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El fin de la fiesta

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El escándalo de FIFA nos salvó la semana informativa porque de no haber aparecido los millones de dólares de coimas futboleras, nos hubiéramos quedado con un principio de semana bizarro.

El escándalo de FIFA nos salvó la semana informativa porque de no haber aparecido los millones de dólares de coimas futboleras, nos hubiéramos quedado con un principio de semana bizarro.

Un presidente que se cuida tanto en las salidas públicas como Vázquez nos desilusionó en su ranking de importancia política con lo que anunció el lunes. Rodeado del jefe de la casa militar, un general del Ejército, y el presidente de CUTCSA anunció una importantísima medida de gobierno: a partir de ahora para entrar a las instalaciones de Anchorena se deberá transitar 600 metros en un ómnibus de la empresa citada.

La verdad que hacer una conferencia de prensa presidencial para anunciar un servicio de bañaderas no parece muy trascendente. Seguramente concitaría mucho más la atención que el presidente de la República hubiera convocado a la prensa para anunciar que había convencido a su amigo personal, asesor y presidente de la empresa CUTCSA que a partir de ahora el servicio que brinda la empresa sería más barato, ágil, limpio, los pasajeros viajarían cómodos y no como enlatados y además el subsidio millonario que recibe del Estado se iría reduciendo por mejora de su eficiencia. Pero desgraciadamente no fue eso.

Importantes sí fueron las declaraciones del ministro de Economía el jueves anunciando lo que algunos analistas con pudor llaman “corrección fiscal”. La que se suma a la otra “corrección fiscal”, la de enero, con el aumento de las tarifas públicas. Astori declaró que se le pedirá a las empresas públicas que aumenten en un punto del PBI su aporte a rentas generales (600 millones de dólares) intentando disminuir el déficit fiscal en igual magnitud. Se sumarán otros ahorros en los gastos estatales, ya sea por limitación de horas extras y llenado de vacantes, publicidad y el no pago de estímulos por jubilaciones anticipadas.

La fiesta de las empresas públicas de estos años, que incluía proyectos faraónicos para mejor lucimiento de sus presidentes de turno como el ANTEL Arena o el edificio del Banco República, o la compra de un avión para ANCAP para una empresa deficitaria que cobra carísimo el combustible mientras se desploma el petróleo. O el tendido generalizado y sin retorno de la fibra óptica contra la opinión de los técnicos que sugerían progresividad, o la promoción alegre de festivales, músicos cercanos y espectáculos por doquier, llega a su fin. Quien pide ahora cautela y exige recortes sensatos es aquel que vio ante sus ojos este Carnaval político siendo nada menos que vicepresidente de la República y callaba, cuando no aplaudía. La preocupación lógica de hoy es culpa de haber desperdiciado años de bonanza despilfarrando dinero público que servía para hacer política partidaria a costa de endeudar a los uruguayos y camuflarlo en las tarifas, sin exigir la prudencia y buena gestión indispensable para soportar los momentos de caída del ciclo económico.

Cada vez que los uruguayos recibimos la factura del agua, la luz o el teléfono, o compramos combustible, debemos saber que allí estamos pagando no solo el servicio sino el desprecio y los vicios de algunos que a costa de empresas casi todas monopólicas incluyen en sus costos sus delirios propagandísticos. La austeridad pública no es solo para cuando la mano viene torcida, debería ser siempre y ocupar mucho más el tiempo del presidente que el servicio de bañaderas de Anchorena.

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Javier García

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