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Bibliotecas sin lectores

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La biblioteca de Ernesto Sábato reúne unos 6.000 volúmenes.

Las colecciones personales de Ernesto Sábato, Manuel Mujica Lainez y Tomás Eloy Martínez son conservadas por sus hijos pero no reciben público.

"Que otros se jacten de los libros que les ha sido dado escribir; yo me jacto de aquellos que me fue dado leer", dijo alguna vez Jorge Luis Borges. Los libros a los que se refiere, esos que lo hicieron soñar, lo inspiraron y lo instruyeron, pueden ser consultados hoy en la Fundación que lleva su nombre. Pero no corrieron la misma suerte, por ejemplo, las bibliotecas personales de otros grandes escritores argentinos como Ernesto Sábato, Tomás Eloy Martínez o Manuel Mujica Lainez, que sólo pueden mirarse pero no tocarse. Y desde cierta distancia, como se mira un cofre que guarda un valioso tesoro. La llave para abrirlo debería, según el sentido común, estar disponible. Pero no lo está.

Los hijos de Sábato, Martínez y Mujica Lainez llevan años buscando sin éxito quien financie y tenga la preparación adecuada para inventariar y clasificar los miles de libros que ellos vieron desde niños en las bibliotecas de sus hogares y que ahora serían el festín de investigadores y lectores en general. Ni las universidades de gestión pública o privada que dictan carreras afines ni los institutos de investigación o entidades de bien público han decidido hasta ahora tomar a su cargo este servicio. En tanto, sólo algunos pocos pueden gozar, aprender o interpretar los comentarios anotados en los márgenes, los subrayados, las marcas y las dedicatorias que otros autores célebres les escribieron.

Los libros de Manucho (Mujica) están encerrados en una habitación de su casona El Paraíso, en Cruz Chica, Córdoba. Sólo se los puede ver tras una puerta de rejas que impide el paso a ese cuarto al visitante de la casa-museo. "Da nervios ver eso. Es terrible. Una biblioteca muerta. Sería lo mismo que poner libros falsos. Además, en vida de mi padre esa puerta de hierro no existía", dice Ana Mujica, la única mujer de los tres hijos que tuvo el autor de MisteriosaBuenos Aires. Cuando Manucho murió, en 1984, dejó en su enorme biblioteca unos quince mil libros de los que quedan unos nueve mil doscientos. Los demás fueron robados a fines de los años noventa. También desapareció el inventario de la mitad de esos volúmenes.

En el salón de la Fundación Tomás Eloy Martínez, en el barrio de Boedo, en la ciudad de Buenos Aires, los cerca de diez mil títulos que el autor de Santa Evita conservaba divididos entre su vivienda porteña y la estadounidense se pueden ver más de cerca que los de Manucho. Pero sólo eso.

Los carteles que desde los estantes piden "no tocar" y la cámara de seguridad apuntando a la gran biblioteca logran intimidar al más curioso. Según el testamento de Martínez, que murió en enero de 2010, sus archivos y sus libros debían permanecer en un mismo lugar y disponibles para la consulta de investigadores, periodistas, escritores o estudiantes.

"Con su archivo personal hemos logrado cumplir su deseo, pero con la biblioteca todavía no porque no la tenemos inventariada", admite Ezequiel Martínez, el tercero de los siete hijos que tuvo Tomás con sus tres esposas y a quien el escritor designó su albacea.

Una escena parecida se repite en la casa de Santos Lugares, en la provincia de Buenos Aires, donde vivió Ernesto Sábato. No hay carteles, pero cuando Luciana y Guido Sábato reciben a los visitantes para guiarlos por la casa de su abuelo, les advierten que los libros no se tocan. Tal como los tenía don Ernesto, unos seis mil volúmenes están repartidos entre el estudio donde escribía y la biblioteca principal. Mario, uno de los dos hijos del autor de Sobre héroes y tumbas, contó: "Me he pasado los últimos cuatro años haciendo trámites y consiguiendo fondos, para que la casa pudiera abrirse a la comunidad, como un museo vivo". Pero, hasta ahora, nadie demostró interés. De ahí que la biblioteca de Sábato aún esté como cuando murió su dueño, en abril de 2011.

Los hijos de Mujica Lainez y Martínez coinciden en no sacar del país las bibliotecas de sus padres. "Mientras yo viva no se va a vender nada", asevera Ana. "Nunca pensé en vender la biblioteca. Quiero que sirva al fin que mi padre pidió. Generalmente las familias de los escritores fallecidos terminan vendiendo. Por eso no sabemos qué pasó con algunas de ellas como es el gran misterio de la biblioteca de Bioy Casares y Silvina Ocampo, que, según parece, está en una instancia judicial, en cajas en un galpón y que ha sufrido un saqueo importantísimo", acota Martínez.

Los libros de Borges, unos tres mil, están clasificados y disponibles a la consulta en la Fundación Internacional Jorge Luis Borges que dirige su viuda María Kodama. Pero la biblioteca personal de otros grandes escritores latinoamericanos aún continúa bajo llave. Es el caso de una parte de la biblioteca de Gabriel García Márquez sobre la que sus herederos aún no habrían tomado una decisión definitiva. Lo que se vendió a Texas fueron sus archivos personales. 

BENEDETTI A LA ESPERA

También están a la espera de ver la luz los libros del uruguayo Mario Benedetti. La Fundación que lleva el nombre del escritor fallecido en 2009 se propuso instalar su biblioteca personal, que tiene más de diez mil ejemplares, en una casa que se compró con el dinero de la venta del departamento donde vivía el autor. Así él lo había dejado dispuesto. En diciembre último aún se estaba reciclando ese inmueble y la Fundación lanzó una campaña de recolección de fondos para poder concluir esos trabajos. Por ahora, funciona en el edificio de la Asociación de Autores de Uruguay, en Montevideo.

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La biblioteca de Ernesto Sábato reúne unos 6.000 volúmenes.

LibrosSilvina Premat - La Nación

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