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Policía cree que se pagó rescate por la mujer secuestrada durante rapiña a distribuidora

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Pérez Castellanos: dos delincuentes entraron al local. Foto: Francisco Flores

UN CASO CON INTERROGANTES

Según una fuente del caso, la investigación sobre la identidad de los secuestradores está muy avanzada. “Hay pistas firmes”.

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El martes 28 de abril, dos hombres armados ingresaron a una distribuidora ubicada en el barrio Pérez Castellanos. En el lugar había dos mujeres y una niña. Los delincuentes gritaban: “Danos la plata” y “dónde está la plata”.

La pareja del dueño de la distribuidora les dio unos billetes de $ 1.000. “Es todo lo que hay”, les aseguró.

Los dos hombres insistieron. La mujer les respondió que el dinero estaba en una cuenta bancaria.

Uno de los secuestradores dijo a la pareja del dueño de la distribuidora: “Te vas con nosotros”. Luego, los rapiñeros ataron a la niña y a la otra mujer.

En un principio, la Policía supuso que se trataba de un secuestro exprés, una modalidad muy en boga en Argentina en la década pasada y de la que en Uruguay hubo pocos casos. Una razón de ello es que los primeros secuestros fueron desbaratados y eso los desalentó a continuar, como sí sucedió en la vecina orilla.

La Policía constató que ni la mujer ni los secuestradores extrajeron monto alguno de las cuentas bancarias del dueño de la distribuidora y de su pareja.

Cerca de las 20:00 horas del miércoles 29, la mujer se bajó de un taxi frente a la distribuidora. Estaba sana y salva. No sabía que en el local se encontraban policías de la Dirección de Hechos Complejos.

Consultada por los policías, la mujer secuestrada respondió que la habían tratado en forma correcta, le brindaron alimentos y un baño para asearse.

La investigación, que está siendo liderada por la fiscal especializada en Estupefacientes, Stella Llorente, continuó para tratar de ubicar a los captores de la mujer.

Patrullero. Foto: Fernando Ponzetto.
Patrullero. Foto: Fernando Ponzetto.

Durante el correr de la semana pasada, Llorente dio varias instrucciones al equipo de policías para dar con el paradero de los secuestradores.

La Policía presume que los delincuentes obtuvieron el pago de un rescate porque la mujer fue librada sin problema alguno. Es decir, sin que la Policía realizara ninguna acción.

En un principio, pidieron un rescate de US$ 200.000 por la pareja del dueño de la distribuidora. Luego bajaron sus pretensiones a la mitad.

El empresario sostenía que su comercio no “movía” suficiente dinero como para pagar un elevado monto por la liberación de su pareja.

Y era verdad. Se trata de un local con una fachada con una pintura blanca derruida por el pasar del tiempo y con los ladrillos desnudos al sol. Es decir, es un negocio que no genera un flujo de dinero como para pagar un rescate millonario.

El empresario se dedica a importar papel higiénico a bajo precio y luego lo revende a personas que comercializan el producto en puntos estratégicos de Montevideo.

El secuestro estuvo bien planeado. Los delincuentes utilizaron celulares analógicos para comunicarse con el dueño de la distribuidora. Los investigadores descubrieron que las tarjetas prepagas fueron compradas en sitios muy distantes entre sí.

Fuentes del caso indicaron a El País que la Policía tiene pistas firmas sobre la identidad de los captores y agregaron que la investigación “está muy avanzada”.

Tanto la mujer secuestrada como su pareja tienen antecedentes antiguos por contrabando, dijeron las fuentes.

El caso Milvana.

Horas antes de que la mujer apareciera sana y salva, el ministro del Interior, Jorge Larrañaga, brindó una conferencia de prensa en la que señaló la preocupación de la cartera por este tipo de delitos.

El jerarca gubernamental aludió al cautiverio de la médica ginecóloga Milvana Salomone en 2015, para recordar que en el pasado ocurrieron secuestros y que sus resoluciones no se extendieron en el tiempo. Y agregó que las personas retenidas aparecían sanas y salvas.

“Se sigue con mucha atención y preocupación este tema”, dijo Larrañaga a El País en alusión a que el secuestro es un delito que genera inquietud en las jerarquías ministeriales y policiales.

Víctimas generalmente aparecen con vida

El primer secuestro de una persona en tiempos de democracia ocurrió a principios de los noventa. Una banda se llevó por la fuerza al hijo del propietario de una automotora ubicada en la calle La Paz.

El caso fue investigado por efectivos de la extinta Dirección de Investigaciones, y participaron equipos de Hurtos y Rapiñas y de Orden Público, entre otras reparticiones. El secuestro fue seguido muy de cerca por los investigadores. Se pactó el pago de un rescate y el joven fue liberado. Momentos después, los secuestradores fueron emboscados por la Policía. Hubo un tiroteo. Varios delincuentes fallecieron, según dijo a El País uno de los investigadores de aquel entonces.

En 2003, el abogado y escribano Juan Carlos Marizcurrena, secuestró a la entonces adolescente Valentina Simon. El caso conmocionó al país. Simón era nieta de un empresario exitoso. El secuestro se realizó el 18 de diciembre de ese año y finalizó el 6 de enero de 2004. En ese caso trabajó el Departamento de Delitos Complejos de la ex Dirección de Investigaciones.

Otro secuestro emblemático fue el de la médica ginecóloga Milvana Salomone, ocurrido en 2015. Los delincuentes no eran principiantes. También se tirotearon con la Policía. Todos fueron capturados.

Más cerca en el tiempo hubo secuestros que no tuvieron tanto impacto en el público. Generalmente fueron de familiares de traficantes de drogas. Y también han terminado con la persona cautiva sana y salva.

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