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La crítica la destrozó, pero 60 años después aún es un éxito: por qué gusta tanto "Esperando la carroza"

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Imagen de la obra "Esperando la carroza": Foto: Difusión

OPINIONES

Está en cartel y ya agotó dos funciones en el Teatro Macció, una en el Teatro de Verano y 15 en la Sala Verdi. Un repaso a la vigencia del clásico de Jacobo Langsner.

"Para mí, Esperando la carroza tiene gustito a revancha”, escribió Jacobo Langsner en una columna publicada en 2008 en Página 12. Todo empezó, narraba, con una noticia publicada en la sección de Internacionales del diario La Razón. “Nápoles: dos hermanos se pelean por el honor de velar a su madre”. Al leerlo, algo se despertó en la mente del dramaturgo uruguayo nacido en Rumania. “La historia me pareció tan graciosa y tan horrible al mismo tiempo que, cultor como soy del grotesco, me atrajo de inmediato. ‘Qué hipócritas —pensé— seguro que nunca se habían ocupado de la madre y a último momento se desesperaron por salvar las apariencias’”.

En dos días ya tenía la obra terminada. Sin embargo, cuando le presentó el resultado a un amigo dramaturgo, su respuesta fue desalentadora: “Me aconsejó que la queme”. Pero eso no lo detuvo, y el 12 de octubre de 1962 —hace exactamente 60 años—, la Comedia Nacional la estrenó en la Sala Verdi.

Salieron críticas espantosas”, recordaba Langsner. “Les parecía ofensiva mi mirada sobre la clase media uruguaya, aunque yo pensaba en términos más amplios: uruguayos, argentinos, brasileños o italianos”.

Esperando la carroza se permite el humor más grueso y las palabrotas más innecesarias so pretexto de realizar una deprimente pintura de ambiente: la de una pequeña burguesía mezquina, gritona, guaranga, egoísta, chismosa y barata”, escribió el crítico de iniciales B. P. al día siguiente del estreno en El País. “El resultado es sobre todo deprimente;da lástima ver un talento tan excepcional como el de Langsner puesto al servicio de una materia dramática tan basta, tan innecesaria”.

La crítica de "Esperando la carroza" publicada en El País el 13 de octubre de 1962. Foto: Rodrigo Guerra.
La crítica de "Esperando la carroza" publicada en El País el 13 de octubre de 1962. Foto: Rodrigo Guerra.

La historia daría un giro en 1974, cuando Esperando la carroza llegó al Teatro Circular bajo la dirección de Jorge Curi. Se convirtió en un éxito que estuvo en cartel durante casi 10 años, y para cuando llegó a la calle Corrientes en 1984 recibió el impulso que le faltaba para convertirse en un clásico. Fue allí donde la descubrió el director argentino Alejandro Doria, quien luego la llevaría al cine con un elenco de superproducción: Antonio Gasalla, China Zorrilla, Luis Brandoni, Betiana Blum, Enrique Pinti y Juan Manuel y Andrea Tenuta.

Con la película, que hoy se puede ver en Netflix y que le aportó unas cuantas frases memorables y memes al lenguaje popular rioplatense, Langster —fallecido en 2020 a los 93 años— sintió más que nunca el “gustito a revancha”.

Ahora es el turno de una nueva reivindicación. Esperando la carroza, una de las obras protagonistas de la temporada 75° de la Comedia Nacional, llega hoy a la Sala Verdi, el escenario donde la obra fue vapuleada por el crítico de El País. Pero el panorama es muy diferente al de 1962: hace un mes que ya se agotaron sus 15 funciones.

A su vez, en setiembre llenó dos Teatro Macció, y el 2 de octubre reunió a 5.000 personas en el Teatro de Verano. Aquella presentación, que además fue transmitida por TV Ciudad, marcó el regreso de la Comedia al anfiteatro tras 40 años.

“Cuando abrieron la puerta con una hora y media de antelación, pensé: ‘¡Qué exagerados! Nosotros (en las salas) lo hacemos 30 minutos antes de la función’. Pero la gente entraba sin parar y el Teatro de Verano no se terminaba de llenar. La sensación frente a ese flujo constante de gente era: ¿esto cuándo se va a terminar?”, recuerda, entre risas, Gabriel Calderón, director de la Comedia Nacional.

Petru Valensky, que participa como actor invitado en el papel de Mamá Cora, tiene presente una escena de aquella noche. “El silencio que se hizo cuando mi personaje dice, casi al final, que una madre hace todo por los hijos, fue realmente emocionante”, describe. Es que la identificación es una de las claves de la vigencia del texto. “Cuando la ves”, dice Calderón, “pensás en ese domingo familiar comiendo ravioles en lo de nuestra abuela, donde vienen las tías y todos nos peleamos”.

Encarnando a Mamá Cora en la obra "Esperando la Carroza", junto al elenco de la Comedia Nacional. Foto: Lucía Martí (CFD)
"Esperando la Carroza". Foto: Lucía Martí (CFD)

Gabriela Iribarren, que es actriz invitada e interpreta a Elvira —el icónico personaje de China Zorrilla—, coincide con Calderón. “Esperando la carroza está en la raíz de la identidad rioplatense”, dice. “Recoge parte de la idiosincrasia de las familias de clase baja y media; y trata el ascenso social de países en los que somos, en gran medida, hijos de inmigrantes. Desde el ritmo a la manera de dialogar, recrea gran parte de lo que es un domingo de ravioles”.

“Van a pasar los años y la gente va a seguir siendo fanática”, agrega Valensky. “El texto nos llega porque es barrio y es familia. Uno se siente identificado con el decir, el hacer y hasta el chusmerío”. Y de esa forma caricaturesca de abordar el núcleo familiar salieron frases que ya forman parte de la lengua popular. “Yo hago puchero, ella hace puchero. Yo hago ravioles...”, “Ahí lo tenés al pelotudo”, “¡Qué criatura estúpida!” y “Qué miseria...” son algunos de los latiguillos ya clásicos.

Las mejores frases de "Esperando la carroza"

“Hay frases e insultos que parece que los hubiese capturado Jacobo para el texto, aunque en realidad los inventó él”, explica Calderón. “A través del éxito de Esperando la carroza se volvieron parte de nuestro cotidiano. Y esa es una de las voluntades más bellas de un artista: lograr que una de sus creaciones permee a la lengua y sean apropiadas por gente que ni siquiera sabe de dónde viene”.

Emilia Díaz, que está como invitada para interpretar a Nora, analiza el texto desde una mirada contemporánea. “Con la ola feminista mediante, deja al descubierto cómo los cuerpos de las mujeres cargan con todo el cuidado. Y cómo hay unas más privilegiadas que otras, que son aquellas que pueden elegir ‘no cuidar’”, explica. “Pone en clave grotesca lo que viven muchas familias y cómo tratan a las personas mayores. Deja expuesta la pregunta de qué hacemos con los viejos. Antes, la ancianidad se veneraba; hoy, aunque la población mundial tenga la posibilidad de vivir más años, los adultos no tenemos ni el tiempo ni el espacio para honrarles como se merecen”.

En ese sentido, la directora Jimena Márquez se enfrentó al desafío de adaptar el texto para que el público no se riera de lo que Calderón define como “los mismos chistes machistas, el desprecio a las minorías y la violencia y el insulto hacia las mujeres”. Sin embargo, también fue importante reflejar esa época. “El abanico expresivo de una obra es mucho más rico que: ‘hagámoslo o no’. Lo importante es cómo hacerlo sin fomentarlo, sino denunciándolo”, asegura. “Brecht decía que los arquetipos son los prejuicios de una sociedad, y que si uno trabaja con eso, está moviendo los prejuicios de una sociedad: fomentándolos o derribándolos. Y eso es lo que pasa con Esperando la carroza”.

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