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Un mundo en transformación

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El sistema internacional -político, económico y comercial- está en una acelerada transformación como consecuencia de los cambios que han ocurrido desde la desaparición de la Unión Soviética en 1989 y el final del mundo bipolar existente durante la Guerra Fría.

El sistema internacional -político, económico y comercial- está en una acelerada transformación como consecuencia de los cambios que han ocurrido desde la desaparición de la Unión Soviética en 1989 y el final del mundo bipolar existente durante la Guerra Fría.

El orden global tradicional fue construido a partir del Tratado de Westfalia en 1648 (Estado/Nación) y del Congreso de Viena en 1815 (concierto europeo), sobre la protección y las prerrogativas de los Estados. Más tarde, después de la Segunda Guerra Mundial, la creación de las instituciones multilaterales (ONU, Banco Mundial y FMI), sirvió para garantizar la paz, la seguridad, y el orden económico y financiero mundial.

Las decisiones de los países desarrollados impusieron sus visiones geopolíticas y los conceptos de soberanía, equilibrio de poder, áreas de influencia, lógica territorial, Occidente, Guerra Fría, bipolaridad, unipolaridad, multipolaridad, superpotencia, liderazgo norteamericano, Estados canallas (rogue States), peligro amarillo, conflicto de civilizaciones, proteccionismo, entre otros.

La defensa del interés nacional -político, económico y social- está llevando a un nuevo análisis de esos conceptos, la superación de las obsesiones geopolíticas y al cuestionamiento de las acciones de los países desarrollados de manera de reflejar las necesidades y demandas que surgieron con la nueva realidad global. El discurso nacionalista y populista de Donald Trump en su asunción anunciando que “los intereses de los Estados Unidos estarán por encima de todo”, deja atrás una época en que los EE.UU. “defendieron otras naciones” y “subsidiaron sus ejércitos”, e indica la aceleración del fin del actual orden mundial creado por Washington.

Ese orden en formación está adaptando conceptos vigentes hasta ahora a las realidades de un mundo interconectado, a las nuevas amenazas y a los desafíos representados, en especial, por el aumento de la desigualdad, por el regionalismo, las drogas, la violencia, las guerras localizadas, la seguridad, los ataques cibernéticos, la no proliferación y el cambio climático. Y también por el terrorismo, por el nacionalismo xenófobo y por los temas de inmigración y de los refugiados.

¿Cómo se sitúa América del Sur en ese contexto?

La región está en la periferia de las transformaciones económicas y tecnológicas; está lejos de los principales centros dinámicos del comercio (Asia) y, hasta ahora, no está contaminada por la amenaza terrorista y por las grandes crisis sociales (Europa y Medio Oriente). En compensación está más cerca de los EE.UU., principal potencia militar, económica, financiera, comercial y política, ahora con enormes incertidumbres (Donald Trump) para los próximos años.

Llegó la hora de discutir cuál es el papel de América del Sur en el nuevo escenario internacional. Una de las respuestas al proceso de globalización ha sido el regionalismo: cómo integrar la región en los flujos dinámicos de la economía global y del comercio exterior (lo que significa discutir el grado de apertura de la economía y su competitividad).

Los países de la Alianza del Pacífico (México, Perú, Colombia y Chile) ya lo hicieron al negociar acuerdos comerciales con China, la Unión Europea y los EE.UU. en el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP). Con la salida de los Estados Unidos del TPP, surge una oportunidad para que el proceso de integración comercial de la región sea repensado en conjunto con el Mercosur.

Comparada con otras áreas, América del Sur está poco integrada. Los países sudamericanos están atrasados en la discusión para la creación y expansión de las cadenas productivas regionales. La aproximación entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico podría caminar en esa dirección. El inicio de las conversaciones entre los dos grupos para acelerar la desgravación y la discusión de reglas comunes, basadas en las que fueron aprobadas en el ámbito del TPP, podría completarse con un amplio programa de infraestructura (hidrovía Paraná-Paraguay, carreteras, integración energética). La creación de un área de libre comercio hasta 2019, siempre que se cumplan los acuerdos negociados en el ámbito de Aladi, apunta en esa dirección.

La revista The Economist, en una edición reciente aborda en uno de sus editoriales el tema de las grandes transformaciones que está viviendo el mundo, incentiva a Brasil para que asuma un papel más activo en América del Sur, con el objetivo de ampliar la integración regional.

Como Brasil es el mayor mercado regional, podría incentivar acuerdos para la formación de cadenas de valor agregado. Además, como miembro del Brics, podría traer a la región recursos financieros disponibles en el Nuevo Banco de Desarrollo del grupo para proyectos de infraestructura, uno de los aspectos más importantes para ampliar la cooperación económica entre los países sudamericanos.

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Rubens Barbosa

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