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A Isabelle Stengers le preocupa la ciencia deshumanizada

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Isabelle Stengers

Qué ciencia queremos

El alegato de Isabelle Stengers no aporta soluciones, pero pone sobre la mesa los peligros de la ciencia actual.

Gustave Flaubert lo tenía claro cuando escribió Madame Bovary y a lo largo de esa novela sobre la más famosa adúltera de la literatura, fue contraponiendo las figuras de dos hombres igualmente endiosados y ridículos: el boticario y el cura. La ciencia y la fe, apariencias opuestas que certifican muchas veces fanatismos iguales.

Isabelle Stengers es química y filósofa de la ciencia nacida en Bruselas en 1949, y lo que pide, propone, manifiesta —en este y otros libros— es un STOP. El que aparece en la tapa, surcado por el grafiti OGM (sigla para Organismos Genéticamente Modificados). Es un STOP a la velocidad que el ser humano viene adquiriendo desde el siglo XIX, XX y XXI y que se traduce en un ataque a la tierra que habitamos y que esta —Stengers sostiene— repele cada vez con mayor vigor. La autora cuestiona por igual (o casi) tanto a los embanderados científicos que validan investigaciones dudosas desde su gueto sin mirar hacia afuera, como a los llamados “mercaderes de la duda” tan vilipendiados hoy desde el relato de la pandemia.

Respecto a lo primero, Stengers pone en duda el concepto de “libertad” de la ciencia, que no siempre está al servicio del ciudadano sino más bien de intereses económicos —privados o estatales— y corporativismos varios: “No creo que los científicos sean ‘ingenuos’ como gallinas bajo cuyo vientre uno vendría a sacar un huevo u otro para darle un valor nuevo, al servicio de la humanidad. Ellos saben perfectamente llamar la atención de aquellos que pueden hacer oro con sus resultados”, dice. En otras palabras: el científico no denunciará al que le da de comer, e ignorará todo lo que se oponga a los intereses a los que sirve. Stengers pone en duda la famosa “evaluación de pares”, que por un lado designa un elitismo vacuo y por otro hace correr a los investigadores una maratón frenética por competir, publicar (y con cuántas más páginas de bibliografía consultada mejor) y luego ser citados.

También señala el hecho indiscutible de que la ciencia pone sobre la mesa “verdades incómodas” que van en contra de nuestros deseos de felicidad, y eso alimenta a los escépticos, opinólogos, etc. El “alegato” de Stengers no da soluciones. Deja planteado el asunto en términos de esperanza. ¿En qué? En que tanto el científico como el que no lo es, hagan bien su trabajo pero tomando en cuenta la voz del Otro, antes de convertirse en misioneros furiosos de sus posturas. Flaubert: un capo.

OTRA CIENCIA ES POSIBLE. Manifiesto por una desaceleración de las ciencias, de Isabelle Stengers. Ned, 2019. Trad. Víctor Goldstein. Barcelona, 173 págs.

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