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"El desexilio es más doloroso que el exilio"

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Numa Moraes, casi medio siglo en la canción folklórica (Foto: Ariel Colmegna)

De Curtina llegó a La Haya. Fue socio artístico de Zitarrosa y Benavides. Le puso música a poetas y voz a panfletos de poca vida. Hoy divulga el folklore desde el éter y en el aula.

LEONEL GARCÍA

"Mirá que Numa es mi nombre, no mi apodo. ¡No lo pongas entre comillas!", ríe Héctor Numa Moraes (66). Parado en el pasillo de las radios del Sodre, el cantante y guitarrista se hace tiempo para una anécdota de 1979 en Utrecht, ciudad holandesa donde vivió diez de sus doce años en el exilio.

"Estaba El Sabalero (José Carbajal) y le pregunta a mi madre, que andaba de visita: ¿Por qué le puso ese nombre a este abombado?. Y ella le contesta: Yo era fanática de las historias de Tarzán y le puse Numa por el león. ¡Yo, sorprendido! ¡Toda la vida convencido que había sido por el emperador (romano) Numa Pompilio! Y el Sabalero, que ya se había tomado unos cuantos vinos, le dice: Menos mal que no le puso Tantor, como el elefante...".

Numa remata la anécdota con una carcajada. Queda poco para que empiece a conducir En la tarde del Sur, su programa diario por Emisora del Sur. Trajo con él su guitarra Miranda, la que más le gusta, "la que se toca sin enchufar". Hoy hay un homenaje al maestro Abel Carlevaro. Es un resumen de su vida: música y afectos, comunicación y docencia, aparcerías artísticas y personales, exilio y desexilio.

Guitarra.

Numa Moraes nació en Curtina, Tacuarembó. A los ocho años, ya en la capital departamental, comenzó sus estudios de bandoneón en el Conservatorio Municipal fundado por el compositor vasco José Tomás Mujica. Este había sido profesor de Carlevaro y Héctor Tosar, y en la ciudad norteña tuvo una gran influencia en músicos y poetas como Washington "Bocha" Benavides. Numa le atribuye bastante responsabilidad a este maestro sobre la proliferación de artistas surgidos en Tacuarembó. Tras un tiempo en San Gregorio de Polanco, adonde su familia se mudó por el traslado de su padre, comisario, se metió de lleno en la guitarra, mundo del cual nunca salió. Era 1962.

"Mi profesor, Domingo Alvarenga, era muy amplio. Estudiaba música clásica pero también la de raíz folklórica". Numa escuchaba a Eduardo Falú, el Chango Rodríguez y Los Chalchaleros, pero también a Osiris Rodríguez Castillos, Daniel Viglietti, Los Olimareños y Alfredo Zitarrosa. Ya de muy joven se le daba muy bien eso de cantar y musicalizar textos ajenos, lo que interesó a su coterráneo Bocha Benavides, veinte años mayor, que en 1965 había publicado su libro Las milongas. "A él le llamó la atención lo mío, me invitó a su casa... y la cosa sigue hasta hoy".

Esta yunta vio sus primeros frutos en el disco debut de Numa Moraes. Del amor, del pago, del hombre, de 1968, tiene textos del Bocha, Gustavo Adolfo Bécquer y Manuel Acuña. Y sigue hoy, con la edición de Durandarte, Durandarte (2015) y el taller de Creación de Canciones en el Servicio de Bienestar Universitario.

Periplo.

Daniel, el "Tato", el mayor de los tres hijos de Numa, se llama así por Daniel Viglietti. Daniel Moraes (45), a su vez, fue la inspiración del cantautor para su Gurisito. Numa llegó a Montevideo en 1968 y siguió estudiando guitarra con Viglietti, quien a su vez lo puso a dar clases de canto popular en su conservatorio, Nemus; comenzaría una etapa docente que continúa hasta el presente.

"De Daniel aprendí su profesionalismo, su seriedad, ¡el no fumar ni tomar antes de cantar! Pero, claro, en esos tiempos no había mucho para estudiar", reconoce Numa. Pronto se vincularía al MLN-Tupamaros, aunque de forma periférica, a través del movimiento 26 de Marzo. Participaría de una marcha cañera, actuaría el Día de Reyes de 1971 en la cárcel de Punta Carretas antes de la fuga masiva y editaría, ese mismo año, su disco más conocido: La patria, compañero. Y aunque vivía entre amenazas de muerte, atizaba el fuego: "Yo grababa cosas muy elaboradas, de Nicolás Guillén o Circe Maia, pero también cantaba cosas muy panfletarias, muy directas. A esas no las grababa porque me daba cuenta que cumplían una función momentánea. Viglietti me decía: Yo no sé qué vas a andar cantando dentro de un año. Había una canción, La huella, que glorificaba a los tupamaros. Cuando se fundó el Frente Amplio me pidieron que no la cantara más".

—¿Se arrepiente de haber cantado canciones panfletarias?

—No, no me arrepiento de lo que viví.

En 1972, actuando en Buenos Aires, su suegra de entonces le dijo que lo mejor era que no volviera. Ya estaba requerido por su cercanía al MLN. Comenzaría un exilio de doce años por Argentina, Chile, Cuba (donde se quedarían su hijo y su mujer), Suecia y, finalmente, Holanda. Junto a varios colegas, Viglietti, el Sabalero, Marcos Velazquez, empezaron a hacer giras artísticas que a la vez eran denuncias contra la dictadura.

"El exilio es terrible y dura para toda la vida. Pero yo era joven y tuve la suerte de tener ganas y poder estudiar. Allá me encontré con un alemán (Konrad Bohemer) que había comprado los derechos de La patria, compañero y lo iba a reeditar. Además, me encontré un uruguayo, Antonio Pereira Arias, como jefe de cátedra en el Conservatorio Real de La Haya. Acá no me venga con cancioncitas, acá va a tener que estudiar, me dice. Era amigo de Viglietti y había sido docente de mi primer profesor. Estar en Holanda me abrió la cabeza muchísimo, me permitió viajar a todos lados y escuchar música de todos lados. Claro, lo difícil fue no poder comunicarte con tu gente".

Retorno.

Numa regresó en 1984. Renacía el fervor democrático y el canto popular vivía un auge que se desvanecería con la vuelta a la institucionalidad. "Eso pasa siempre con los cambios. Cuando terminaron las dictaduras en España y en Portugal, el movimiento impresionante de cantantes que había prácticamente desapareció. Ya no eran necesarios. Acá pasó lo mismo: a Zitarrosa y a mí nos echaron del Palacio de la Música, de Orfeo...".

Toda vuelta, aun a la propia patria, tiene su costado dramático. "No sé si el desexilio es peor que el exilio pero sí es más doloroso. Te vas porque la alternativa es que te maten o te metan preso. ¡Entonces te vas o te vas! En Holanda tenía dos diplomas, una familia armada y un hijo (Milo) por nacer. Podía dar clases en cualquier conservatorio de Europa. Volver significaba dejar todo y empezar de nuevo".

Pero lo hizo. Su primera familia terminó con el exilio; la segunda, con el desexilio. "Lo que mi mujer ganaba en un año acá como secretaria (¡siendo profesora universitaria!) allá lo ganaba en un mes. Estuvo un año y se volvió". En el fondo de su casa, compartía las penas con Zitarrosa. "Él me dijo: Sé las que pasás. Si te tenés que ir, andate. Pero yo de acá no me voy más, y golpeó las dos manos en la mesa. Yo tampoco me voy. Entonces grabemos un disco juntos, me responde". Zitarrosa falleció el 17 de enero de 1989, sin llegar a ver ese trabajo conjunto, Sobre pájaros y almas.

"Washington Benavides es como un padre para mí; el mío murió en 1969. En todos mis momentos de dudas recurrí a él. Nunca me impuso nada, me guió de una manera mágica. Y Alfredo, de alguna manera, fue un hermano mayor. Siempre me trató como a un igual, siempre con sus ideas my firmes".

Su discografía, unos treinta títulos, siempre han mostrado su destreza en la guitarra y en ponerle música a los versos de otro. "Soy incapaz de hacer un texto. Tengo muy lindas ideas, ¡soy un genio para las ideas! Pero hay que saber poner las palabras. Sin embargo, tengo cierta facilidad para captar la música y el ritmo que tiene un texto. Lo pesco y lo desenrollo". En eso ha pasado su tiempo, que luego del desexilio le trajo otra hija, Cecilia (18), otra compañera, una casa en el Prado, una declaración de Ciudadano Ilustre de Montevideo (2008), una amplia labor docente y una faceta de comunicador radial iniciada en 1990. Varias vidas en una.

—Hace 45 años cantaba "La patria, compañeros/ la vamos a encontrar". ¿Tuvo suerte?

—No, la seguimos buscando. Eso se va encontrando y desencontrando. Se avanza, no se retrocede... pero hemos encontrado muchísimo.

“BELLEZA EN LA VARIEDAD”

Dar clases de guitarra fue su principal sustento desde su regreso al país. Hace más de 20 años que lo hace en la División Folklore de la Escuela Nacional de Danza. “Quiero que los estudiantes sepan qué ritmos hay, qué formas musicales hay y qué figuras tenemos. A mis alumnos les quiero inculcar el conocimiento, que no sean esquemáticos. La belleza de nuestra música está en la variedad. En un país tan pequeño no es lo mismo el canto al pescador del litoral, que pesca dorado, que ve a la Argentina en la otra orilla, que el canto al pescador en Rocha, que entra al océano en unos barcos que parece que se desarman, que pesca cazón y que no ve nada más que agua”. Actualmente está organizando con la Intendencia de Montevideo unos talleres que se van a realizar los jueves en la vieja estación Peñarol.

SUS COSAS

Un libro

Varios factores juegan para que Las puertas de la misericordia (2002), de Tomás de Mattos, sea su favorito. Está el afectivo, ya que el autor, fallecido este año, era tacuaremboense "y de la barra del Bocha". Lo maravilló lo "bien escrito que está" y "lo que debe haber estudiado" para esa obra. Además, quiere ponerle música.

Un objeto material

"¡Un banquito que era de Osiris Rodríguez Castillos! Era un banquito para los pies, tallado por él, con su nombre. Es una joya". Numa no tiene dudas sobre qué objeto rescataría de su casa en caso de incendio. El hombre de Curtina fue gran admirador suyo y grabó el disco homenaje Numa canta Osiris en 2001.

Un disco

Numa elige a Miguel Hernández, el álbum de 1972 en el que Joan Manuel Serrat le puso música al notable poeta de Orihuela. "Escuchar a Serrat cantando El niño yuntero es algo que emociona". Conoció personalmente al cantautor catalán, a quien le tiene gran estima. Ambos coincidieron este año en el homenaje a Alfredo Zitarrosa.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Numa Moraes, casi medio siglo en la canción folklórica (Foto: Ariel Colmegna)

NUMA MORAES

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