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Amenaza real

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Hernán Sorhuet Gelós

Al principio se intentó desacreditar las advertencias de los científicos sobre los impactos negativos que el calentamiento global iba a tener sobre el planeta, diciendo que eran apresuradas y sin fundamentos sólidos. Luego, se cuestionó la urgencia reclamada para tomar medidas. Ahora el calentamiento global es un hecho, y la discusión está enfocada en tratar de determinar plazos, escenarios, intensidades, frecuencias y costos.

Si bien es muy importante acordar acciones para mitigar las causas del problema (emisiones de gases invernadero) a escala mundial, lo es aún más, elaborar una efectiva estrategia de adaptación nacional y regional, que nos permita reaccionar con éxito ante las situaciones que se vienen.

Para poder anticiparnos a los hechos tenemos que conocer lo que sucederá. Recurrimos entonces a los modelos climáticos como herramientas capaces de simular las respuestas del sistema climático a diferentes situaciones. Nos permiten imaginarnos un escenario futuro, a partir de lo que ha sucedido y de las características de la región considerada. No se trata de un pronóstico sino de proyecciones basadas en variables como el régimen de precipitaciones, temperatura, vientos o ascenso del nivel del mar.

En nuestro país reconocidos investigadores como Gustavo Nagy, Mario Bidegain y Bernardo de los Santos, desde hace un tiempo estudian impactos, vulnerabilidades y posibilidades de adaptación en la zona costera a los cambios del clima, y elaboran escenarios climáticos, con el fin de saber qué está sucediendo y qué deberemos enfrentar, para responder interrogantes como quiénes se verán perjudicados, cuáles serán los costos de adaptación.

Desde el arranque los anuncios resultan preocupantes. Afirman que la máxima organización mundial en la materia, el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), se está quedando corta en sus cálculos; los hechos avanzan más rápido de lo esperado. No estamos hablando de lo que les sucederá a nuestros hijos, sino a nosotros.

Para el caso de la costa uruguaya resulta una sorpresa saber que la mayor amenaza contra su integridad no es la llegada de tormentas, vientos o el incremento del nivel del agua, sino las acciones humanas irresponsables.

Estas acciones colaterales son las que hoy provocan la acelerada pérdida de zonas de la costa uruguaya, como sucede en el balneario La Floresta. De hecho el ascenso del mar en Uruguay es menor que la media mundial. Se debe a la morfología de sus costas, al comportamiento de los vientos y a la conducta de los ríos Paraná y Uruguay, a través de sus descargas naturales.

Aunque a la hora de construir escenarios existe mucha incertidumbre, igualmente son la mejor herramienta disponible, por su nivel de credibilidad y la buena información utilizada.

Para las costas del Atlántico Sur se espera un incremento del nivel del mar, de la temperatura del aire, de la frecuencia de las tormentas severas y de las precipitaciones. Volviendo a nuestro territorio, se señala al delta del río Santa Lucía como una zona de mayor vulnerabilidad.

Queda demostrado que la producción de información pertinente y la generación de conocimiento se ha transformado en un eje clave para el presente y futuro del país.

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