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Recuerdos de cine

Quentin Tarantino, el narrador violento que no pudo con “Bambi”: una autobiografía nostálgica

Opina de películas y directores, pero lo hace a la Tarantino, despertando en el lector amor u odio

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QUENTIN TARANTINO
Quentin Tarantino

por Mercedes Estramil
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Meditaciones de cine no parece la mejor traducción para el original Cinema Speculation, segundo libro de Quentin Tarantino, a quien cuesta asociar con el verbo “meditar”. Hay que decir que el contenido es superior al título en español. El creador de tanta tensión insoportable y violencia divertida que vimos en Pulp Fiction, Bastardos sin gloria, Kill Bill, Perros de la calle, Los 8 más odiados o Django desencadenado, ama u odia también cuando escribe, y no considera medias tintas; la narrativa exuberante, adrenalínica y violenta de sus películas se traslada a sus enfoques y recuerdos de cinéfilo de un modo contagioso.

El libro es una autobiografía del Tarantino espectador de cine: cuenta lo que vio, lo que le gustó y cómo se fue formando, de manera autodidacta, un producto terminado que sacudió al público y a la industria desde el lugar del enfant terrible, del parricida y el contestatario. Alguna vez dijo que a los sesenta años se iba a retirar del cine y se iba a dedicar a escribir. Está en fecha (nació en 1963), y considerando que en esta entrega habla del cine de los setenta y ochenta y apenas se autocita, le queda mucho material para exponer.

Un niño sofisticado. El contexto familiar de Tarantino determinó gran parte de su formación cultural atípica. Tony Tarantino, su padre, se fue antes de que él naciera. Su madre, la enfermera Connie McHugh, lo crio sola mientras seguía con su vida, compartiendo apartamento con una mexicana y una negra, cambiando de pareja asiduamente y yendo al cine todo el tiempo con sus hombres y con él. A los siete años Tarantino veía películas que los niños de su clase verían muchos años después y, lo más importante, las comentaba con los adultos.

En esos años estaba en auge el cine de explotación, productos contraculturales donde predominaba un muestreo colorido y sensacionalista de violencia, sexo, drogas, desnudos, horror, etc. El subgénero étnico más incisivo de ese cine fue el blaxploitation, en el que los protagonistas eran negros, y Tarantino señala que durante tres años su madre solo saldría con hombres negros. Lo llevaban a ver ese cine, claro. Pero lo crucial fue el consejo que su madre le dio cuando le prohibió ver una de esas películas (Melinda, de Hugh A. Robertson, 1972): “Verás, Quentin, es muy violenta. No es que eso lo rechace forzosamente. Pero no entenderías el argumento. Y, sin entender el contexto en que se desarrolla la violencia, estarías viendo la violencia por la violencia. Y eso no es lo que quiero”. En otra ocasión le dijo que era más preocupante ver las noticias que una película, consejo que sigue funcionando.

Para un chico en edad escolar, poder presumir ante sus compañeros de ver lo prohibido, era lo más. “Yo era sofisticado”, dice Tarantino, y también reconoce que hubo muchas escenas que lo perturbaron y le encantaron: “el mero hecho de enumerar las descabelladas imágenes violentas que vi de 1970 a 1972 horrorizaría a la mayoría de los lectores. James Caan, al ser tiroteado con ametralladoras hasta morir en el peaje, o Moe Greene al recibir un disparo en un ojo, en El Padrino. Aquel tío que la hélice del avión corta por la mitad en Catch-22”. Menciona varias más, pero remata con la película que sí lo afectó y a la que no pudo hacer frente, Bambi, y explica por qué: “Bambi extraviado al separarse de su madre, los disparos del cazador contra ella y el horroroso incendio forestal me afectaron más que cualquiera otra de las imágenes que vi en el cine (…). Por supuesto, el hecho de que Bambi pierda a su madre toca la fibra sensible de todos los niños. Pero creo que, incluso más que la dinámica psicológica de la trama, el inesperado giro trágico de la película fue lo que me causó tal conmoción. Los anuncios de la televisión no ponían de relieve la verdadera naturaleza de la película. Por el contrario, se centraban en las travesuras de los entrañables Bambi y Tambor. Nada me preparó para el desgarrador giro en los acontecimientos”. Esa preparación para lo sorprendente y demoledor, o para el efectismo creativo, la adquiriría en el futuro.

Otro star system. Buena parte de Meditaciones de cine es un viaje nostálgico por las alucinantes décadas del sesenta y setenta estadounidenses, por el cine de pura acción, sin comentarios. En capítulos sucesivos, Tarantino analiza y refiere anécdotas de sus películas preferidas, entre ellas Bullit (1968, Peter Yates), Harry el sucio (1971, Don Siegel), La huida (1972, Sam Peckinpah), Hermanas (1973, Brian De Palma), Daisy Miller (1974, Peter Bogdanovich), Taxi Driver (1976, Martin Scorsese), Rolling Thunder (1977, John Flynn), Hardcore (1979, Paul Schrader). Esos y otros títulos, directores, guionistas y actores, fueron la escuela viva de Tarantino, que comenzó como un “friki sabelotodo” y se convirtió en un profesional orejano que hace lo que quiere a cuenta y riesgo propio. Con la misma pasión defiende a Sylvester Stallone, al cine de “venganzamática” (ese en el que revientan al protagonista y luego se venga de todos a nivel dios), y al Almodóvar que en 1986 se dio el lujo de empezar Matador mostrando a un tipo que se masturbaba viendo films snuff. Y con la misma pasión le pega al narcisismo de Steve McQueen, a la infatuada Pauline Kael, o a Scorsese cuando se pone bobo y habla para las cámaras horrorizado de la violencia que destila su propia filmografía.

Merece un renglón aparte el capítulo homenaje al crítico Kevin Thomas, que desde las páginas de Los Angeles Times reseñaba films clase B y películas blaxploitation, haciendo una tarea de filtrado en esa cantera de donde surgirían los jugadores de primera división. Otro renglón para la admiración a los movie brats, esos jóvenes mocosos y contestatarios (Coppola, De Palma, Scorsese, Bogdanovich, Spielberg, Lucas, Schrader), y a los inflexibles de siempre (Lynch, Ferrara, Verhoeven, Cronenberg, Gilliam). Leyendo este libro, volver al cine de Tarantino es un poco mirarlo por primera vez, sabiendo de dónde nació y adónde quiere llegar, aunque el resultado siga siendo el mismo. Se lo ama o se lo odia.

MEDITACIONES DE CINE, de Quentin Tarantino. Random House, 2023. Barcelona, 418 págs. Traducción de Carlos Milla Soler.

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