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La quita de deuda parece inevitable

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El presidente Alberto Fernández sorprendió a la Embajada de Israel al anunciar que viaja a la reunión de líderes. Foto: Reuters

ANÁLISIS

Si alguien tiene una deuda y quiere renegociar plazos de pago y condiciones, al momento de ir a negociar no puede decirle: dame más plazo para pagarte que cuando ponga en orden mi empresa te pago.

Desde el gobierno de Argentina vienen insistiendo que antes de poder presentar un plan económico detallado, tienen que resolver el problema de la deuda externa. Francamente luce bastante poco convincente ese argumento, porque para poder resolver el problema de la deuda externa es necesario presentar un plan económico para explicarle a los acreedores cómo se les va a pagar.

Si alguien tiene una deuda y quiere renegociar los plazos de pago y las condiciones, al momento de ir a negociar no puede decirle: dame más plazo para pagarte que cuando ponga en orden mi empresa te pago. Lo que tiene que hacer el deudor es ir a ver al acreedor y decirle: hoy no puedo pagarte, pero este es mi plan de reconversión de la empresa que me permitirá mejorar mi flujo y así poder pagarte.

No se convence a los acreedores con discursos de buena voluntad y promesas de pago, sino con un plan que le permita al acreedor tener una visión general del negocio del deudor y evaluar si puede pagar.

Obviamente que en el caso del sector privado siempre puede haber garantías reales que ofrece el deudor al acreedor o bien embargo de sus cuentas bancarias. En el caso de las deudas estatales con extranjeros, no hay posibilidad de embargo más allá de algunos bienes muy especiales como el avión del presidente u otra cosa por el estilo, pero el acreedor no puede pedir que le embarguen la cuenta bancaria al estado cuando cobra los impuestos para hacerse de los pesos y comprar los dólares para cobrar.

En este sentido, también hay que reconocer que los acreedores juegan con el dinero de sus inversores y suelen apostar a más riesgo país para apalancar sus utilidades. No invierten un porcentaje muy alto de su cartera en papeles Argentinos, pero si les va bien tiene una rentabilidad alta.

Economía y Mercado
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El cuadro de la foto compara el resultado fiscal de 2018 y 2019. El primer dato a tener en cuenta es que los intereses de la deuda (sin incluir la deuda intrasector público) fueron 2,7% del PBI en 2018 y 3,5% del PBI en 2019. El año pasado, siempre sin incluir los intereses intrasector público, se pagaron US$ 14.661 millones en concepto de intereses, esto quiere decir que para poder afrontar el pago de los intereses de la deuda, de seguir este ritmo, habría que generar un superávit primario (superávit antes del pago de los intereses de la deuda pública) de 3,5% del PBI.

El año pasado se pagaron intereses de la deuda pública por US$ 14.661 millones y el resultado primario de 2019 arrojó un déficit fiscal de 0,6% del PBI. O sea que habría que remontar casi 4 puntos de resultado fiscal para poder pagar los intereses de la deuda pública.

Pero atención que el déficit fiscal primario de 2019 de 0,6% del PBI se logró, en primer lugar, con un aumento de los ingresos fiscales en términos reales a pesar de la recesión. Los ingresos tributarios aumentaron el 56% contra una inflación del 54%, así que el incremento fue levemente positivo en términos reales, fundamentalmente por la devaluación que generó un aumento de los ingresos por derechos de exportación, al tiempo que estos también aumentaron anticipándose exportaciones antes de la llegada del kirchnerismo al gobierno para evitar que les cobraran más retenciones, como finalmente ocurrió.

Es decir, hubo un aumento de ingresos tributarios extraordinarios que repercutirá sobre los ingresos fiscales de 2020.

En segundo lugar hubo una fuerte licuación del gasto en sueldos y en jubilaciones. La masa salarial de la administración pública aumentó el 34% contra una inflación del 54%, una caída en términos reales del gasto en personal de 20 puntos porcentuales.

Por el lado de las jubilaciones y pensiones, en términos nominales ese rubro tuvo un aumento interanual del 44,5% contra una inflación del 54%, otra caída en términos reales de 10 puntos porcentuales.

La obra pública quedó prácticamente paralizada con un incremento nominal anual de solo el 12,4%.

De manera que el déficit fiscal se achicó básicamente en base a licuación de sueldos, jubilaciones, obra pública y algo de ingresos tributarios extra de rebote por la devaluación. Ahora bien, el actual gobierno descree de las reformas estructurales y por lo tanto está apuntando a licuar el gasto, lo cual va en contra de su promesa de ponerle plata en el bolsillo a la gente.

Más bien le van a sacar con impuestos, nacionales y provinciales, licuando jubilaciones y salarios públicos. También caerá el salario real en el sector privado por la crítica situación de las empresas. Y esto puede traer algún tipo de conflictividad social o llegar muy mal parados a las elecciones de medio término.

Volviendo al tema de la deuda pública, considerando que si se logra un superávit primario de 1% del PBI sería una hazaña, con eso se podría pagar un 30% de los intereses de la deuda que se pagaron el año pasado. De manera que crece la posibilidad de una quita de intereses, de capital, de una mezcla de las dos anteriores o bien de un default liso y llano.

Si Alberto Fernández quiere hacer populismo, va a necesitar muchos recursos y no los hay. No hay viento de cola, ni activos para consumir y este año la economía seguramente se va a mantener en recesión. Aun en el escenario que los acreedores le acepten una quita de la deuda o de los intereses, no sé si el mercado le va a financiar el gasto público como lo hizo con Macri.

Todo un interrogante sobre cómo harán populismo sin recursos. Sus promesas de campaña de ponerle plata en el bolsillo a la gente ya se esfumaron a 2 meses de haber asumido la presidencia y no hay posibilidades a la vista que pueda lograrlo.

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Roberto Cachanosky

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