LICEOS
Unos 16.000 liceales no tienen a esta altura del año lectivo su profesor de una de las asignaturas básicas.
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Es la disciplina más exacta de todas las que se dictan en los liceos, pero, paradójicamente, es la más discutida sobre cómo vale la pena enseñar: que si el cálculo a mano, que si despejar la X, que el modelo nórdico, que los videojuegos o Singapur. Es una asignatura base para entender la vida -desde la inflación, la potencia de una bomba que cayó en Ucrania, hasta el motivo de la reforma jubilatoria-, pero, paradójicamente, es la que los estudiantes más cuestionan: “¿para qué me sirve esto?”. Es la que causa amores y odios, la que cosecha peores resultados en las pruebas PISA y la que hay que comprender antes de fraccionar una pizza. Sin embargo, cualquiera de las preguntas y los chistes que rodean a la Matemática se desvanecen cuando los alumnos no tienen siquiera el acceso a un profesor que se las enseñe.
A más de un mes del comienzo de clases -Semana Santa mediante-, hay 640 grupos liceales que carecen de docente de Matemática. Si se sigue el cálculo más conservador, basado en el promedio de alumnos por grupos y sin tomar en cuenta que muchas de las vacantes se dan en los liceos departamentales más populosos, podría decirse que unos 16.000 liceales no tienen a esta altura del año lectivo su profesor de Matemática.
En Montevideo son tantos los docentes de Matemática que faltan que bien podría irse contando uno a uno los 20 primeros liceos, siguiendo la numeración oficial (el Rodó es el n°1, el Miranda es el n°2, el Dámaso es el n°3…), y en todos existe al menos un grupo sin profesor. La única excepción es el liceo n°12 (Congreso de Tres Cruces, a pocos metros del Estadio Centenario) que, a juzgar por la pizarra digital, tiene todo cubierto.
La falta de profesores, en especial en Matemática, “es histórico y data desde el origen mismo de la formación docente”, reconoce Óscar Yáñez, subdirector de Secundaria. La relación entre la oferta y la demanda jamás se equiparó, mucho menos cuando la explosión de la matrícula incrementó el alumnado de los liceos.
En el caso de Matemática se suma un problema similar al que acontece con los estudiantes de Ingeniería: el mercado laboral los absorbe a edades tempranas y, por tanto, se retrasan los egresos.
A diferencia de lo que ocurre en la escuela, en que el estatuto docente no permite el ejercicio a aquellos que no estén titulados, en los liceos es posible ejercer la docencia sin haberse recibido. Incluso puede obtenerse un cargo efectivo por idoneidad (concurso mediante).
Pero es habitual que en algunas asignaturas -Matemática y Física a la cabeza- se llame a los docentes efectivos, se llame a los docentes interinos, y siga habiendo vacantes. Por eso se acude a los llamados extraordinarios que incluyen a profesores jubilados o estudiantes de carreras cuya especialidad disciplinar se asemeje (para Matemática puede ser de Ingeniería o Ciencias).
Al problema de base entre la oferta y la demanda, admite el subdirector, se le agrega la forma en que se administra Secundaria. Por un lado, el sistema de elección por horas, año a año, hace que la logística de asignación acabe a veces con los cursos ya iniciados. Por otro, “cuando hay estudiantes se crean grupos, más allá de aquellos que fueron anunciados en el último trimestre del año anterior, pero no siempre hay docentes para esos grupos nuevos”.
En este sentido, la conformación de los grupos no es estática: hay estudiantes que se mudan, hay los que cambian de liceos privados a públicos (o viceversa), o piden el pase desde UTU.
Por eso las autoridades fijan límites que, según Yáñez, se empezarán a cumplir desde la semana entrante: a aquellos grupos que sigan sin profesores se les asignan docentes virtuales. “La prioridad es cuidar la trayectoria educativa de los estudiantes y que todos tengan acceso a derecho de la educación”.
Las últimas pruebas Aristas demostraron que el 66% de los estudiantes de tercer año de los liceos públicos es incapaz de resolver exitosamente el cálculo de un promedio (o de ejercicios de dificultades similares). Eso significa que no llegan siquiera al tercer nivel de desempeño que establece las pruebas.
La Administración Nacional de Educación Pública fijo una meta quinquenal “poco arriesgada”: llegar a 2023 con el 62% de alumnos de tercer año de educación media en niveles incapaces de calcular un promedio.
También podría tildarse de “conservadora” la meta trazada respecto a los resultados de Matemática en las pruebas PISA: hoy la mitad de los estudiantes de 15 años está por debajo del nivel 2 de PISA, y la Administración se fijó llegar a 2023 con el 47% en ese escalón.
En los países y economías que integran la OCDE, menos de la cuarta parte de los alumnos de 15 años tiene un “desempeño bajo” (niveles 1 y 2). Por lo cual, Uruguay está a más de 25 puntos porcentuales de distancia (siempre por debajo) de ese promedio que logran el resto de los participantes de las pruebas PISA.
Matemáticamente, los liceales corren con pocas chances. Más aun sin profesores.
“Hay que aprovechar el impulso”
Durante los dos primeros meses de la emergencia sanitaria, más de 35.000 liceales completaron al menos una actividad en la plataforma de Matemática del Plan Ceibal. El uso de la herramienta digital durante todo el primer año de pandemia casi duplicó al registrado cuando no existía covid-19. Pero en 2021 el uso se desaceleró, en parte porque los liceos tuvieron más días de clases presenciales, y la dinámica retornó a valores similares a los observados antes de la pandemia.
El subdirector de la Dirección General de Secundaria, Óscar Yáñez, admite que “la virtualidad sigue siendo clave, incluso sin la emergencia sanitaria, para garantizar el derecho a la educación”.
En ese sentido, el jerarca dice que “hay que aprovechar el impulso” que dejó covid-19 en el uso de las tecnologías, sin que eso sustituya “el encuentro cara a cara”.