entre técnicos y políticos en favor de estos últimos. Esa centralidad de la política nos ha permitido tener una muy buena democracia basada en partidos y políticos que representan lo cual es imprescindible y una ventaja comparado con otros países. Pero no hay por qué conformarse solo con eso. Debemos incorporar al “policy making” más conocimiento especializado, más institucionalidad y más evidencia entre otras cosas. Son cosas aburridas pero imprescindibles en el camino al desarrollo.

Una parte de la construcción de prosperidad en los países depende de discusiones ideológicas y políticas profundas que debemos dar sin temor. Pero otra parte del bienestar se construye de forma menos apasionante, haciendo reformas casi invisibles para la enorme mayoría de las personas y que son aceptables ideológicamente para la enorme mayoría de partidos. Es momento de dejar de postergar estas últimas.

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