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¿Los aranceles son herramientas permanentes para el comercio?

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Donald Trump y Xi Jinping. Foto: Reuters
Damir Sagolj

Quizás esas tasas sigan aumentando 

Al principio, los aranceles del presidente Donald Trump se consideraron como un garrote para obligar a otros países a disminuir sus barreras comerciales. 

Sin embargo, parecen cada vez más una herramienta permanente para proteger a la industria estadounidense, obstaculizar las importaciones y eliminar un déficit comercial indeseable.

A más de dos años del gobierno de Trump, Estados Unidos se ha presentado como un país con la tasa arancelaria más alta de los países desarrollados, superando a Canadá, Francia y Alemania, así como a China, Rusia y Turquía. Además, con otras confrontaciones comerciales a la vista, quizás esta tasa no haga más que aumentar a partir de ahora.

La pasada semana, el presidente siguió pregonando su guerra comercial con China, diciendo que el 25% de los aranceles que impuso a los productos chinos con un valor de 250.000 millones de dólares beneficiarían a Estados Unidos, y que buscaba “vehementemente” imponer aranceles adicionales a casi todas las importaciones chinas.

“Creo que todo va a resultar extremadamente bien. Nos encontramos en una posición muy fuerte”, afirmó Trump en sus comentarios desde los jardines de la Casa Blanca. “Nuestra economía está de lo mejor, la de ellos no tanto. Hemos crecido billones y billones de dólares desde las elecciones; ellos han descendido mucho desde mi elección”.

Calificó el conflicto comercial como “una pequeña riña” e insinuó que no tenía prisa por terminar su disputa, aunque ofreció la posibilidad de que se llegara a un acuerdo cuando dijo: “Ellos quieren que hagamos un trato. En definitiva, eso podría suceder”. Los mercados de valores se recuperaron el martes, después de caer el lunes cuando China y Estados Unidos retomaron su guerra comercial.

Podría haber más aranceles. Trump tenía hasta el último viernes para determinar si Estados Unidos seguiría con su amenaza de imponer aranceles globales a los automóviles, medida que han criticado las empresas automotrices y los legisladores extranjeros. Además, pese a las quejas por parte de los legisladores republicanos y de las empresas estadounidenses, los aranceles globales a los metales impuestos por Trump siguen aplicándose a Canadá, México, Europa y otros aliados.

Las barreras comerciales están poniendo en una posición extraña a Estados Unidos, antes un firme defensor del libre comercio global. Según Torsten Slok, el economista en jefe de Deutsche Bank Securities, ahora el país tiene un 4,2%, la tasa arancelaria ponderada general más alta, más arriba que cualquiera de las del grupo de los siete países más industrializados. Esta es más del doble que la tasa de Canadá, el Reino Unido, Italia, Alemania y Francia, y más alta que la de casi todos los mercados emergentes, incluyendo Rusia, Turquía e incluso China, comentó Slock.

Este cambio está teniendo consecuencias para una economía estadounidense que depende del comercio global, la cual incluye a empresas multinacionales como Boeing, General Motors, Apple, Caterpillar y otras compañías que adquieren sus componentes del exterior y desean tener acceso a mercados del extranjero en crecimiento.

A pesar de que en Estados Unidos el comercio representa un porcentaje más pequeño de la economía que en la mayoría de los demás países —solo el 27 por ciento en 2017, en comparación con el 38 por ciento en China y el 87 por ciento en Alemania, según datos del Banco Mundial— sigue siendo un motor fundamental de empleos y crecimiento económico.

Trump y sus asesores económicos señalan que la política comercial del gobierno está ayudando a la economía, a las empresas y a los consumidores de Estados Unidos. Además, a pesar de su postura severa, el gobierno sigue diciendo que su meta es llegar a acuerdos comerciales que ofrezcan a las empresas estadounidenses mejores términos comerciales en el extranjero.

En una conferencia de prensa la semana pasada, Steven Mnuchin, secretario del Tesoro, reconoció que las políticas comerciales del presidente han ayudado al crecimiento económico hasta ahora y señaló que el gobierno apoya el “comercio recíproco libre y justo”.

No obstante, si la meta es en verdad un comercio más libre, el gobierno nunca ha estado más lejos de alcanzarla de lo que lo está actualmente, comentó Chad Bown, investigador principal en el Instituto Peterson para la Economía Internacional. “Se están moviendo en la dirección contraria”, afirmó Bown.

Excepto una actualización al acuerdo de Estados Unidos con Corea del Sur, no se ha concluido ningún otro acuerdo de libre comercio. Las modificaciones que hizo Trump del Tratado de Libre Comercio con Canadá y México siguen esperando su aprobación en el Congreso, mientras que las conversaciones comerciales con la Unión Europea y Japón han tenido problemas desde el principio, pues los gobiernos han estado riñendo sobre el alcance del acuerdo.

Michael Strain, director de Estudios sobre Política Económica del American Enterprise Institute, comentó que la explicación más sencilla es creerle al presidente cuando dice que es proteccionista.
“Esas son las palabras que están empleando, y esas son las medidas que están tomando”.

Aunque Estados Unidos y China todavía pueden llegar a un acuerdo que revocaría muchos de los aranceles, esa probabilidad, al parecer, se ha reducido en semanas recientes. El avance hacia un acuerdo se interrumpió repentinamente este mes cuando China se retractó de algunos compromisos y Trump amenazó con seguir poniendo aranceles más elevados. “Teníamos un acuerdo ya casi listo, y luego ellos lo rompieron”, señaló el martes.

Las dos partes siguen sin ponerse de acuerdo sobre si las cláusulas del acuerdo deben plasmarse en las leyes de China. Pero también están debatiendo sobre los aranceles de Trump, los cuales tenían el objetivo de presionar a los chinos para que aceptaran términos comerciales más favorables para Estados Unidos. China insiste en que esos aranceles deben suspenderse cuando se llegue a un acuerdo, pero el gobierno de Trump quiere mantener algunos de ellos a fin de garantizar que China cumpla sus compromisos.

Canadá y México han presionado en repetidas ocasiones al gobierno para que elimine sus aranceles al acero y al aluminio ahora que terminaron las negociaciones sobre la modificación del Tlcan. Los tres países firmaron el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá en noviembre, pero el acuerdo está en espera de la aprobación de las tres legislaturas.

El gobierno de Trump aún ve los aranceles como un recurso para presionar en caso de que tenga que exigirle a Canadá y a México cambios finales al acuerdo. Sin embargo, los funcionarios canadienses y mexicanos —así como muchos en el Congreso— señalan que los impuestos en realidad son un impedimento ya que las tres legislaturas se negarán a concluir el tratado mientras estos se mantengan.

Un estancamiento similar podría tener lugar pronto con la Unión Europea, a la cual Trump ha acusado de ser un “socio comercial cruel” y “más duro que China”. El presidente, quien desea que Europa abra sus mercados a los agricultores y a las empresas de Estados Unidos, ya ha impuesto aranceles a los metales europeos y está amenazando con tasar un 25% a las importaciones de autos y autopartes europeos si el bloque no le otorga a Estados Unidos mejores condiciones comerciales.
Europa no se ha visto demasiado perjudicada por los aranceles de Trump sobre el acero y el aluminio. No obstante, los aranceles a los automóviles dañarían a la industria más importante de Alemania, la cual posee la economía más grande del continente. Los funcionarios europeos considerarían los aranceles a los automóviles como el rompimiento de una tregua que lograron el año pasado con Trump, y han dicho que se negarían a negociar mientras se mantuvieran los aranceles a los automóviles.

Cecilia Malmstrom, la comisionada comercial de Europa, volvió a decir el lunes que la Unión Europea había preparado una lista de productos estadounidenses con un valor de 22.500 millones de dólares —la cual incluye la salsa ketchup, las maletas y los tractores— a los que de inmediato se les impondrían aranceles como represalia. “Estamos preparados para lo peor”, comentó Malmstrom en una entrevista para el periódico alemán Süddeutsche Zeitung.

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