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Sin espacio para una respuesta anticíclica

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Economistas Tamara Schandy y Florencia Carriquiry
ND 20180927, foto Leonardo Maine - Archivo El Pais Tamara Schandy y Florencia Carriquiry

entrevista

En el actual contexto regional y global, el menú de opciones con que cuenta el gobierno para minimizar los efectos de este período de turbulencia es muy restringido.

De acuerdo con la opinión de las economistas Tamara Schandy y Florencia Carriquiry del Departamento de Asesoramiento Económico y Financiero de Deloitte, no se espera una crisis en Uruguay en el corto plazo, pero todo coincide para un desempeño macroeconómico pobre este año y el próximo. En la intención del gobierno de que "todo esté bajo control", se resigna "un poco de todo", afirman. A continuación, un resumen de la entrevista.

—La reciente volatilidad instalada en los países emergentes, con el efecto más próximo de la crisis en Argentina, ¿cómo debe leerse desde Uruguay?

TS- Estamos en un mundo más desafiante, marcado por la suba de tasas de interés en Estados Unidos, una política fiscal expansiva en ese país y una escalada de iniciativas proteccionistas a nivel global. La economía mundial está creciendo a buen ritmo, pero al mismo tiempo esos factores se conjugan para determinar un debilitamiento de los flujos de capitales a los mercados emergentes, una suba de las primas de riesgo soberano y depreciaciones de distinta entidad de las monedas emergentes frente al dólar. No debemos concluir que estamos ante un escenario de crisis internacional, pero sí está pasando que los mercados están separando la paja del trigo y están castigando particularmente a las economías emergentes con mayores debilidades. Argentina y Turquía estaban al tope de la lista de países frágiles. Uruguay no está allí, pero es una coyuntura que obliga a estar atento y marca que los márgenes de acción de la política económica son muy estrechos.

FC En relación a Argentina, en particular, es importante entender que venía arrastrando fuertes desequilibrios macroeconómicos y que con esa coyuntura, el tiempo para un ajuste gradualista se acabó. Si bien el panorama es todavía incierto, hay algunas conclusiones clave para Uruguay. Por un lado, vamos a ver en Argentina una recesión fuerte. La actividad ya tuvo una caída brusca y se aguardan bajas del PIB del orden de 4%-5% interanual en los próximos trimestres. El apriete monetario que se anunció ahora puede incluso acentuar el costo recesivo del ajuste. Por otro lado, Uruguay sufrió un deterioro enorme de competitividad frente a su vecino. El tipo de cambio real bilateral con Argentina está hoy 40% abajo de la media histórica; volvimos a niveles que no se veían desde el quiebre de la convertibilidad a inicios de los años 2000. La brecha podría atenuarse si los últimos anuncios hacen que la moneda argentina se aprecie un poco, pero no esperamos que se revierta sustancialmente. La recesión en Argentina y ese cambio de precios relativos constituye un shock muy negativo para varios sectores en Uruguay: el turismo por supuesto, pero también el comercio de frontera, la construcción y algunas ramas de la industria, tanto por menores exportaciones hacia Argentina como por mayor competencia de importados desde allí.

—Brasil está pasando por un período de gran incertidumbre generada especialmente por el clima electoral. ¿Qué puede pasar después de las elecciones de octubre?

FC - Más allá de la incertidumbre en relación al resultado electoral y la polarización que plantea la puja entre Bolsonaro y el PT, la fragmentación del sistema político pone en duda la capacidad que tendrá el próximo gobierno de implementar medidas de ajuste fiscal y de llevar adelante las reformas estructurales que han estado en carpeta desde hace décadas (en especial la previsional y la del sistema tributario). Y eso condiciona las expectativas de crecimiento. La recuperación viene siendo anémica y con los pronósticos que se manejan en la encuesta de expectativas de Brasil, al finalizar 2019 el PIB no habrá todavía recuperado totalmente los niveles pre-recesión.

TS En suma, Uruguay está inserto en una región complicada y a eso se agrega que hemos perdido competitividad de forma muy acelerada con ambos vecinos. Frente a Brasil también estamos con precios relativos más de 40% por debajo de la media histórica.

—¿Existe la posibilidad de tomar medidas por parte del gobierno que puedan minimizar los efectos en la economía para este período de turbulencia?

FC A nuestro juicio, en las condiciones actuales no hay mayor espacio para una respuesta anti-cíclica. Con el alto déficit fiscal, la trayectoria creciente que viene mostrando la deuda y el contexto internacional que recién marcábamos, es evidente que el gobierno no podría responder con una política fiscal expansiva (recortes de impuestos o aumento de la inversión pública).

TS Y, por otro lado, este shock también encontró a Uruguay con niveles altos de inflación y con una pauta salarial inadecuada para esta nueva situación. En ese marco, el Banco Central ha realizado importantes ventas de dólares para tratar de graduar la suba del dólar y mitigar por ese lado el impacto en la inflación. Pero lógicamente esas intervenciones actúan al menos en el corto plazo en la dirección opuesta a la necesaria recomposición de la competitividad. Al final, como la inflación de partida al momento del shock era alta, el dilema entre inflación y tipo de cambio se ha acentuado notoriamente.

—Entonces, ¿cómo ven las perspectivas macroeconómicas para nuestro país?

FC Uruguay no está en crisis, ni esperamos en el corto plazo una crisis, pero sí nos parece que tendremos un desempeño macroeconómico realmente pobre en lo que resta de 2018 y 2019. En concreto, estamos proyectando una suba del PIB algo menor a 2% este año (que sin el efecto de la reapertura de la refinería equivale a poco más de 1%) y una expansión de entre 0,5% y 1% el año que viene. Por otro lado, en un marco de suba del dólar y ajustes salariales en torno al 8% anual, la inflación va a permanecer claramente arriba del rango meta, entre 8% y 9% en el horizonte 2018-2019. Y pese a que prevemos que el dólar siga subiendo en términos nominales, vamos a mantener problemas serios de falta de competitividad, sobre todo frente a los países vecinos como comentábamos antes.

TS En ese escenario subyace un diagnóstico de que la política económica está tratando de que ningún frente se salga de control, pero en el proceso termina resignando un poco de todo. Si el marco externo no trae nuevas sorpresas podemos llegar a 2020 sin mayores sobresaltos, pero es una apuesta crecientemente riesgosa. Ya llevamos un buen tiempo postergando ajustes y a nuestro juicio eso es parte de la explicación del pobre crecimiento que tuvo Uruguay desde el fin del boom de commodities en 2014, con caída de la inversión y un crecimiento del PIB de menos de 2% promedio anual en los últimos tres años y medio.

—¿Qué asuntos les gustaría ver incluidos en el debate electoral?

FC El próximo gobierno tiene que tener una agenda para volver a generar condiciones de crecimiento más fuerte. No hay recetas fáciles y la forma de abordarla obviamente dependerá del perfil de quien gane. Pero a nuestro juicio es preciso que se reconozca más temprano que tarde en el debate electoral que el próximo gobierno tendrá que corregir los desequilibrios que hemos venido acumulando. Ello supone lograr una reducción del déficit fiscal y probablemente también rediseñar el funcionamiento de los Consejos de Salarios para limitar los mecanismos indexatorios que imponen mucha rigidez al mercado de trabajo y la formación de precios, lo cual a su vez limita el margen de acción de la política monetaria. Esos cambios deberían complementarse con lograr una corrección gradual de nuestros precios relativos, para recomponer nuestra competitividad.

TS Y eso tiene que complementarse con una agenda más amplia de reformas. Es imprescindible avanzar en la apertura de nuestra economía y mejorar la inserción internacional a través de acuerdos comerciales que nos den mejores condiciones de acceso a mercados clave y que permitan recuperar atractividad para la inversión nacional y extranjera. También debemos pensar en cómo mejorar el funcionamiento del sector no transable. Allí hay un desafío grande en las empresas públicas, por ejemplo, avanzando en que los precios de las empresas que operan en monopolio sean establecidos por un regulador independiente y que el Ministerio de Economía establezca metas de rentabilidad claras, que no cambien discrecionalmente a la luz de los vaivenes de los objetivos de la política macroeconómica y que deriven en incentivos fuertes de mejora de productividad. También hay temas para discutir en torno al marco de relaciones laborales si queremos revertir la tendencia declinante que viene mostrando el empleo. Sin dudas, debería ser bien explícito que la próxima administración deberá abordar una reforma de la seguridad social. Y a esta altura es un lugar común señalar que es imperativo reformar nuestro sistema educativo.

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