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La herencia: lucro cesante y daño emergente

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Foto: Pixabay

OPINIÓN

He utilizado aquí antes estos conceptos, tomados del Derecho, para referirme a la situación económica.

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El daño emergente es el perjuicio que surge directamente de una acción u omisión, mientras que el lucro cesante es lo que se deja de obtener como consecuencia de esa acción u omisión. Si choco a un taxi, el daño emergente es el costo de su reparación y el lucro cesante son las ganancias no percibidas durante su período en el taller.

En la economía, las acciones y las omisiones pueden también generar daños emergentes y lucros cesantes. Repasemos unos y otros, dentro de lo que será la herencia que recibirá el próximo gobierno.

Comencemos con los daños emergentes que, mayoritariamente se encuentran en la macroeconomía. Daños emergentes de la adopción de malas políticas y de la inacción para ajustarlas y corregirlas a tiempo.

Allí destacan los temas referidos en mi columna de hace dos lunes, en los que hubo flagrantes incumplimientos de metas en este quinquenio: el déficit fiscal en 5% del PIB, el doble del proyectado en la Ley de Presupuesto de 2015 y la deuda como porcentaje del PIB, con un error de estimación de casi nueve puntos del producto desde aquella instancia a hoy, transitando un camino de insostenibilidad que tiene amenazado al grado de inversión.

En el ámbito fiscal también se destacan varios inconvenientes: la indexación de los salarios públicos, la alta proporción de gasto endógeno, el elevado número de funcionarios, subsidios “kirchneristas” en la salud y el transporte.

Esa situación fiscal ha coadyuvado a un notorio “atraso cambiario” con todos los mercados, situado en promedio en 20-25%, lo que ha contribuido al estancamiento de la actividad económica privada, que lleva cinco años en los que la tasa de empleo ha caído en tobogán, situándose en los últimos 12 meses en niveles similares a los del año finalizado en marzo de 2008. Naturalmente, también la inversión ha recorrido un camino similar en los últimos años y en 2018 se ubicó en magnitudes inferiores, en términos del PIB, a la de 2004.

También me referí hace dos semanas al sistemático incumplimiento de la meta de inflación, que nos ubica entre los países con más inflación en el mundo, a pesar de ser baja en términos de las últimas seis décadas en nuestro país. Pero ocurre que los contrarios también juegan y la inflación ha bajado en todo el mundo. Esto nos ubica en un escenario que puede ser definido como de “estanflación”, o sea estancamiento económico con inflación. Y la última vez que estuvimos en esa situación, en los años '60, la historia no terminó bien.

Mientras tanto, los lucros cesantes abundan en las políticas de tipo estructural y se deben a omisiones: la postergación reiterada de encarar reformas y el mantenimiento de políticas con resultados insatisfactorios.

Allí tenemos el caso de la enseñanza pública, con un claro aumento de recursos tanto a precios constantes (o sea en términos de poder de compra) como en porcentaje del PIB, pero con resultados que siguen siendo pésimos. O el caso de la inserción internacional, donde la ideología de la dirección del Frente Amplio nos ha privado de avanzar en acuerdos que nos permitan cobrar más por nuestra producción.

Por otro lado, las principales empresas estatales, las del sector de la energía, muestran resultados insuficientes que no alcanzan a remunerar razonablemente el capital que tenemos invertido en ellas. No son conocidos los resultados individuales de sus diferentes actividades y las unidades reguladores no parecen tener el poder suficiente como para marcarles la cancha. No se conocen los fundamentos ni los retornos esperados de algunas de sus inversiones, lo que llegó al extremo en el segundo gobierno del FA, cuando desde el equipo económico se reclamó la natural injerencia que les fue negada desde arriba.

En cambio, ha habido daño emergente para la actividad económica desde una mala regulación laboral, lo que ha dado lugar a una cancha flechada a favor de sindicatos afines al gobierno, hasta el extremo de incumplir las recomendaciones de la OIT.

Mientras tanto, en el caso de la seguridad social, que casi un cuarto de siglo después de su reforma debe volver a ser actualizada, tenemos de los dos tipos de problemas: hay lucro cesante, sin dudas, por la postergación de la reforma, pero al mismo tiempo hay daño que emerge de leyes que fueron verdaderos goles en contra que agravaron la situación del sistema: la ley de flexibilización de 2008, y la de los “cincuentones”.

Todo esto, además de carencias en infraestructura vial y ferroviaria, por falta de inversiones que muy recientemente se han reactivado. Y de un sector no transable que debe ser sacudido de su modorra mediante cambios en regulaciones que lo vuelvan más competitivo.

A propósito de herencias, resulta clave que un gobierno que se inicia las exponga con claridad y firmeza. Es habitual que los errores de un gobierno los termine pagando el siguiente y que, en tal caso, las críticas lluevan sobre el que toma las medidas impopulares para pagar la cuenta de la fiesta que otro disfrutó. Por esto se debe denunciar la herencia y es más fácil hacerlo cuando cambia el partido a cargo del gobierno, que parece ser el caso aquí y ahora. Porque motivos los hay y en abundancia.

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