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“Uruguay es Claudia Schiffer a los 40 años: tiene algo de arrugas”

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Marta Lagos, directora ejecutiva del Latinobarómetro. Foto: Marcelo Bonjour

ENTREVISTA

Entrevista a la economista chilena Marta Lagos, directora ejecutiva del Latinobarómetro.

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La democracia viene en picada. Tras la salida de las dictaduras, América Latina “había vivido pocas veces un momento tan convulsionado”, dice la economista chilena Marta Lagos, directora ejecutiva del Latinobarómetro. ¿Qué explica esta crisis del sistema? La experta aproxima una respuesta para esta clave que atraviesa la región. 

-En los años 70 buena parte de la región estaba pintada del verde militar. En los 90, de neoliberalismo. En los 2000 de la llamada “ola progresista”. Y ahora un giro hacia la derecha. ¿Cómo se explica?

-Es imposible entender a la región en ciclos ideológicos. El ciclo ideológico es la consecuencia y no la causa de los cambios. Hay un ciclo de valores, uno cultural y uno político. La ideología es el resultado de esos tres otros círculos.

-¿Cuáles son los valores que reinan en América Latina?

-La humanidad se mueve desde la restricción hacia la elección. Así lo marca la historia. En América Latina ha venido aumentando la economía, pero no ha habido una expansión en cuanto a valores. No hay un avance en la libertad de las sociedades. Dicho de otro modo: en América Latina se prefiere la tradición sobre la racionalidad.

-¿Qué consecuencia tiene ese tradicionalismo?

-Que las sociedades se comportan como grupos cerrados, no hay una real movilidad social. Los pobres son siempre pobres y los ricos son siempre ricos.

-¿Cómo es posible que gire el ciclo ideológico si los valores siguen siendo conservadores?

-Porque las mayorías son circunstanciales. En Chile hay un presidente de derecha que asumió el poder con solo el 25% de la población a su favor. La ley electoral lo permite. Esto sucede porque la expansión económica sin un cambio de valores termina fomentando el individualismo y la desconfianza interpersonal. Según lo que vemos en el Latinobarómetro, desde 2010 viene cayendo la confianza en los gobiernos. Eso no es cuestión de izquierda o derecha, es muestra del desinterés electoral, del desinterés por el colectivo. Básicamente hubo una crecida tras la crisis asiática y luego una caída de confianza post crisis de Lehman Brothers.

-¿Cómo se convence, de cara a una campaña electoral, que existen diferencias entre izquierda y derecha?

-Los problemas más importantes del país, según los uruguayos, son la delincuencia, el desempleo y la economía. Lo mismo piensa, aunque variando el orden, la mayoría de los latinoamericanos respecto a los problemas de sus países, sin importar si son gobiernos de izquierda o de derecha. ¿Por qué? Durante las dictaduras había una agenda de izquierda y otra de derecha. La alternancia hacia la democracia unificó la agenda. La agenda de derecha, que era el orden y la seguridad, la pasa a adoptar también la izquierda. Y la agenda de la izquierda, que era de la igualdad y no discriminación, pasa a ser también de la derecha.

No hay ningún candidato en campaña electoral que no hable de seguridad, empleo y economía. La democracia aplanó la agenda. Entonces hoy la izquierda y derecha se diferencian en cómo abordan esos problemas, qué peso le dan, qué presupuestos.

-¿Uruguay en qué se asemeja y en qué se diferencia del resto de la región?

-Uruguay es el país de América Latina en el que hay más confianza interpersonal, pero está a 40 puntos del promedio europeo. Hace 20 años, Uruguay estaba muy cerca del promedio europeo… estaba en el Atlántico llegando al Viejo Continente. ¿Qué le fue pasando? Se americalatinizó. Es un país más de la región. Es el mejor en temas de corrupción, de valores cívicos y bla bla bla, pero es uno más en el continente más desigual y más desconfiado.

-¿A qué se parece Uruguay?

-Uruguay es Claudia Schiffer que cumplió los 40 años. Esa modelo que era casi perfecta, pero que a medida que pasan los años ves que tiene algo de arrugas, le sobran unos kilos, le sale celulitis y le empiezan a salir las canas.

La campaña electoral de Uruguay, en definitiva, se centra en cuál cree la ciudadanía que es el camino más corto para solucionar esas “fallas”. La elite sigue creyendo que la región se arregla con políticas públicas. El instrumento política pública está agotado. Lo que no se ha hecho son las reformas estructurales, no se ha tocado la estructura y el financiamiento de los partidos, la rotación de las elites. No puede ser que la gran novedad de la elección en Uruguay sea Julio María Sanguinetti. Eso habla de que no hay renovación y que Uruguay se americalatinizó.

"No puede ser que la gran novedad de la elección sea Julio María Sanguinetti"

Marta Lagos, directora ejecutiva del Latinobarómetro. Foto: Marcelo Bonjour
Marta LagoDirectora ejecutiva del Latinobarómetro.

-¿Esa “americalatinización” de Uruguay es culpa del propio Uruguay?

-Cuando el Frente Amplio accede por primera vez al gobierno, quiebra el status quo. Hasta ese momento había un sistema político y una división de poder entre las elites muy establecidos. A partir de entonces empiezan a cambiar las cosas, en especial en los últimos cinco años. Se produce una caída en las instituciones y se recupera, pero empieza la corrupción, la delincuencia.

-El Frente Amplio hace “perder la estabilidad de valores”, ¿esa es la lectura?

-No. La democracia trae consigo la demanda de derechos y libertad. En todos los países esa demanda está contenida hasta que sucede la alternancia en el poder de las elites. La Ciencia Política sostiene que cuando sucede la alternancia es cuando se consolida la democracia, porque puede haber cambio de poder sin que la democracia se vea afectada en su sistema.
Por tanto, no es negativo.

La alternancia produce empoderamiento ciudadano. Y, a la vez, el empoderamiento ciudadano produce la debilidad de la democracia. Ese es el ciclo en América Latina. Veinte años después del fin de las dictaduras suceden un montón de protestas en países de la región. ¿Por qué puede salir a quejarse la gente? Porque aumentó la educación, mejoraron los salarios, porque funciona mejor el poder de Justicia y porque la gente sabe que puede demandar por sus derechos.

-Entonces las quejas, a veces, son una buena señal…

-Correcto. Lo que sucedió esta semana en Uruguay, en que se empiezan a destapar barbaridades de la historia reciente, es una buena señal. De eso se trata la democracia. La democracia lo que hace es trasparentar, abrir las ventanas.

-Usted decía que la agenda de Uruguay es igual a la de los otros países de la región. Sin embargo, Uruguay también es el país que le da una cifra más alta al problema de la delincuencia, ¿por qué?

-La delincuencia aumenta porque la democracia la transparenta. Y la delincuencia aumenta porque crece la economía, porque hay más clase media, porque crecen los salarios. Eso sí: los salarios no aumentaron todo lo que la gente quiso. Uno de cada dos latinoamericanos sigue en una situación vulnerable. La mitad se metió a la fiesta y la otra mitad está esperando que lo inviten a la fiesta. Para el caso uruguayo, es obvio que tras quince años de un mismo partido hay cierto desgaste, pero también hay quejas fruto de la alternancia en el poder.

-¿La coyuntura de un país cambia en algo la gimnasia regional?

-El golpe de Estado de 2009 en Honduras tuvo un efecto positivo en América Latina. Nadie quiere dejar de tener la etiqueta de democracia. De ahí que se inventaron las autocracias electorales, el autoritarismo disfrazado de demócrata: Erdogan (Turquía), Orbán (Hungría), Bolsonaro (Brasil), Maduro (Venezuela). Basta ver la alternancia de Hugo Chávez en Venezuela. La región no se puede ver solo desde la coyuntura actual. Son ciclos de valores, culturales...

-Piñera en Chile, Macri en Argentina, Trump en Estados Unidos, ¿estamos en la era de los presidentes CEO?

-Ha fracasado la idea de que son las personas distintas las que hacen los cambios. Los personalismos han sido perversos. La perpetuidad de las personas ha sido dañino para la región: Morales en Bolivia, Correa en Ecuador, Maduro en Venezuela, Uribe en Colombia. La democracia no es una persona. La vuelta al poder de viejos actores es el certificado de defunción del sistema político.

-¿Qué se necesita para que la región cambie?

-Propuestas distintas. Ya sabemos que elegir un señor con un perfil distinto no cambia nada. Ya sabemos que no es cuestión de izquierda o derecha. La seguridad y la desigualdad en la región no la resolvieron los militares, no la resolvió la derecha ni la izquierda. Hay una fijación con la dicotomía izquierda-derecha y no suficiente atención en la estructura del sistema político y en las propuestas innovadoras.

-¿La falta de propuestas innovadoras justifica el crecimiento de apolíticos?

-Siete de cada diez latinoamericanos dicen que los gobiernos gobiernan para unos pocos. Uruguay es el país que más confía en que el gobierno gobierna para la mayoría, pero igual en guarismos bajos. Para convencer al apolítico, hay que recobrar la confianza, hay que eliminar la corrupción, hay que demostrar que el Estado es efectivo.

-¿Cuándo el descontento es el que hace ganar a un candidato, como sucedió en Brasil, se recobra la confianza?

-No. De hecho hemos medido la confianza en el gobierno y las instituciones al poco tiempo de asumir Bolsonaro y no se revirtió nada. La gente tiene poca fe de que el poder político vaya a trabajar para ellos. Es un tema valórico, no es ideológico. Para el caso uruguayo, es difícil que se recobre la confianza si la discusión pasa por si sacar los militares a la calle o si aumentar las penas, pero no se discuten las cosas de fondo y con propuestas innovadoras.

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