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Es alcalde de Sarandí del Yi, tiktoker, fanático de los viajes y sueña con comprar un terreno en Filipinas

Un compañero de facultad invitó a Carlos Luberriaga a conocer Asia en 2015 y desde entonces vuelve cada año. Dejará atrás la política y sueña con vivir seis meses en Uruguay y seis en Filipinas.

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Selfie de Carlos Luberriaga en el Taj Mahal.
Selfie de Carlos Luberriaga en el Taj Mahal.

El idilio de Carlos Luberriaga (36) con Asiase remonta a 2015, cuando Juan Andrés, un compañero de facultad, le propuso hacer casi 20.000 kilómetros para conocer ese continente. El hoy escribano y alcalde de Sarandí del Yi ahorró un año entero para comprar el pasaje -la vida allá es económica pero el aéreo es caro- y al llegar se encontró con un mundo tan desconocido como fascinante. Lo deslumbró la cultura y desde entonces pide licencias sin goce de sueldo y ahorra con el único fin de volver una o dos veces al año.

Lleva visitados 15 destinos: Tailandia, Malasia, Singapur, Indonesia, India, Camboya, Vietnam, Hong Kong, Macao, Myanmar, Corea del Sur, Japón, Sri Lanka, Las Maldivas y Filipinas. Este país insular que fue colonia española se convirtió en su lugar en el mundo. Fue en El Nido (municipio en la isla de Palawan famoso por sus paradisíacas playas), que en 2015 conoció a Nilda y se convirtió en su segunda mamá (ver recuadro). Ella le enseñó todo lo que sabe de la cultura filipina, le contó curiosidades -que este país donde se habla tagalo es el más católico de Asia, por ejemplo- y le explicó cómo funcionan los negocios en esos lares.

Carlos suele ir a pasar las fiestas con sus amigos filipinos, tiene una moto para moverse allá y sueña con comprar un terreno y abrir un pequeño hostal en la playa junto a Nilda.

“Mi idea desde hace mucho tiempo es poder estar seis meses en Asia y seis meses en Uruguay. En algún momento lo voy a hacer, tenga o no tenga el negocio, porque Filipinas ya es parte de mi vida”, confiesa Carlos Luberriaga a Domingo, al tiempo que confirma que la política quedará atrás: “Es una etapa donde he aprendido y crecido mucho, pero termina en mayo de 2025. Y continúo con todos estos proyectos que tengo en mente para los que necesito tiempo”. Y confiesa: “Me ha servido para ver el mundo real porque uno acá ve lo lindo, lo muy lindo y las miserias, y lo que es el sistema político”.

Su lema es una frase de Gandhi -“vive como si fueras a morir mañana”- y también la escribió en la descripción de su perfil en TikTok (@carlosluberriagam), red social en la que se inició este año y no para de crecer. Con más de 126.000 seguidores, ya ingresó en la categoría de influencer sin proponérselo. El 20 de enero de 2024 aterrizó en Malasia y consideró que valía la pena mostrar el hermoso apartamento que había alquilado en Kuala Lumpur a un módico precio: valía US$ 50 diarios y tenía muchos servicios. Le llevó medio día editar la filmación casera por su inexperiencia, y esa vez dudó si subir el video o no por miedo a la reacción de la gente.

“Dije ‘pruebo y al que no le guste no lo mirará’. Quedé súper contento porque tuvo una muy buena repercusión: mucha gente me empezó a escribir y pasé de 6 a 500 seguidores en un día”, cuenta. Las consultas que recibía lo motivaron a seguir: ¿Por qué vas a Kuala Lumpur? ¿Dónde me recomendás quedarme? ¿Qué me recomendás ver? ¿Para dónde seguís? “Empecé a ver que había un público ávido de recibir información”, afirma. Se compró un micrófono en Malasia para mejorar la calidad del material y ahora cada vez que aparece algo que le parece novedoso o que pueda ser de utilidad, comparte un video con datos históricos, curiosidades (huevos violetas, asado en Japón o karaoke en Filipinas), piques de pasajes, alojamientos o restaurantes económicos y más. En Instagram es @luberriagacarlos

Segunda mamá al otro lado del mundo

Carlos y su amigo iniciaron la travesía por Asia juntos pero en cierto momento se separaron porque querían conocer lugares distintos. Si no la pasaban bien se escribirían para reencontrarse pero Carlos le agarró el gusto a viajar solo. Un día, mientras caminaba con su mochila por El Nido en busca de un hotel, divisó tres cabañitas de bambú y paja frente a la playa. Resultó que quedaba un cuarto libre con ventilador y en el desayuno se puso a charlar con Nilda, que regenteaba ese hotel. Generaron un vínculo muy cercano y Carlos vuelve todos los años a visitar a quien quiere como a una segunda madre.

Errante

Carlos Luberriaga desayunando junto a Nilda, su segunda madre, en Filipinas
Carlos Luberriaga desayunando junto a Nilda, su segunda madre, en Filipinas

El contenido de Carlos no se limita a Asia, también hay mucho material que recoge de sus paseos por el interior del país. Cada fin de semana sale con su termo y mate a hacer ruta y siempre se topa con historias interesantes de gente anónima, o sitios desconocidos que merecen ser descubiertos. Y enseguida arma un video para difundir y recomendar.

Carlos y sus hermanos (Juan Diego y Marianella) son viajeros de alma y heredaron ese espíritu aventurero de su madre Soledad. Él cursó hasta tercero de liceo, luego se mudó a Flores para hacer la Escuela Agraria, y hacía dedo para volver a su casa en Sarandí del Yi cada fin de semana. Está convencido de que en esos periplos en la zorra de un camión de ganado empezó a gestarse ese espíritu libre.

“Me encantaba esa aventura de ver si alguien paraba y nos levantaba de Flores a Durazno, de Durazno a Villa del Carmen y recién llegar a Sarandí del Yi. Era la parte de la semana que más me gustaba”, asegura quien al cumplir la mayoría de edad se trazó como meta recorrer los 19 departamentos y con 24 años completó el mapa de Uruguay viajando solo y en moto.

La primera vez que escuchó hablar de Filipinas fue gracias a David Peredes. Ese compañero de liceo era tartamudo e hizo una exposición tan magistral sobre ese país que Carlos la recuerda hasta hoy. Explicó con tanto detalle que lo transportó a Filipinas, esas imágenes quedaron en su cabeza, y cuando Juan Andrés lo invitó a sumarse a ese viaje de tres meses por Asia supo que era la chance de ir a conocer ese rincón del mundo.

Carlos Luberriaga en un bar japonés junto a dos amigos filipinos, y dos locales de Tokyo.
Carlos Luberriaga en un bar japonés junto a dos amigos filipinos, y dos locales de Tokyo.

Las playas y la naturaleza virgen de Asia lo cautivaron: “Me encontré con países súper seguros, gente muy cálida, uno puede andar tranquilo y disfrutar de su naturaleza exuberante”, elogia. Volvió de ese primer viaje donde se quedó en hostels de US$ 2 ó US$ 3 la noche y compartió habitación con gente de 15 nacionalidades distintas con la mente puesta en volver a Asia (aclara que solo una vez cambió el itinerario para acompañar a una exnovia a Sudáfrica). “Llegué y me puse a ahorrar inmediatamente para el pasaje. Mi padre es escribano y hacía gestorías”, dice.

Mucha gente le pregunta cómo hace para viajar tanto (se necesita tiempo y dinero) y él contesta que tiene amigos en distintos países y que se hospeda en sus casas: “La vida en Asia es muy económica: podés comer por un dólar en adelante”. Aclara que usa su licencia reglamentaria y otras veces pide sin goce de sueldo. “Mi prioridad uno, dos y tres es viajar. Apenas llego empiezo a ahorrar para el siguiente y hasta que no tengo el pasaje en la mesa de luz no estoy tranquilo”, dice.

En el intercambio con otros viajeros abrió su cabeza: “Viajar me ha mostrado que hay diversas formas de ganarse la vida y que hay gente que es muy feliz teniendo prácticamente nada y contagia esa alegría. Eso me gusta muchísimo de Asia: uno puede estar contento y pleno con un short de baño, chinelas y una remera disfrutando de la playa todos los días y no todo pasa por la ambición de querer más. Viajar me ha enseñado que hay otra filosofía de vida”, asegura.

No es casual que uno de sus tatuajes diga en hindi que todas las personas en todas partes sean libres, felices y prósperas, y el otro sea la expresión de gratitud Namaste. “Es un gracias a la vida, a mi familia, mis amigos, a las oportunidades que he tenido y que vienen. A cada lugar que llego estoy tocado por la varita”, resume.

Las redes abren puertas

Tenía TikTok descargado pero no lo usaba. Subió un video de un apartamento en Kuala Lumpur y pasó de seis a 500 seguidores en un día. En cuatro meses superó los 126.000. No le gusta ser catalogado como influencer, sino como creador de contenido: su meta es brindar información de calidad.

“Agradezco a cada una de las personas que me sigue y me escribe porque es muy raro para mí en tan corto tiempo tener tanta gente que esté expectante para ver qué subo o cuál es el video del día. Tengo una deuda de agradecimiento muy importante”, asegura quien contesta todos los mensajes. Si bien hasta ahora no lo ha monetizado, le llegan varias propuestas para hacer publicidady canje. Lo principal es lo que disfruta: “Es un cable a tierra donde estoy viajando sin viajar mientras hago un video o contesto una pregunta en mi casa”, dice.

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