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Emigración entre canguros

| Llegó a Australia hace 30 años, escapando de un entorno conflictivo. Hoy es jefe en una radio oficial y prepara novela sobre la comunidad hispana en aquel país.

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GABRIELA VAZ

Ruben Fernández tuvo una adolescencia complicada. A finales de los 60, convivía con una "dictadura puertas adentro", en su propio hogar, liderada por una madre "un poquito esquizoide", razones que lo llevaron a escaparse una y otra vez de su casa, deambular por cuartos de amigos y pernoctar a la intemperie. Poco después, se instaló la otra dictadura, la más cruel. Motivo suficiente para poner toda la distancia posible entre él y un Uruguay que se había vuelto demasiado inhóspito. Corría el año 1978, y 25.000 kilómetros parecían apropiados.

Así, a los 24 años, Ruben, ex estudiante de Medicina y profesor de Biología en Secundaria, llegó a Australia, en donde fue desde limpiador, albañil y arpista, hasta locutor radial, periodista y escritor. Allí reside desde entonces, junto a otros 8.000 uruguayos, y tantos más latinos de las nacionalidades más diversas, hoy destacándose como jefe de la Unidad de Español de SBS, la radio oficial, en Sidney.

También en español escribió su primer libro, publicado en Australia en 1993, cuando un amigo lo alentó al notar que su coqueteo con la literatura podía ir en serio.

El segundo texto tardó en llegar, esta vez editado en su tierra natal. Fernández volvió este mes a Montevideo -tal como lo hace periódicamente- para presentar El contes- tador australiano y otros cuentos (Ed. del Sur, 2008), donde derrocha ficción de miedos y abandono.

Entre tanto, promete para fin de 2009 una novela que comenzó a escribir hace 13 años sobre la comunidad hispana en Australia, isla cosmopolita como pocas, dispensadora del bagaje necesario para hablar de inmigración con propiedad.

Inglés/español. "No sé si integración es una palabra que podría adoptar. Yo vivo en español, y hace 30 años que resido en un país de habla inglesa. Pero nunca pienso en inglés, aunque lo hable fluidamente. Tuve cuatro parejas, todas latinoamericanas, ninguna angloparlante. O sea que estoy en una nube, algo que mi trabajo me ha permitido", cuenta Fernández.

No es de extrañar. Australia es el hogar de 100.000 hispanohablantes, y cada día más australianos aprenden castellano. "Para ellos, los referentes y la imaginería hispana son muy interesantes, desde el Quijote hasta el gaucho. Lo latino está desprovisto de ese tinte negativo que puede tener en Estados Unidos. Si bien son racistas con cada nueva ola de inmigración -ahora le tocó a los musulmanes- hoy es cool ser griego, italiano o hispano. Muchos adoptan la cultura de su pareja. He visto muchas parejas mixtas donde el australiano aprende el idioma del otro, hasta termina tomando mate", relata el periodista. Y agrega que, como sucede usualmente, Australia ha sido transformada por la inmigración. Un ejemplo: pasó de ser un país que no tomaba café a convertirse en uno esencialmente cafetero. "Hasta encontrás mejores postres massini y chajá que acá", completa.

Fernández habla con la familiaridad obvia de una persona que ya transcurrió allí más de la mitad de su vida -"soy más canguro que uruguayo", se ríe- más la panorámica única que le brindan su profesión y su experiencia.

Antes de la radio, Ruben se desempeñó como arpista y era uno de los dos que había en todo Melbourne, ciudad en la que vivía entonces. Cuando tenía seis años, sus padres lo conminaron a que aprendiera a tocar un instrumento y el niño, en un acto de rebelión, optó por el arpa, esperando que fuera demasiado caro como para permitírselo. "Pero mi madre era más tesonera que yo. Aprendí arpa paraguaya, folclórica, y me sirvió. En Australia viví unos años como músico, hasta que en el 83 entré a la radio oficial como locutor, a los dos años quedé de jefe de la unidad en español, y en eso estoy", resume rápidamente.

En estas tres décadas, ha vuelto a Uruguay con periodicidad, aunque nunca pensando en volver definitivamente. Sus dos hijos son australianos. La mayor, de 29 años, vive en San Pablo, Brasil. El menor, de 11, habita en la isla, alternando entre la casa de su madre cubana y la de su padre uruguayo. Algo debe entender este hombre de destierros. Aunque él asegura que para nada sufre su exilio voluntario.

ANTINOSTALGIA. Hay muchos tipos de emigrantes, reconoce Fernández, y cada comunidad tiene características que las hace sobresalir de alguna manera. Por ejemplo, "está la gente de El Salvador o Guatemala, donde han sufrido conflictos muchos años. Cuando los países están en guerra, lo último que construyen son escuelas. Los uruguayos estamos bien ubicados en ese sentido, lo que nos permite integrarnos mejor. De los cuatro diarios de habla hispana que hay, dos están en manos de uruguayos. De las dos radios en español, una tiene uruguayos al frente. Hacemos ruido como si fuéramos muchos más de los que somos".

¿Cuál es el perfil del emigrante nacional? Otra vez, es difícil etiquetar. "Para algunos la experiencia de sus últimos años fue muy dura, entonces quieren olvidar. Muchos salvadoreños están gastados con el tema de su país y ni siquiera quieren hablar español. No he notado eso en uruguayos. Sí está la gente que vive a caballo de la nostalgia. Muchos vinieron ya cuarentones, con la responsabilidad de una familia, sin la oportunidad de aprender bien el inglés que tuvimos los más jóvenes, les resulta más difícil insertarse, hacer amigos, y viven mucho más apegados a Uruguay".

La tecnología, en ese caso, es un arma de doble filo. "Ahora podés ver en cable VTV, escuchar la radio por Internet, y con lo lindo que es tener acceso a eso, tampoco podés vivir enfocado así, porque estás viviendo una irrealidad, transitando por un país pero con la cabeza en otro. Inevitablemente, en una esquina te van a llevar por delante".

El autoengaño aumenta cuando una persona pasa mucho tiempo sin regresar, y queda anclada en el año que emigró. "Mucha gente queda congelada en el tiempo que se fue. Su Uruguay no refleja lo que es el Uruguay hoy en día, sino el que ellos añoran, el que dejaron, uno que no tiene ni las `burocrateces` ni los inconvenientes que tiene el Uruguay real. Ese es el problema cuando no venís: te desfasás. El país queda idealizado, como un novio de la niñez, que ves de nuevo después de 20 años y preferís no habértelo encontrado, porque era mejor el recuerdo".

Asimismo, Ruben cuenta que ha atestiguado intentos de volver fallidos, "de poner toda la casa en un contenedor, llegar a Uruguay, fracasar, y volver a intentarlo, hasta seis veces. Y no podés pasar en ese péndulo transoceánico toda la vida. Tiene repercusiones para tus hijos".

Por eso, dice, él no ha querido "venderle" el país a sus hijos. "Me gusta que vengan, que tengan un vínculo, no les digo nada y sé que les va a gustar. Siempre tengo terror de que mis hijos piensen que Uruguay es la nostalgia. Uruguay es un país real, con gente joven que se pone las pilas y que quiere mejorar".

De cuentos y novela

"Australianidad y uruguayez"

El contestador australiano y otros cuentos es un libro de ficción, que narra historias de abandono, soledad y exilio. Aunque, aclara el autor, no se trata de una recopilación de relatos sobre el destierro. "Quise evitar el cliché de escribir un libro de cuentos sobre emigrantes. Hay mucha anécdota al respecto, pero no me quise enfocar en eso, sino más en el tema del sentido de la pertenencia, qué significa estar lejos, cómo explorás tus vínculos cuando estás lejos, la relación amor-odio con tu familia, tu país, tus referentes", explica Ruben Fernández.

Algunos de los cuentos incluidos en el libro fueron escritos antes de que el autor dejara el país, en 1978. Todo es ficción, aunque con pinceladas de la realidad vivida por el escritor. "Cuando me iba de mi casa, dormía en la plaza Varela o en casas de amigos. Mi madre tenía contactos, entonces a veces la Policía me iba a buscar y me dejaba unos días detenido. Una vez hasta me dejaron en el Álvarez Cortés, hasta que el abogado de mi madre se calentó con ella y me sacó de ahí. Otra vez me llevaron a Buenos Aires porque no les gustaba la novia que tenía. Era un teleteatro, pero malo. Entonces, si quiero contar lo que es pasar una noche en la calle, saco de mi experiencia, aunque la historia no tenga nada que ver con lo que me pasó a mí", señala.

La pasión de Fernández por la literatura lo llevó, en 1996, a ganar una beca que se hacía cargo de todos sus gastos por un año para que pudiera escribir una novela. El periodista se mudó por ese período a Costa Rica -"el país más parecido a Uruguay por su constitución y sus características: muy civilizado, eternamente tres millones y convencidos de que son la Suiza de Centroamérica"-, donde comenzó un libro que espera ver la luz a fines de este año.

Allí sí, se centrará específicamente en el tema de la emigración, sobre todo de la comunidad hispana en Australia. "Y con la contracara: cómo nos sentimos nosotros como australianos, porque a esta altura somos las dos cosas. Ya no puedo ver las cosas solo a través de mi uruguayez, mi australianidad. Tengo ambos, y son indisolubles".

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