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Otra vez el monopolio

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Foto: El País
Fachada del Edificio de Ancap de Av. Libertador, nd 20070905, foto Bello, Archivo El País
BELLO/ARCHIVO EL PAIS

OPINÓN

El funcionamiento de los mercados y el mejor escenario para los consumidores.

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Es bueno recordar que nos encontramos ante un problema económico cuando debemos decidir cómo emplear recursos que no son infinitos, que son escasos —dinero, tiempo y otros por el estilo— para atender necesidades y deseos que sí son infinitos o, al menos, numerosos. Ante eso, la teoría económica busca encontrar la mejor salida para el mejor resultado. A la teoría económica también se la reconoce como la teoría de los precios, porque son precisamente los precios involucrados en las decisiones para llevar adelante las transacciones los que definen la situación que se concreta en la realidad.

La teoría microeconómica es la que analiza la formación de los precios en distintos tipos de mercado y, de ese análisis, surge cuál de ellos es el que brinda los mejores resultados para la sociedad, por la interacción de consumidores y productores.

Los mercados

Existen distintos tipos de mercado en los que se forman los precios de bienes y servicios —finales o intermedios—, los sueldos, los salarios y otros precios por el estilo.

Entre esos mercados es que encontramos al de competencia que implica que, tanto por el lado de la oferta como por el de la demanda, ningún participante puede influir sobre el precio final del bien o servicio que se trate y en el que cualquier empresa o consumidor no tiene restricción alguna para sumarse a los que ya compiten. Existen otros mercados en los que los precios se fijan sin las condiciones señaladas. Un ejemplo es el del mercado monopólico o el del monopsónico. En el primero los consumidores son abastecidos por una única empresa que no tiene competencia de otras, ni la tendrá por la restricción legal al ingreso de competidores que habitualmente la protege. En el segundo caso se da la existencia de numerosos vendedores y un único comprador, también protegido por restricciones legales al ingreso de competidores. Existen otros mercados en los que se forman los precios: oligpólicos, oligopsónicos y de competencia imperfecta.

Desde la teoría y también por la evidencia empírica, ya no es discusión a nivel académico ni en numerosos casos a nivel de la población, que el mercado que mayor aporte hace al bienestar de una sociedad es aquél en el que ningún comprador o vendedor puede influir sobre el precio del bien o servicio en cuestión, el que resulta de la libre interacción de la oferta y la demanda. También tanto teórica como prácticamente por la evidencia empírica se prueba que el monopólico es el caso del mercado que menos contribuye al bienestar general de la población que atiende, porque generalmente refleja una situación de oferta menos abundante que en el caso de un mercado en competencia. Y esa menor oferta tiene varias consecuencias, pues resulta en un precio mayor del bien en cuestión al del mismo bien en un mercado en competencia; provoca una transferencia de ingresos de consumidores al productor monopolista y a quienes el monopolio ocupa y, finalmente, se refleja también en menor empleo de recursos, por la menor producción que vende.

Nosotros

En la aprobación de la Ley de Urgente Consideración (LUC) se mantuvo el monopolio de Ancap y se dispuso una forma de fijación de precios de esa firma de acuerdo con una fórmula vinculada con el precio de importación de los productos que elabora la empresa. La evidencia empírica mostrará, cuando este mecanismo de fijación de precios comience a funcionar, que se trata, a lo sumo, de una solución de “segundo mejor” respecto al que resultaría si se permitiese la competencia, por admitirse la libre entrada al negocio de los combustibles. En poco tiempo tendremos la respuesta que —reitero—, puede ser la de un mejor resultado tanto para consumidores como para la sociedad en su conjunto respecto a la actual situación, pero que —reafirmo—, estimo que no será tan buena como lo sería el levantamiento a la restricción de ingreso que existe a competidores; léase: como lo sería la desmonopolización del negocio de los combustibles.

Ahora se discute en el contexto del proyecto de ley de presupuesto, la desmonopolización parcial de Ancap en la realización de determinados negocios ligados a la provisión de ciertos productos a buques y aviones. Obviamente las posiciones favorables y contrarias a esa posibilidad responden a intereses diversos. Los que proponen esa desmonopolización parcial la justifican, pues ven un negocio que Ancap no cumple a entera satisfacción y que redunda en pérdidas de oportunidad tanto económicas como sociales. Los opositores a la propuesta defienden el statu quo, porque la desmonopolización parcial sería —para ellos—, un paso hacia la desmonopolización total y a la privatización del negocio de los combustibles, lo que sería una amenaza a su posición ideológica y a sus ingresos salariales y extra salariales.

Los que pierden al cabo de estas discusiones son los consumidores que cuando comprenden la situación que les cercena sus ingresos disponibles por el mayor precio monopólico que deben pagar, les resulta difícil su agrupamiento para exigir lo que mejoraría su bienestar. El alto costo de transacciones para juntarse e ir contra el monopolio es sustituido por el voto cada cinco años pero, por ahora, el deseo mayoritario de ellos —quien no desearía pagar menor precio que lo que se paga hoy—, no ha dado resultado por diversos motivos, tales como el desconocimiento de la situación.

Pero también por la propaganda injustificadamente adversa, que hasta logra “tapar” lo inconcebible: que un monopolio con precios que superan a lo normal, tenga pérdidas significativas que han obligado a su capitalización con recursos de los actuales y futuros contribuyentes.

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