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Tres de Peter Handke para una lectura lenta

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Peter Handke
ALAIN JOCARD

Premio Nobel de Literatura 2019

Son novelas bien diferentes que no han envejecido.

En tiempos de economía de guerra, de crisis, hay que volver a los escritores que nos ofrecen, poéticamente, un cable a tierra. Es el caso de Peter Handke. Mientras se espera su última novela, La ladrona de frutas (Alianza, 2020) recién publicada en España, siguen apareciendo reediciones de sus libros importantes, en este caso tres novelas, Carta breve para un largo adiós, La tarde de un escritor, y El momento de la sensación verdadera. Tres que no han envejecido.

Crónica en América

Carta breve para un largo adiós trata de un viaje por Estados Unidos mientras el protagonista es perseguido por su ex mujer con un revólver. Publicado en Alemania en 1972, la obra toma como base un viaje real que Handke hizo en 1970, y llega ahora en edición de Edhasa con nueva traducción de Ariel Magnus, mucho más rioplatense que la traducción castellana que circulaba, la de Miguel Sáenz en Alianza.

Si bien es viaje de redención hacia lo más profundo, apelando a la clásica prosa poética de Handke, las referencias concretas abundan. Están las ciudades y sus habitantes (Nueva York, Filadelfia, Tucson), los compañeros de ruta (la estadía con Claire, su hija y la pareja de amigos), la presencia amenazante de su ex Judith (“y de pronto se me hizo completamente evidente y natural que Judith quisiera asesinarme”), los colores (la luz en los cuadros de Remington, los brillos de un avión de Braniff), Vietnam, los hippies y el robo violento que sufrió. “Caí en la cuenta que hasta ahora no había visto a casi nadie en Estados Unidos que estuviera sumergido en la contemplación de algo. Bastaba con ver una cosa para luego mirar hacia otro lugar. El que observaba algo más tiempo adoptaba enseguida la pose de un sabihondo. Tampoco las poblaciones se hallaban sumergidas en el paisaje, sino siempre construidas encima, se elevaban de su entorno y parecían erigidas por casualidad”.

Sólo cabe lamentar, a esta altura, el tiempo que perdimos leyendo a Baudrillard para comprender los vacíos de Norteamérica.

El escritor de paseo

En La tarde de un escritor, el personaje sale de paseo un atardecer de diciembre. Se pierde, merodea por las calles, y duda. Las cosas que percibe lo provocan. “La casa parecía deshabitada. Era como si estuviera reclamando que no solo se trabajara y se durmiera en ella, sino que también se viviera. Cosa de la que, sin duda, el escritor era incapaz desde hacía mucho tiempo, igual que de llevar una vida en familia”. Casi no hay, en esta novela, lugares concretos. Sólo la marcha, observando gestos: “se le había quedado grabada la forma de tocarse la muñeca, porque lo hacía con una delicadeza que solo posee la persona que teme a la desesperación”.

Le angustia su papel como escritor. “Ahora —y a diferencia de cuando soñaba— podía hacerse preguntas ordenadas sobre su problema —el problema de escribir, de describir, de narrar”. En ese sentido “reconocí mi derrota como persona adscrita a una sociedad; yo mismo me excluí de los demás para el resto de mis días”. Aunque lo saluden, le pidan autógrafos, lo “reconozcan”. Al principio “yo veía en el mundo que llevaba dentro una serie fiable de imágenes que me bastaba contemplar y exponer una tras otra. Pero con el tiempo se fue perdiendo la claridad de los perfiles y, aparte de mirarme por dentro, empecé a aguzar el oído. En aquellos tiempos la idea que me había forjado (…) era que, en lo más hondo de mí, me había sido confiado algo así como un texto original —mucho más fiable que cualquier figuración por no sufrir ningún desgaste a efectos del tiempo, en el cual ser y acontecer eran fenómenos constantes y simultáneos”.

Handke le dedica el libro a Francis Scott Fitzgerald, con quien ya había dialogado en Carta breve para un largo adiós mientras leía El gran Gatsby en el muy simbólico Hotel Algonquin de Nueva York. Es buena la traducción de Isabel García-Wetzler.

Asesino sin rostro

El protagonista de El momento de la sensación verdadera es Gregor Keuschnig, un diplomático austríaco en París que una mañana se levanta tras haber soñado que se convertía en un asesino. Aparece entonces su lado psicópata, esa faz que mantenía oculta porque debía enmascararse, vivir en sociedad, trabajar, mantener familia y afectos. Se distancia de todo y de todos, los convierte en objetos, hace daño; ya no logra reconocerse a sí mismo. No sabe quién es. Keuschnig, entonces, se percibe “como una cosa escandalosamente extraña que, sin embargo, todos conocían y de la que todos sabían todo (…) un híbrido al que todo el mundo señalaría —¡tan repugnante que habría que mirar para otro lado!” Cuando concurre al Palais de l’Elysée debe someterse a los controles de seguridad de rigor. Justo él, que ya no sabe quién es. Los policías lo cachean con profesionalismo. Pero de pronto “tembló. Al mismo tiempo su cara se vació, de puro autodominio temeroso. La gravedad vacía y pomposa de un fascista, pensó él mismo. El oficial lo miró asombrado y se rió brevemente con su compañero de una cara tan estúpida”.

El momento de la sensación verdadera, aquí traducida por Genoveva Dieterich, es una de las grandes novelas de Handke, y un texto particularmente duro con la diplomacia. Publicado en alemán en 1975, se anticipó en diez años a la furiosa campaña que Handke lanzó en 1986 contra Kurt Waldheim, el ex secretario general de Naciones Unidas que decidió volver a la política y logró ser presidente de Austria, aun cuando ya era público su papel en la Segunda Guerra Mundial como oficial de las SS deportando judíos de Grecia. Handke se apoyó en el dramaturgo austríaco Franz Grillparzer (1791-1872) para lanzar un misil contra toda la diplomacia de su país, a quienes considera “lo más horrendo de la sociedad humana” por su capacidad para negar el horror mirando hacia otra parte.

CARTA BREVE PARA UN LARGO ADIÓS, de Peter Handke. Edhasa, 2019. Buenos Aires, 190 págs.
LA TARDE DE UN ESCRITOR, de Peter Handke. Alfaguara, 2019. Buenos Aires, 114 págs.
EL MOMENTO DE LA SENSACIÓN VERDADERA, de Peter Handke. Alfaguara, 2019. Buenos Aires, 166 págs.

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