Alejandro Cid (*)
Existe una inequidad importante en el lenguaje que adquirieron los niños antes de entrar al preescolar. Los más pobres aprendieron mucho menos. ¿Se puede cerrar esa brecha? Sí, fomentando que los padres no sólo lean a sus hijos, sino que también dialoguen sobre lo que leen.
Hay dos grandes caminos para mejorar el lenguaje de los niños pequeños. Uno es el de aumentar la cantidad de palabras. Un estudio reciente, en base a 60 libros populares para niños en Estados Unidos, encontró que los niños que provienen de hogares en desventaja socioeconómica escuchan 1.4 millones de palabras menos en sus primeros años de vida. Es como un estanque de reserva que ha acumulado muy poca agua para el futuro.
Otro camino para que los niños desarrollen las habilidades lingüísticas es mejorar la calidad de la interacción padre-hijo cuando el padre le lee un libro. Este enfoque es fundamentalmente colaborativo: los niños son incentivados a participar activamente en el proceso de “compartir la lectura”. El adulto construye el diálogo, acerca del libro, aprovechando los intereses que pueda tener el niño. También capta su atención a través de diferentes tonos y vocalizaciones.
Experimento en el Reino Unido
En el primer número de 2023 de la revista científica Early Childhood Research Quarterly, investigadores de Cambridge junto a colegas de otras universidades, publicaron la evaluación de impacto de un programa que intenta fomentar las habilidades lingüísticas de los niños.
Tomaron 228 familias que asistían a centros para la primera infancia, con niños de 2 a 4 años de edad. Al azar dividieron las familias en dos grupos. 110 familias al grupo de “tratamiento” (es decir, familias que iban a ser “tratadas” por el nuevo programa de promoción de las habilidades lingüísticas de los niños). Y 108 familias se asignan al grupo de “control” (son familias que simplemente siguen asistiendo al centro para la primera infancia de siempre).
La estrategia para medir la efectividad del nuevo programa es comparar a los niños de ambos grupos (“Tratados” —los que fueron invitados a participar del programa— versus “Controles” —los que no fueron invitados al programa—).
Funcionó. El programa fue efectivo, tanto para los padres como para los hijos. Mejoró la capacidad de los padres de conectar con sus hijos y la capacidad de motivarlos. Y los niños mejoraron en atención, en lenguaje receptivo y en lenguaje expresivo.
El programa en detalle
El programa fue diseñado como una adaptación de uno aplicado en Estados Unidos y en Sudáfrica. Sesiones semanales, pero en grupos chicos, unos seis padres por grupo. El corazón del programa estaba en entrenar a los padres en cómo enganchar a los hijos con la lectura, como atraer su interés y dialogar sobre la lectura, y no simplemente leer un libro.
El programa se aplicó en las instalaciones de los centros para la primera infancia a los que ya acudían los niños. Mientras los padres asistían a las charlas del programa en un aula, los niños quedaban en otra aula cercana jugando con alguna persona del centro educativo.
Dos personas formadas para este programa —llamados facilitadores— lideraban las sesiones con padres. Para asegurar la calidad de las sesiones, existían también supervisores que semanalmente pasaban por los grupos y ayudaban con dificultades que podían ir surgiendo. La extensión de las sesiones era de 50 minutos. Luego de las sesiones, los padres y sus hijos se reúnen uno a uno con los facilitadores del programa.
En cada sesión, se usaban presentaciones y videos para que los padres vean buenos ejemplos de padres dialogando con sus hijos a medida que les leen un libro, captando la atención de los niños a través de vocalizaciones o de comentarios cercanos a los intereses de sus hijos. Durante las sesiones, el facilitador invita a los padres a comentar los videos y a intercambiar opiniones sobre las diferentes técnicas que se aprendieron en la sesión.
Cada una de las siete sesiones está asignada a un libro para niños y a un tema. Por ejemplo, en la segunda sesión se trabaja en construir el diálogo con el niño apoyándose en lo que el niño dice y conectando el contenido del libro con la propia experiencia del niño. Otro ejemplo: en la cuarta sesión se trabaja en subrayar las expresiones emocionales de los personajes que aparecen en el libro.
Pistas a los padres
Los libros suelen tener muchos dibujos, poco texto y son muy sencillos de leer, porque está demostrado que en esas edades tempranas de la niñez son los mejores libros para fomentar las interacciones padres-hijos, para realmente dialogar, incluso sobre los estados emocionales de los personajes que aparecen el libro.
Los padres se llevan a sus casas los libros que usaron en las sesiones esa semana, junto con unas tarjetas que contienen breves recordatorios sobre los principales puntos aprendidos en la sesión. Se anima a los padres a que apliquen lo aprendido en sus casas y, cuando vuelvan a la próxima sesión, que cuenten cómo les fue con la aplicación de las técnicas. Así, durante las siete semanas que dura el programa. A los dos o tres meses que terminó el programa, se le envía al padre un nuevo libro con una nueva tarjeta con recordatorios para aplicar. Es un empujoncito final para que no se olvide de poner en práctica lo aprendido, aunque haya terminado el programa.
Aprendizajes
Para aplicar en Uruguay. En los programas de lecturas de los centros educativos de primera infancia. Fomentar que los padres dialoguen más con los hijos, a través de la lectura compartida. Mejores habilidades lingüísticas hoy, más posibilidades académicas y laborales mañana.
(*) Decano de la Facultad de Ciencias Empresariales, Universidad de Montevideo.