Celosamente guardados durante 25 largos años, los manuscritos que escribió el novelista Carlos Liscano en la cárcel durante la dictadura militar en Uruguay finalmente saldrán a la luz pública a fines de año, según confió a la AFP.
Liscano, un ex militante tupamaro que pasó trece años tras las rejas y que actualmente dirige la Biblioteca Nacional del Uruguay, encontró en la escritura primero una manera de escapar a la rutina de la prisión y luego su vocación.
"Escribir me salvó del delirio permanente", recordó Liscano en una entrevista reciente. "Era mi delirio controlado".
Los manuscritos -unas 500 hojas tamaño oficio, escritas por lado y lado en una letra diminuta y ordenada, pero difícil de leer- acompañaron a Liscano primero a Suecia, donde vivió exiliado durante once años, y luego de regreso a su país.
En dos décadas y medio nunca habían salido de sus manos. Pero hace un año, tras una conversación sobre manuscritos antiguos entre Liscano y la investigadora francesa Fatiha Idmhand, el escritor los mostró por primera vez.
"Lo que más le preocupaba era perderlos", señaló Idmhand, una de cuatro investigadores vinculados al proyecto. "Les daba mucho valor como recuerdos personales, pero no como documentos".
Idmhand le propuso digitalizar las hojas en Francia, para evitar su deterioro, y le pidió permiso para estudiarlas. El proyecto se llevó a cabo gracias al apoyo de la Universidad de Lille 3, donde trabaja Idmhand, y del Instituto de Textos y Manuscritos Modernos (ITEM), que ya ha preservado y editado los papeles de escritores como Gustave Flaubert y Jean-Paul Sartre.
Liscano -que admitió que el proceso le "dolió", por el carácter "íntimo" de sus notas- decidió prepararlas para su publicación, que se llevará a cabo en Uruguay.
La historia de los papeles parece salida de una novela. Cuando la amnistía de los presos políticos ocurrió en 1985, Liscano le pidió a un compañero que se alistaba para ser liberado que los sacara.
Liscano y su amigo desarmaron una guitarra, pegaron las hojas en el interior y reconstruyeron el instrumento, salvándolas así de las garras de la censura. Un mes más tarde Liscano fue liberado y se reencontró con su trabajo de años.
El novelista, detenido cuando era un estudiante de matemáticas de 22 años, apenas comenzó a escribir tras haber pasado ocho años en la cárcel de la ciudad de Libertad, a 55 km al oeste de Montevideo. En los cinco años siguiente acumuló cientos de páginas de apuntes, fragmentos de textos y una que otra novela completa.
Como la escritura de todo menos cartas estaba prohibida, Liscano debía ocultar los retazos de papel con sus notas, que luego transcribía en una actividad que describe como "un trabajo de preso, un trabajo manual".
"Mi primera novela me la quitaron y todavía lloro por ella," señala Liscano, que luego la reescribiría a partir de sus recuerdos y la publicaría con el título de "La mansión del tirano". "Sigo reclamando por escrito al Ministerio de Defensa, pero me dicen que no la tienen", añade.
"Cuando salí de la cárcel, salí para ser escritor", indica Liscano. "La segunda mañana [tras ser liberado] me levanté a las 5, me hice el desayuno por primera vez en trece años y me senté a copiarlos". Por tercera vez.
"Si hoy pienso la cantidad de horas que pasé copiándolos de manera frenética, sin saber si tenían valor, no lo volvería a hacer", añade con un tono serio difícil de creer.
Muchas de esas notas fueron el germen de libros que publicaría después, como la novela "El furgón de los locos" (Planeta), donde describe la experiencia de la tortura y la cárcel.
O "Ejercicio de impunidad" (Caballo Perdido), que documenta la lucha del poeta argentino Juan Gelman para encontrar a su nieta, nacida en Uruguay tras la desaparición de su hijo y su nuera en el marco del Plan Cóndor.
Para Liscano los manuscritos no tienen ningún valor literario, ya que son simples borradores.
"Es un testimonio curioso, de una actividad solitaria en condiciones de aislamiento duro", apunta el escritor, cuyos libros paradójicamente se publican y reeditan más en Francia que en América Latina.
Idmhand sin embargo tiene una opinión diferente. Existen cartas escritas por presos a sus familias y testimonios de detenidos que luego se convertirían en escritores -como el dramaturgo Mauricio Rosencof- pero ningún documento como los de Liscano, señala.
"Sacar un manuscrito en esas condiciones, con la represión que había en la época del Plan Cóndor, es algo inédito", indicó la investigadora. "Contribuye a hacer una historia de esta época, que no se ha terminado de escribir".
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