El inevitable paso al costado de Macri

Tanto en el radicalismo como en el PRO hay figuras con más voluntad de diálogo y más chances de alcanzar consensos indispensables.

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Como si se tratase de un rey que abdica generosamente su trono en pos de renovar la conducción del reino. Así reaccionaron dirigentes y precandidatos de Juntos por el Cambio (JxC) ante el anuncio de Mauricio Macri.

Fue un coro afinado en el elogio al expresidente y su decisión de no ser candidato en la elección presidencial de este año. Y tiene lógica que todos aplaudan un paso al costado que destraba cierta tensión interna.

También es comprensible que todos los precandidatos de JxC describan la decisión de Macri como un gesto de grandeza. Se trata nada menos que del fundador de la coalición y la figura clave de la victoria que la llevó al poder en el 2015. Pero eso no implica que de verdad haya sido un acto de grandeza y desprendimiento.

Macri hizo lo que debió haber hecho en la elección presidencial anterior. Ese era el momento de “abdicar” la candidatura que una mala costumbre política estableció: en el oficialismo, la candidatura le corresponde a quien ocupa la presidencia.

En aquel momento, JxC tenía más de un potencial candidato con mayor competitividad que Macri, quien sufría el desgaste acelerado que comenzó con la crisis del 2018.

Todas las encuestas mostraban que su decisión de ir por la reelección en las urnas del 2019, mejoraba claramente la posibilidad de triunfo opositor. La última chance que le quedaba al entonces presidente, es que Cristina Kirchner encabezara la lista opositora. Pero ella dio el paso al costado que implicó darle la candidatura presidencial a quien llevaba varios años criticándola con particular dureza: Alberto Fernández.

Esa jugada de la líder kirchnerista arrebataba a Macri la última excusa para ser nuevamente candidato a presidente. Con la lista opositora encabezada por alguien con imagen de peronista moderado y no cristinista, la candidatura de Macri condenaba al oficialismo a perder. Tenía que aceptar la debilidad que causaba a su fuerza política su empecinamiento con la reelección, pero no lo hizo, causando a JxC lo único que, en esas circunstancias, podía causarle: la derrota.

Si hubiera renunciado a la candidatura en el 2019, no solo habría mejorado la competitividad de su espacio político, sino que hubiera dejado mejor parada su propia imagen.

Ese no es el caso de la renuncia actual. Por cierto, el resonante fracaso político y económico del gobierno que armó la vicepresidenta con Alberto Fernández en la presidencia, agiganta las chances de ganar de cualquier candidato de la principal coalición opositora. Pero las encuestas coinciden en mostrar que Macri tiene menor competitividad que varios aspirantes a encabezar la lista opositora.

Más aún, para el expresidente existía incluso el riesgo de ser derrotado en las primarias de su espacio por varios de los que habrían sido sus contendientes.

Si fue mezquina y nociva para su coalición la candidatura con la que se empecinó en el 2019, una postulación presidencial suya en los comicios de este año sería inaceptable.

Es posible que Macri también haya aceptado otra realidad evidente. El gobierno próximo, si es de JxC y pretende hacer las reformas al Estado y a la economía que resultan cada vez más urgentes en Argentina, necesitará lograr consensos con la oposición para que los cambios no se impongan por confrontación.

La ausencia de consensos para implementar cambios imprescindibles fue lo que ahuyentó las inversiones en el gobierno anterior. De aquel clima de agresiva confrontación tiene la mayor responsabilidad el kirchnerismo, pero después del triunfo en los comicios legislativos de medio término, Macri desplazó a los dialoguistas de su equipo y gobernó con los halcones. El resultado: las inversiones no llegaron y el gobierno terminó llenando ese vacío con una deuda sideral.

Tanto en el radicalismo como en el PRO hay figuras con más voluntad de diálogo y más chances de alcanzar consensos indispensables.

Esas realidades tan visibles, así como las encuestas, demuestran que el paso al costado de Macri no fue un magnánimo sacrificio, sino simplemente una decisión inevitable.

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