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Perfecta trilogía: Iribarren, Dodera y Simone de Beauvoir

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Foto: Alejandro Persichetti

María Dodera brindó el 24 de diciembre, abrió La mujer rota, de Simone de Beauvoir, y vio a Gabriela Iribarren en la piel esa filósofa y escritora francesa. Llamó a la actriz y esa Navidad empezaron a trabajar sobre esta mujer que luchó contra la opresión.Convivieron día y noche con Simone durante seis meses, se armaron y desarmaron, y tras 16 versiones llegaron al texto Simone, mujer partida, que teje vida y obra de esta parisina en un monólogo emotivo. Las funciones del 1°,2,3 y 4 de agosto están agotadas, pero hay cuatro nuevas chances de ver el impecable trabajo de Ibarren en la sala Delmira Agustini del Teatro Solís:20,21,22 y 23 de este mes.

—Has hecho varios monólogos que cuentan historias de mujeres dirigida por mujeres: Elena Quinteros, presente (2003) con Marianella Morena, Locas (2010) con Lila García, Yocasta (2014) con Marisa Bentancur, De algún tiempo a esta parte (2016) con Mariana Wainstein, y ahora Simone, mujer partida con María Dodera, ¿qué te pasa con este género?

—Hay dos aspectos que me gustan del monólogo. El enorme trabajo creativo que se estableces con la directora: el uno a uno, ese intercambio permanente y constante. Y el gran entrenamiento que supone tener que crear un mundo, una atmósfera y contar una historia sosteniéndola sola con el público. Me estoy dando cuenta de que todos los monólogos que hice han sido bajo la dirección de mujeres. Se ve que la necesidad de poner todo el foco sobre la historia de una mujer es una inquietud más femenina.

—¿Qué sabías de Simone de Beauvoir antes de que María Dodera te convocara para hacer esta obra?

—Tenía información general sobre su pensamiento, su vida, su relación con Jean Paul Sartre, pero no había leído su obra. Fue un descubrimiento que habilitó el proceso de seis meses de trabajo.

—¿Cómo te acercaste a ella?, ¿qué querías conocer de esta profesora, filósofa y escritora francesa?, ¿qué te intrigaba?

—La obra surge porque María (Dodera) después de brindar en Noche Buena agarró de su biblioteca La mujer rota, y pensó en mí. Me llamó y en Navidad ya estábamos trabajando. Empezamos por leer ese monólogo que está recontra bien escrito y sintetiza su obra. Las dos llegamos a la conclusión de que era mucho más interesante recrear su vida, su pensamiento, su aporte y su personalidad que hacer solo ese monólogo. Su vida y su obra están estrechamente ligadas, así que al contar una contás la otra. Este espectáculo supuso un trabajo muy cocido entre el texto, la escena, el mensaje y el lenguaje.

—Simone nunca dejó de escribir en su diario, ¿lo leíste?

—Su obra está dividida en sus memorias, los ensayos que realiza sobre la mujer y la vejez, los libros de ficción y las cartas. Leí toda su obra para hacer este trabajo. Sus memorias cuentan su vida pormenorizada. Es una mujer increíble. Tiene una escritura absolutamente viva. Cuando la empezás a leer sentís una voz, y su lectura es muy reveladora. Te crea consciencia, te libera, te reafirma en el poder sobre el individuo y en la posibilidad de usar los espacios de libertad.

—¿Hubo algo que descubriste de su historia que te impactó más?

—Lo que más me impactó fue ver el rigor y la claridad con que expone la opresión del ser humano en su ensayo. Es una autora cuya lectura te genera consciencia.

—Al comienzo de la obra te referís en varias ocasiones a una foto, ¿trabajaste con ella?

—Trabajé mucho con la imagen. Si bien no las muestro al público, las tengo en el escritorio y son muy inspiradoras. Simone define el concepto de fotografía y nosotras nos basamos en él. El escritorio es un lugar donde ella permanecía horas y horas porque escribía mucho. Ahí estaba todo: su té, su vino, su espejo, sus libros, sus fotos, sus manuscritos. Pusimos mucho foco en eso. Es un lugar de dominio, donde transcurre su vida. Pasó mucho tiempo en hoteles, nunca fue muy apegada, ni tuvo demasiadas cosas, entonces el escritorio es un lugar principal.

—María Dodera aparece en un momento del monólogo y cuenta que dejaron los pedazos en cada ensayo, que se destruían para volver a construirse, ¿cómo lo hacían?

—Simone te interpela continuamente a través de su escritura. De alguna manera fue como reformularnos nosotras mismas como mujeres artistas en Uruguay. El lenguaje que se eligió tiene que ver con armar y desarmar: por momentos está Simone de Beauvoir, en otros aparece La mujer rota, también estoy yo y María (Dodera). Trabajamos en esa frontera con un margen muy chico de movilidad y con todos esos matices. Eso requiere una construcción y desconstrucción permanente.

—¿Hubo mucha introspección y cuestionamiento de parte tuya?

—Sí, de parte de ambas. Durante el proceso María y yo nos permitimos cuestionarnos todo de nosotras mismas. El trabajo surge de ese mirar para adentro. Simone cree en la libertad y las acciones emancipadoras en relación a la mujer y la opresión, Eso te lleva necesariamente a mirarse uno mismo. Es un efecto muy interesante.

—¿Qué efecto te provocó?

—Conectar con su lectura tuvo un efecto transformador. Me reafirmó y clarificó muchos conceptos. Durante el proceso no solo leí la obra, sino que vi todo lo que había en internet, entrevistas y documentales.

—¿Cuánto de aventura hubo en los ensayos?

—María empezó a escribir e intercambiábamos los textos. Llegamos a tener 16 versiones y tres horas de material. El punto más álgido fue condensar algo posible y sostenible que representara la totalidad. Fue muy difícil desprenderse. Lo vivimos como una aventura. Terminamos de concretar todo una semana antes. Además de la creación del personaje, la tesis del espectáculo consistía en aspirar a conectar con cada una de las personas que ingresan a la sala y generar una experiencia entre todos los que participamos. Si bien lo habíamos probado con público amigo y compañeros, comprobar que funcionaba en la sala y que habíamos cumplido con nuestra tesis fue muy poderoso.

—Simone recibe al público en la puerta, es la anfitriona. La gente se sienta, hablan, nadie ingresa callado ¿Qué te sucede mientras esperás que se acomoden en las sillas?

—Todas las obras requieren distinto tipo de concentración. Acá parte de la concentración está en la conexión primaria que establezco con cada una de las personas. Ahí empieza mi trabajo. Requiere de gran distensión y tranquilidad. Lo disfruto muchísimo. Es parte de lo que va a venir después. Ya empieza el espectáculo y es grato recibir uno por uno a los que entran a la sala. Tomo esa experiencia para el resto de la obra.

—Desde esta sala del Solís se ve la terraza, el exterior,y el público acompaña tu movimiento. Le hablás a la gente, te metés y caminás entre las sillas, ¿qué buscás en esas miradas y gestos?

—Realmente me conecto con los espectadores a quienes me dirijo. Es un vínculo personal que se establece por segundos. Eso genera un efecto en mí y tengo que poder conjugar la actuación con esa conexión que es real y sucede en ese instante. Requiere un gran dominio y tener muy integrado todo lo que ocurre en la escena. Podría decirte que sin saber el nombre de muchas personas con las que me vinculo llegué a tener un contacto profundo. Se da un conocimiento.

—Simone se pregunta varias veces qué es ser mujer, ¿vos te lo has cuestionado?

—Siempre he tenido una mente muy abierta en ese aspecto y una visión igualitaria de la mujer. Me he cuestionado más que nada el machismo, no tanto qué es la mujer. No ha sido un conflicto en mi experiencia personal, pero lo tengo muy claro porque veo la realidad y sé lo que es vivir en una cultura machista.

—¿El mundo todavía pertenece a los hombres?

—Todavía sí. Los avances en estos dos últimos siglos han sido vertiginosos pero si lo mirás en el contexto de la humanidad y no solo de Occidente, el machismo es algo que aún se impone. Si bien la mujer está ganando igualdad en materia de derechos, es un problema con el que convivimos. Simone apela a trabajar sobre nosotras mismas y resalta cómo la mujer debe tener un papel de solidaridad como género y construir acciones emancipadoras.

—Mujer no se nace, se hace, dice Simone de Beauvoir, ¿estás convencida de esa frase?

—Estoy convencida de la construcción cultural. Creo que el libro El segundo sexo de Simone de Beauvoir tendría que estar en el bachillerato porque aborda el tema desde el origen de la humanidad y permite ver el problema en su conjunto: qué es ser mujer, cuántas mujeres se han construido y descontruido a lo largo de la historia. Simone dice en su obra que si bien se explica el dominio de lo masculino por la fuerza física, los medios de producción y otros factores, no hay razón para que un género oprima a otro. Ella se pronuncia en contra de todo tipo de opresión: por raza, condición social, género y sexualidad.

—Simone habla de poner a la mujer frente a sí misma, ¿lo hiciste durante el proceso?

—Nos pusimos permanentemente frente a nosotras mismas. Parte de nuestro intercambio y análisis fue ver y reconocer nuestra situación: somos mujeres que hemos tenido condiciones de base que nos permitieron realizarnos en nuestra profesión y llevar a cabo nuestros proyectos de vida. Las dos sentimos, al igual que Simone de Beauvoir, la necesidad de dar voz a quienes no han tenido esa posibilidad.

—¿Con qué faceta de vos como mujer conectaste más?

—Fue un proceso de reafirmación de mi sentido de la libertad, la independencia, considerarme una igual frente a cualquier colega, compañero y persona del género masculino.

—Esta mujer y madre está viva pero partida por la muerte de su hija, ¿fue difícil ponerte en ese lugar?

—La mujer rota es la típica presa del sistema y del machismo. Una mujer que fue condenada a ser madre, esposa, pero sin saber si era lo que realmente quería. Muere su hija, ella se desequilibra y le sacan el hijo. Esa lucha que tiene contra el poder masculino que la segrega es otro viaje, otro personaje, y ella lo escribe bárbaro, así que facilita mucho. Narra tan bien las escenas que los estados se te van formulando y te los vas creando gracias al material que te brinda.

—¿Lloraste mucho durante el proceso creativo?

—No, fue un proceso de mucha alegría y vitalidad. Toca una fibra de emoción diferente al aspecto trágico. Fue la emoción desde el encuentro, compartir, pensarse a uno mismo. Simone de Beauvoir fue lo que quiso ser. Es una mujer con humor, con alegría, con gran vitalidad y energía que te llena y te mueve a la acción. Fue un proceso muy feliz y lleno de lindas emociones.

—¿Vos fuiste y sos la mujer que querés ser?

—Sí, me identifico en eso, en haber encontrado la vocación temprana. Y sobre todo en la capacidad de persistir, de formarse, de apasionarse, de asumir riesgos. El interés y compromiso con el arte que nos rige a María (Dodera) y a mí es muy fuerte y lo compartimos con Simone. Hicimos una trilogía: estamos las tres en el escenario y usamos sus palabras. Elegir las palabras de Simone es un poco elegirnos a nosotras mismas.

—¿Tuviste algún sueño especial o revelador durante el proceso?

—Tuve alguno pero no lo recuerdo. Fue un proceso obsesionante. Conviví con Simone de Beauvoir. Trabajamos en mi casa y la tenía adentro: me iba a dormir leyéndola y me despertaba a ensayar, pasar letra, ver aspectos técnicos y de vestuario. Una convivencia permanente y una obsesión sana y necesaria de parte de las dos.

—¿Sentís que Simone, como Yocasta, en un punto somos todas las mujeres?

—Ella nos contiene a todas por su mirada tan amplia, por su atracción por las personas, por su compromiso con el ser humano y por su visión existencialista. Su vida era el arte, el cine, el teatro, la escritura, la filosofía, la militancia política: tiene muchos focos desde dónde mirar. Ella se ocupó siempre de la mujer tal cual es, no de la que debería ser. Tenía un contacto permanente con sus lectores. Recibía cartas de las mujeres. La encontrabas en la calle, escribiendo en los bares. Eso genera una popularidad enorme. Le gustaba disfrutar de la vida, salir de noche, compartir con amigos, comprar discos de jazz y viajar muchísimo. Creo que nos engloba a todas y nos pone frente a nosotras mismas de una manera que está tan vigente hoy como hace más de cincuenta años.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Foto: Alejandro Persichetti

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