Tardíamente el mundo se dio cuenta del gran talento de Irène Némirovsky. La presa, ahora en castellano, es una muestra.

La cama. Él estaba ahí para eso. La empujó hacia allá con una especie de rabia. En su corazón ya no quedaba amor, sólo el deseo de someterla y utilizarla, como ella lo utilizaba para obtener placer. Ahora estaban tumbados uno al lado del otro, tan cerca, con los desnudos costados tan pegados y las piernas tan enredadas que ya no distinguían los límites, las fronteras de sus cuerpos. Tan juntos y tan alejados... Él, elucumbrando sobre su vida y sus sueños, ella, saboreando la deliciosa paz de la carne satisfecha.

Tenía que convertirse en su marido a toda cosa, hacerla renunciar a Bolchère a cualquier precio. Y para eso sólo había un medio. Se volvió hacia ella y la abrazó de nuevo.

—No, no, ten cuidado...

—¿Por qué?

—Tengo miedo, Jean-Luc...

—¿De quedarte embarazada? ¡Bah, qué importa!

—No quiero...

—No te casarás con Bolchère —dijo Jean-Luc, bajando la voz—. Te casarás conmigo, ¿me oyes? ¡Te casarás conmigo!

Es una trágica historia la que cuenta La presa (Salamanda, 224 páginas, $ 490), novela corta y ágil de ler de Irène Némirovsky, publicada ahora por primera vez en castellano. Jean-Luc Daguerne es un hombre ambicioso, dispuesto a todo para lograr a ser alguien, incluso mentir y traicionar, en un mundo precario y frustrante en medio de una grave crisis económica. Aún así, todo el mundo, incluso alguien como él, necesita al tan denostado amor en algún momento de su vida.

También trágica puede calificarse la vida de Némirovsky, nacida en la aún Rusia Zarista, en Kiev, en 1903. Su transcurrir de niña rica culminó con el triunfo de la Revolución de Octubre, que llevó a su familia a emigrar a París. Luego de graduarse en Letras en La Sorbona, comenzó una carrera literaria que la ubicó como una de las plumas más promisorios de la Francia de los años 30. Otro conflicto marcaría su destino: la Segunda Guerra Mundial. Negada la nacionalidad francesa y marcada por su origen judío, fue deportada al campo de concentración de Auschwitz, donde murió en 1942. La fama mundial la logró póstumamente, gracias a los manuscritos conservados por sus hijas. La presa, por caso, es de 1938.

Compilación de textos de Joseph Conrad, considerado uno de los mejores novelistas y autores de no ficción de todos los tiempos.

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