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Un panorama complicado

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Herramientas. Foto: Pixinio

OPINIÓN

La mayor oferta tuvo su correlato en mayor demanda de exportaciones y consumo privado.

Días atrás se conocieron las cifras preliminares del PIB correspondientes a 2017: un crecimiento de 2,7% promedio anual (1,8% si corregimos la sobre estimación que la medición de telecomunicaciones significa), en tanto la medición trimestral mostró la retomada del crecimiento, dejando "mejor parado" al 2018. Nos referimos a la medición del 4to trimestre, luego de dos trimestres que considerados en su conjunto tuvieron una ligera caída.

Mirado por el lado de la oferta, los sectores productores de bienes, agropecuaria, industria manufacturera y construcción retroceden; por tanto, el crecimiento es explicado por los servicios. Dentro de los primeros, la industria cae 3,5% pero habría crecido, al menos ligeramente, si la refinería hubiera funcionado a plenitud el año completo(1). La caída del sector primario (1,5%) fue contenida por la excepcional cosecha de soja, y la construcción continuó su declive (-6.0%), el que parece haber cesado sobre fin de año.

Un aumento de actividad ligado al sector terciario, tiene como correlato el aumento de los impuestos indirectos netos de subsidios, como efectivamente la estadística lo refleja; éstos crecen 4,8%, debido a que los bienes que se comercializan son, en el margen, bastante más "impuesto intensivos" que la base de consumo. Allí aparecen bienes cargados de IMESI, impuestos de aduana e IVA.

La mayor oferta tuvo su correlato en mayor demanda de exportaciones y consumo privado. Las mayores exportaciones de bienes en términos físicos, sin embargo, no fueron suficientes para compensar el aumento de costos internos y la reducción del precio del dólar (la apreciación de la moneda local); entonces, los ingresos monetarios por exportación medidos en términos constantes redujeron su valor. En efecto, según las cifras de Balanza de Pagos, las exportaciones de bienes, medidas en dólares, aumentaron 8,7% en tanto los costos internos medidos en esa moneda subieron 11,7%. Las exportaciones de servicios (turismo el principal) crecieron 3% real.

El consumo privado doméstico fue apuntalado por el crédito a las familias(2), el fortalecimiento del peso que abarató determinados bienes y el atraso cambiario argentino. De hecho, el ingreso total de los trabajadores quedó prácticamente estancado pese al aumento del salario real, dada la caída en el empleo. Por tanto, el crecimiento del consumo privado en 4.4% sólo se explica por un aumento en el crédito (deuda) a las familias. Por último, la inversión se contrajo fuertemente y su nivel es tal que, seguramente no cubra la depreciación anual, con lo cual la capacidad de crecer a las tasas necesarias está dañada.

Por tanto, la cifra macro no nos debe llevar a confusión; los sectores productores de bienes están complicados, el empleo cae y la producción se primariza. Es el crédito del que dispone el país a nivel internacional el que está sosteniendo el nivel de actividad, pero ya se sabe que ésta no es una situación que se sostenga de manera indefinida. El agua del tanque está casi acabada(3).

Los combustibles.

Otra cifra muy significativa que se conoció fue la del sobre precio en los combustibles frente a su paridad de importación, que superó los US$ 1.250 millones en los últimos 3 años, más de US$ 400 MM anuales, un monto alineado con los cálculos que en más de una oportunidad expuse desde esta columna.

Piénsese que, pese a lo antedicho, los balances de Ancap registraron pérdidas (antes de IRAE) en 2015, una ganancia corregida por situaciones de una sola vez, de unos US$ 192 millones en 2016 y, se informa, de apenas US$ 50 millones en 2017. Si el sobreprecio supera los 400 millones y las empresas internacionales del rubro arrojan ganancias netas entre 3 y 6% de las ventas sin impuestos, significa que si Ancap tiene menos utilidad que los citados 400 MM más la ganancia normal de cualquier empresa del sector, es claro que la citada empresa está destruyendo valor. La diferencia la pagamos todos nosotros y dejamos de aplicar a otras actividades que generan valor.

La economía no es, como erróneamente se suele creer, un juego de suma cero donde lo que uno gana, otro lo pierde, sino un juego donde con el intercambio ambas partes ganan. En este caso, una parte paga un precio excesivo frente al de eficiencia y, por ende, distrae recursos de otras aplicaciones que le generarían utilidad, disminuyendo la demanda en esos otros sectores, los que terminan produciendo menos y, por ende, demandando menos trabajo y otros insumos que lo que harían bajo la situación alternativa.

Una vez más, no debemos engañarnos con cifras aisladas, Ancap aún ganando puede, y seguramente lo hace, destruir valor (producto). No es el único sector, existen otros donde los subsidios superan al valor agregado y, entonces, es claro que con cada unidad producida la sociedad aplica más recursos que los realmente generados. Entonces, se puede producir e incrementar el volumen físico, pero en la realidad de lo hechos estar destruyendo valor, en lugar de crearlo. El sector productivo competitivo es el que termina pagando la cuenta y, con él, toda la sociedad que vive peor de lo que podría.

(1) De todas maneras, la refinería si bien cambia el número estadístico, no altera la realidad. Es más, si partimos del hecho que, medidos a precios internacionales, el valor agregado de la refinería es inferior a sus costos llegamos a que ésta destruye valor.

(2) Según el BCU, los créditos otorgados a las familias por el sistema bancario, creció 15,9% real.

(3)El 20 de marzo de 2017 escribí una columna titulada "poca agua en el tanque" haciendo mención a que los sectores productores de bienes estaban entrando en una situación harto compleja. 10 meses después, los movimientos de auto convocados mostraron la realidad.

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