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“Los esposos no quieren que la mujer trabaje por su cuenta”: la brecha de género en el campo

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Mujer trabajando en el campo.
HMB/rix/fsp

DÍA DE LA MUJER RURAL

Pese a los avances, la brecha de género en las zonas rurales uruguayas alcanza al 27,4%.

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Fue una conversación difícil la que tuvo con su padre, pero Josefina logró convencerlo de que la dejara trabajar en el tambo familiar, a la par de sus hermanos varones. “No le gustaba mucho la idea porque si trabajaba en el tambo nadie iba a cocinar en casa, pero yo no quería quedarme encerrada, me gustó siempre andar afuera. Después lo aceptó y entendió. Ahora trabajamos y cobramos todos por igual”, contó a El País Josefina Cedrés, trabajadora rural de Paso Morlán, Colonia.

Hoy es el Día internacional de las mujeres rurales y como Josefina, hay muchas más que eligen la vida en el campo y lideran emprendimientos agropecuarios.

“A veces en lo urbano se piensa erróneamente que es una desgracia vivir en el campo pero la gente lo elige, es un estilo de vida que a estas mujeres las colma y les ofrece las cosas que esperan”, reflexionó Nancy Montesdeoca, técnica de la Dirección General de Desarrollo Rural del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP).

Sin embargo, al igual que en la ciudad -aunque más acrecentado en el medio rural, debido a costumbres más conservadoras-, “hay mucha invisibilidad de la mujer”, afirmó Montesdeoca.

Menores oportunidades de trabajo, falta de autonomía económica, empleos supeditados a la contratación de sus parejas masculinas, contratación para trabajos remunerados asociados a la reproducción (limpieza, cocina, cuidado), y exclusión de los trabajos de producción agropecuaria, son algunas de las inequidades a las que todavía se enfrentan las mujeres rurales uruguayas.

En el campo, las mujeres tienen menos acceso a los puestos de trabajo y una carga horaria semanal de trabajo remunerado inferior a la de los varones. Según datos elaborados por ONU Mujeres, en base a la Encuesta Continua de Hogares del Instituto Nacional de Estadística (ECH-INE), mientras la tasa de desempleo de las mujeres en las zonas rurales es del 7,4%, en el caso de los hombres el guarismo baja a 2,5%.

Algo similar ocurre al analizar la tasa de empleo -entendida como el porcentaje de personas empleadas en relación a la Población en Edad de Trabajar (PET)-, la cual es del 45,9% en las mujeres rurales y asciende al 73,3% en el caso masculino. En tanto, en lo que respecta a la tasa de actividad -que mide a la PET que está ocupada o que busca empleo-, es del 49,5% en las mujeres del medio rural y del 75,2% en los hombres.

De acuerdo al Plan Nacional de Género (PNG) en las políticas agropecuarias -una estrategia elaborada en 2021 por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca en alianza con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)-, la brecha de género en las zonas rurales del país “alcanza un 27,4% y a su vez, la tasa de empleo de las mujeres rurales es inferior a la media femenina nacional”.

Asimismo, cifras elaboradas por el Sistema de Información de Género del Instituto Nacional de Mujeres (SIG-Inmujeres) reflejaron que entre las personas de 14 y más años, identificadas como inactivas laboralmente, “el 17,8% de las mujeres rurales y el 18,3% de las mujeres de localidades de menos de 5.000 habitantes, declaran dedicarse a los quehaceres del hogar, categoría que no alcanza al 1% de sus pares masculinos”.

Al analizar la proporción de los ingresos generados por las mujeres en las localidades menores y las zonas rurales uruguayas por categoría de ocupación y sexo, las mujeres tienen “mayor significación” que los hombres en la categoría “miembro del hogar no remunerado”, con una representación del 50,3% frente al 25,7% de los hombres.

Una de las cuestiones más críticas en términos de desigualdad de género, tiene que ver con el control de los recursos productivos y la titularidad de los bienes, dado que la falta de acceso a estos, limita la autonomía económica de las personas. Si bien desde el MGAP no cuentan aún con estadísticas oficiales que permitan ver cuántas mujeres son las titulares de sus establecimientos y dueñas de sus propiedades, hay cifras individuales por sector que reflejan que en la mayoría de los casos son los hombres quienes controlan los recursos.

Solo a modo de ejemplo: los hombres figuran como los titulares del 80% de los viñedos registrados en Uruguay y las mujeres de un 20%, según el Instituto Nacional de Vitivinicultura; del total de empresas semilleristas registradas como personas físicas, el 75% corresponde a hombres y el 25% a mujeres, según el Instituto Nacional de Semillas (Inase). Una situación similar se observa con la titularidad de los permisos de pesca artesanal (88,4% pertenecen a hombres frente a 11,6% a mujeres); con los registros frutihortícolas (78,8% frente a 21,2%, respectivamente); y con los registros de la producción familiar, aunque en este caso la diferencia es menor (56% frente a 44%, respectivamente).

En consonancia con eso, “existe un menor poder de decisión de las mujeres en los emprendimientos agropecuarios”, se afirma en el PNG y “existen brechas importantes de género ya que mientras el 86,5% de los varones” son los decisores principales, la cifra baja al 34,2% cuando se trata de mujeres.

Tres referentes productoras

“Machismo que se siente”

Lilián Susalla es una trabajadora rural del pueblo Tiatucura, en Paysandú. En diálogo con El País contó que en el campo “la desigualdad” entre hombres y mujeres “se siente en todo”, pero agradece que en su caso trabaja a la par que su marido, tanto en las actividades productivas como en las decisiones económicas. El cuidado de la casa y los hijos recae principalmente en ella, pero afirma con orgullo que si se le hace tarde su pareja la espera “con la cena pronta”. Sin embargo, afirmó que “el machismo todavía se siente. Somos pocas las mujeres independientes, no conseguimos más gente para las capacitaciones y no porque no haya interés si no porque los esposos no están de acuerdo, no quieren que la mujer trabaje por su cuenta”.

La mujer da un “plus diferente”

Ana Lucía Acosta es una empresaria ganadera y dueña de su propio establecimiento en Batlle y Ordóñez, Lavalleja. Heredó el campo de su familia y aprendió a manejar el negocio por su cuenta, entre capacitaciones y enseñanzas familiares. “Tuve la posibilidad de construir mi propia casa en el campo, fue amor total, ahí supe que era mi lugar en el mundo”. Pese a que también afirma que en el campo “la desigualdad es inevitable”, cuenta que con su esposo trabajan a la par. “Para una mujer trabajar en el campo es más difícil, pero también es donde la mujer cobra un valor extra. Hay tareas que requieren más fuerza que nosotras no tenemos, pero en los establecimientos donde hay mujeres vos notás un plus, es diferente”.

“Cambios que llevan tiempo”

Josefina Cedrés trabaja en el tambo familiar de Paso Morlán, en Colonia. Lo hace junto a su padre, hermanos y es la única hija mujer. Contó a El País que su familia no quería que ella se dedicara al tambo, ni la dejaban ordeñar, pero después de que logró convencerlos, comenzaron a trabajar todos por igual. “El negocio funciona para todos por igual y cobramos todos lo mismo. Esa fue una charla difícil y complicada con mi padre, pero después lo aceptó y lo entendió. A mi me gusta lavar y cocinar, pero no me gusta quedarme todo el día encerrada en la casa, siempre me encantó estar afuera. (La reducción de la desigualdad) son cambios que llevan su tiempo, pero hay evolución”.

La visión de tres trabajadoras rurales

Ana Lucía Acosta
“Una súper mujer”

Empresaria ganadera, Lavalleja

“Es un rubro muy masculino. Cualquier hombre trabaja en el campo, pero para que una mujer sea reconocida por sus pares como ‘campera’ tiene que ser una súper mujer. La desigualdad (de género) en el campo se nota, tenés que demostrar, es más difícil”.

Lilián Susalla
“Demostrar más”
Lilián Susalla

Trabajadora rural, Paysandú

“La mujer tiene que demostrar más que el hombre, tiene que mostrar que (su trabajo) vale igual. Se siente el machismo. No conseguimos que se sumen a las capacitaciones, hay interés pero sus esposos no quieren que ganen sus propios pesos”.

Josefina Cedrés
Trabajo en equipo
Josefina Cedrés

Trabajadora en tambo, colonia

“Falta que los hombres se capaciten como lo hacemos nosotras. Todavía está la ‘esperanza’ de que nos quedemos en casa. A mí me gusta cocinar y limpiar, pero no quiero estar encerrada todo el día, me gusta andar afuera. Sería mejor que todo fuera en equipo”.

“Vemos a las mujeres cada vez más empoderadas”
El MGAP avanza en el Plan Nacional de Género (PNG)
Fernanda Maldonado. Foto: Archivo El País.

Si bien desde el MGAP afirman que ha habido “avances notorios” en disminuir las desigualdades económicas y sociales entre hombres y mujeres en el medio rural, aún persisten desafíos. Entre ellos, la falta de acceso a capacitación por parte de mujeres, la falta de acceso a recursos productivos, el trabajo no remunerado y la falta de autonomía económica.

Desde el MGAP se elaboró el PNG, una estrategia inerinstitucional que busca reducir las brechas de género. “Vemos a las mujeres rurales cada vez más empoderadas y eso deriva en el movimiento de la masculinidad hacia otros roles”, indicó a El País la directora general del MGAP, Fernanda Maldonado.

En el marco de las metas establecidas en el PNG, desde el MGAP se ha avanzado en la realización de capacitaciones técnicas para mujeres rurales, apoyo en inclusión digital, así como el lanzamiento del crédito “Empodera”, diseñado para que accedan a financiamiento con garantía del Estado, entre otros.

“Cuando una mujer va a una feria a vender los animales que crió, el comprador busca la mirada del varón que tiene al lado para hacer el negocio. Quedan cuestiones culturales para superar, cuantas más mujeres participen de las actividades económicas, más natural va a ser. Las mujeres tienen que ser autónomas económicamente porque es lo que realmente les da la chance de elegir”, dijo Montesdeoca.

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