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Fascinación

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Juan Martín Posadas

Nuestro país ha mostrado, con inusual frecuencia, una curiosa fascinación por ciertos proyectos, generalmente obras de ingeniería enormes que, en el imaginario popular (y político) parecen significar algo así como la transposición de un umbral que nos dejaría definitivamente del lado de la prosperidad y el progreso. Durante unos años esa fascinación estuvo fincada en la construcción de un puente entre Colonia y Buenos Aires. El gran mercado de la ciudad de Buenos Aires, con sus X millones de habitantes, se abriría para la granja, la lechería y la colocación de toda suerte de productos. Las expectativas de bonanza, no sólo para Colonia del Sacramento sino para el país, duraron mucho tiempo.

Un puente es algo que se necesita para cruzar un río o un accidente geográfico similar, que de no existir, hace imposible o muy oneroso el transporte entre una margen y la otra. Sucede que el gran mercado de la ciudad de Buenos Aires está tan abierto para nuestros productos sin puente como con puente. Todo se puede transportar de un lado al otro sin mayores problemas por los medios que existen. Lo que no podemos vender allá no es por falta de puente sino por otras causas.

Lacalle y Menem en su momento firmaron un tratado, el Parlamento uruguayo lo ratificó, el Congreso argentino lo metió en un cajón, pasó un tiempo y el puente desapareció del radar.

Otro proyecto grandioso, del cual oigo hablar con la misma expectativa desde que era chico, es el puerto de aguas profundas en Rocha, en La Paloma. También este proyecto pasó a integrar el imaginario nacional como una piedra miliar que marcaría un antes y un después, obra fundamental para el progreso no solo de la región sino del país entero.

Así como parecía pertinente la inocente pregunta ¿para qué construir el puente? También cabe preguntarse para qué el puerto en Rocha. Esa pregunta recibe una respuesta inmediata (y suficiente): porque en Rocha la profundidad oceánica está a sólo 200 metros de la costa, te ahorrás canales, dragados, todo. Entonces me viene a la memoria un chiste viejo. Se encuentran una noche en la calle dos borrachos y uno le pregunta al otro: ¿qué andás haciendo por este lugar? El otro contesta: estoy buscando la llave de mi casa que se me cayó al sacarla del bolsillo frente a la puerta. Pero, dice el primero, tu casa está en otra cuadra. Sí, replica, pero acá hay mucho mejor luz.

Hacer un puerto en Rocha porque hay profundidad es como buscar la llave bajo el farol porque allí hay luz. En Rocha hay profundidad pero no hay más nada. Construir un puerto supone una necesidad de sacar y/o introducir mercaderías que se amontonarían irremisiblemente de no contar con ese medio de desahogo. En Rocha no hay nada que sacar, no hay población, no hay infraestructura, no hay producción en volúmenes interesantes, no hay nada (perdone Carlos Julio). ¿No será mejor y más económico multiplicar las obras portuarias en la bahía de Montevideo, duplicar el ancho y la profundidad de los canales de acceso, en una palabra, hacer más puerto donde se necesita puerto? ¿Ahondar a 36 pies el Canal Martín García para que Nueva Palmira sea efectivamente puerto de ultramar? ¿Dragar Almirón?

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