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Mujeres en el mercado laboral: el Nobel de Claudia Goldín

El lugar de la mujer en el mercado laboral, la medición de las brechas de género y el análisis de sus causas.

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Claudia Goldín, Premio Nobel de Economía
AFP

Este año, el premio Nobel de Economía fue para la profesora de la Universidad de Harvard Claudia Goldín. Es la tercera mujer en recibir este reconocimiento y la primera que lo hace sola. El Nobel de Economía no fue uno de los originales cinco premios instaurados a instancias de Alfred Nobel. Se otorga desde 1969. Su historia es ya lo suficientemente extensa como para mostrar ligazones intelectuales entre los premiados.

Claudia Goldín realizó su doctorado en la Universidad de Chicago bajo la supervisión de Robert Fogel. Fogel había recibido el premio Nobel en 1993 por renovar la investigación en historia económica, aplicando teoría económica y métodos cuantitativos. Creó paneles de datos sin precedentes, con extremo cuidado al contexto histórico e institucional y rigurosa aplicación de la teoría económica. Sus principales contribuciones refieren al rol de los ferrocarriles en el desarrollo de los Estados Unidos, donde concluye que fue mucho menor de lo creído hasta el momento, y su trabajo con Stanley Engerman sobre la esclavitud.

Robert Fogel realizó su doctorado en Johns Hopkins University bajo la supervisión de Simon Kuznets. Kuznets recibió el premio Nobel en 1971 por sus contribuciones al estudio del crecimiento económico destacándose sus aportes empíricos para el desarrollo del tratamiento cuantitativo de la historia económica.

Mientras desarrollaba su doctorado en Chicago, Claudia Goldín trabajó junto a Gary Becker, quien recibiera el premio Nobel en 1992 por sus extensiones de la modelización microeconómica a una variada línea de conductas humanas, como las decisiones de inversión en educación, el crimen y la discriminación en ámbitos laborales.

Claudia Goldín se nutrió de esta doble tradición que va, por un lado, desde la construcción, depuración y utilización de registros históricos y, por otro lado, de la aplicación de modelos teóricos microeconómicos con que interpelar los datos. Su preocupación central fue el lugar de la mujer en el mercado laboral, la medición de las brechas de género y el análisis de sus causas.

Previo a Goldín, la historia económica consideraba que la participación laboral femenina no podía cuantificarse adecuadamente, debido a debilidades en las fuentes históricas de datos. Desde la economía se consideraba el aumento en la participación laboral femenina del siglo XX como parte del proceso de crecimiento económico. Goldín cuestionó ambos paradigmas. Al redescubrir el siglo XIX, Goldín demostró que la participación de las mujeres en el mercado laboral de los Estados Unidos no siguió una tendencia lineal. Mayor crecimiento no siempre significó mayor participación femenina. Previo a la industrialización de fin del siglo XIX, era mucho más común que las mujeres combinaran familia y trabajo.

Contrario a algunas intuiciones básicas, la brecha de género en ingresos se redujo durante la revolución industrial (1820-1850) y cuando la demanda por trabajo administrativo fue en aumento (1890-1930), pero permaneció estable en las cinco décadas posteriores. Brecha de ingresos y discriminación no son lo mismo. Existe discriminación cuando la brecha no puede ser explicada por diferencias en la productividad de los trabajadores. Goldín mostró que entre finales del siglo XIX y 1940, a pesar de que los diferenciales de ingresos entre hombres y mujeres se achicaron, las mujeres sufrieron mayor discriminación en sus remuneraciones. Esto fue consecuencia del pasaje de una primera industrialización con pago asociado a la producción a destajo por formas de remuneración salarial mensual.

Los aportes de Goldín continuaron en procura de entender las causas detrás de la situación laboral de las mujeres. Para ello consideró el rol de las expectativas. En la segunda mitad del siglo XX se hizo más común que las mujeres mantengan trayectorias laborales más extensas, especialmente reintegrándose al mundo del trabajo cuando sus hijos crecían. Recién a partir de los años ´70 es que las expectativas femeninas comienzan a alinearse entre los años esperados de actividad laboral y los reales. Esto produjo una inversión subóptima en capital humano para quienes fueron jóvenes antes de esta época.

Actualmente, en los países desarrollados las mujeres suelen contar con más años de educación formal que los hombres, un fenómeno que también se da en Uruguay. Sin embargo, los diferenciales salariales persisten. Goldín muestra que aún en áreas profesionales muy similares, la brecha salarial se amplía a medida que se profundiza la trayectoria laboral. La explicación es el tiempo que las mujeres pasan por fuera del marco laboral. Goldín y sus coautores muestran que posterior al nacimiento del primer hijo, las mujeres alteran sus horas laborales y suelen preferir arreglos más flexibles que permitan acompasar mayormente el cuidado de los hijos.

Los estudios de Claudia Goldín son mayormente de economía positiva más que de economía normativa. Es decir, se ocupan por cómo son las cosas más que cómo deberían ser. Sin embargo, Goldín nos deja con desafíos sociales presentes e importantes.

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