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La historia secreta de una cédula de identidad

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El documento de la CIA señala que según lo que se creía, Joseph Mengele había comprado no solo la identidad, sino también los bienes del uruguayo que supuestamente había fallecido hacía un cuarto de siglo.

“Al principio Mengele utilizaba su nueva identidad de vez en cuando, cuando quería tomar un descanso o unas vacaciones en Montevideo. Luego lo hizo con mayor frecuencia y comenzó a alojarse en la casa de la viuda del empresario. El hijo mayor sabía desde el principio que su padre había muerto. El más joven, recién supo la verdad cuando se convirtió en un adulto. Entonces, él rompió con sus padres y nunca ha hablado con ellos de nuevo. En 1972, cuando el Ejército tomó el poder en Uruguay, Mengele decidió utilizar la identidad de forma permanente. Él ha estado viviendo con la viuda desde entonces. También compró una pequeña fábrica de conservas que tenía la familia, sus casas, sus acciones, y así sucesivamente”.

El capítulo sobre el documento de identidad del supuesto impostor también contiene detalles insólitos:

“El director de la Oficina de Identificación Civil, un Sr. García, contó la siguiente historia: A finales de 1972, cuando el Ejército llegó al poder, se le dio una lista de personas que tuvo que sacar del registro general y ponerla bajo llave en su oficina. Casi todos los nombres en esa lista eran generales del Ejército o sus esposas o novias. El único civil era el empresario. Cuando preguntó al general (Gregorio) Alvarez, quien más tarde se convirtió en el presidente de la Junta Militar, por qué sacaba al empresario, le dijo que porque era Mengele”.

El agente de la CIA continuó: “El Sr. García dice que nadie consultó el archivo del empresario hasta que en enero de 1985 un extranjero, funcionario de una embajada, apareció en la Oficina Nacional de Identificación Civil y ofreció a uno de los empleados US$ 100 para verlo. El empleado intentó sacarlo, pero no encontró ningún archivo con ese nombre. Entonces, el extranjero subió a la oficina del director y le preguntó qué había pasado. Dijo que estaba dispuesto a pagar el dinero, pero el director respondió que tenía miedo de involucrarse con una embajada de otro país y no lo atendió”.

El documento detalla que pocas semanas más tarde “dos israelíes llegaron a la oficina y dijeron que estaban dispuestos a pagar US$ 50.000.00” por la misma información.

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