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La misteriosa ausencia del empresario argentino-alemán Eugenio Schneider

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Eugenio Schneider. Foto: Archivo El País

PAYSANDÚ

Se trata de un polifacético hombre de negocios: fue alumno de Jorge Luis Borges, escritor, dueño de negocios por US$ 35 millones y filántropo.

Eugenio Schneider (81) es un hombre con múltiples facetas. Empresario exitoso, escritor, alumno de Jorge Luis Borges, amigo de presidentes, dueño de un profusa cultura e ingenio, nadador incansable e hijo de un padre nazi.

Schneider, quien compró un frigorífico fundido en 2000 ubicado en Paysandú y lo transformó en un negocio que exporta a decenas de países, se ausentó en la tarde del jueves y ya nada más se supo de él.

“Me voy al río”, dijo a allegados. Se refería al río Uruguay, que corre frente al pueblo Casa Blanca, ubicado a unos 17 kilómetros de Paysandú. Pasadas las 14:00 horas de ese jueves, Schneider dejó atrás su casa, llamada “De los cuatro vientos”, una residencia edificada en 1806. Abrió un pequeño portón que separaba su propiedad del río. A nadie le llamó la atención, ya que iba a menudo.

Schneider vive en esa casa con su esposa, mientras que sus hijos se domicilian en residencias cercanas, según dijeron fuentes del Frigorífico Casa Blanca a El País.

Cuando sus allegados notaron su falta, percibieron que Schneider había dejado sus pertenencias en la casona como, por ejemplo, su agenda. “Él ya no nadaba. Tuvo COVID-19 y hacía poco que se había recuperado totalmente. Esta incertidumbre nos deja muy mal a todos. Es muy querido por acá”, dijo un empleado del frigorífico.

Barcos de la Prefectura, que patrullaban el río Uruguay ayer, colocaban especial atención en la zona de Casa Blanca.

Hombre con visión.

A Eugenio le gusta contar historias a sus allegados y empleados. Rememora, por ejemplo, que en 1962 se instaló junto con su familia en los bosques chilenos luego de hartarse de la civilización.

Durante 38 años, el empresario argentino-alemán administró un grupo de estancias, campos forestados y un aserradero. En el 2000, Eugenio llegó a caballo a Casa Blanca, un frigorífico cargado de deudas ubicado sobre el río Uruguay.

Además del frigorífico, la propiedad contaba con varias residencias y 74 casas de techos a dos aguas. Como parte del pago de sus deudas, Schneider entregó ese pequeño pueblo al Estado. En forma paralela, sus socios vendieron sus acciones y Eugenio con el pasar del tiempo logró transformar el frigorífico en un negocio rentable.

En 2015, en una nota concedida a El País, Schneider valoró sus negocios en unos US$ 35 millones. Y agregó que, en ese momento, el Frigorífico Casa Blanca realizaba el 3,5% de la matanza nacional y contaba con más de 630 empleados. Además, el frigorífico abastecía a 18 carnicerías propias y contaba con habilitaciones para exportación a los mercados que accede Uruguay.

En el pueblo, Eugenio instaló un restaurante casi único en el mundo. Se llama “La Pulpería” y está ubicado en una casona construida a mediados del siglo XIX.

La carta del restaurante fue escrita con la pluma de Eugenio. Allí hay unas pinceladas de su ingenio y estilo literario. En la página web del restaurante Eugenio dice que “La Pulpería” está abierta “todos los días, todos los feriados de 11 a 23hs, excepto los martes (por la guerra)”. Se trata de una pícara alusión a Martes, el dios de la guerra en la mitología romana.

Hasta en los baños de “La Pulpería” se percibe la ironía de su dueño. Los empleados del restaurante relatan que gastó miles de dólares en alhajar el baño de las mujeres.

“En el baño de los hombres tengo que poner algo distinto”, decía Eugenio a sus allegados. Entonces decidió instalar un espejo a la altura de la cintura que aumenta por dos el tamaño de lo que refleja.

Además de vitrales antiquísimos, en “La Pulpería” hay un joya digna de un museo francés. Se trata de un Clavicytherium, una especie de órgano con teclado. Hay cinco en el mundo, según la web del restaurante. El instrumento es una obra artesanal de Steven Sørli, de Boston. Se trata de un clavecín vertical o arpa con teclado que se puede ver en “La coronación por Apolo de Marcantonio Pasqualini”, cuadro pintado en 1641 por Andrea Sacchi.

Esa joya suena a menudo para gozo de los comensales del restaurante. Es como entrar en el túnel de tiempo y estar en el Renacimiento.

Schneider: “El poeta de la carne”

El relato pertenece al propio empresario argentino-alemán Eugenio Schneider. Sucedió en 2019, durante una cena de la Cámara de la Industria Frigorífica con los entonces precandidatos a la Presidencia de la República. “En esa oportunidad les tocó el turno a los blancos. Estaban Luis Lacalle Pou y Jorge Larrañaga (hoy fallecido). Mis colegas habían armado preguntas sobre temas importantes. Yo pedí la palabra y dije que iba a hablar a título personal; en la Cámara somos ocho socios, así que todo es personal. A los candidatos les pedí que no hicieran nada de lo que les pedíamos. Silencio. Todos quedaron callados. Si ven algo mal que lo arreglen, pero de pronto pedimos algo que le sirve a un frigorífico y a otros los destruye. Todo el mundo tira de la pollera y dice “quiero eso o aquello”. Eso no es serio cuando hay que gobernar. Cuando terminamos, Lacalle Pou se acercó y me dijo: “Usted es el poeta de la carne”.

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