Aláfia inaugura este domingo la temporada de la Zitarrosa.

La Sala Zitarrosa abre oficialmente una nueva temporada de actividades este fin de semana, con un show con entrada libre de una banda brasileña con características bastante particulares, que en poco tiempo logró posicionarse en el mercado regional como una alternativa a la que hay que atender.

Se trata de Aláfia, una big band que en esencia hace funk (y lo hace muy bien) pero que se mezcla con otras facetas de la música negra, como el rap y por momentos el soul. Hay también una influencia importante de la música popular brasileña, lo que termina generando una mistura que tiene un ritmo contagioso, mucho swing y esa gracia natural e innata de la música norteña.

Aláfia editó hace dos años Corpura, un disco en el que mejoran todo lo mostrado en el primero (es homónimo) y en el que siguen profundizando en la crítica social, un asunto al que enfocan casi todas sus letras. En este último trabajo se habla de la violencia, de la discriminación ("Soy fuerte, son negro, soy hijo de ghettos" manifiesta la letra de "Preto cismado"), del conflicto permanente, de la religión y las creencias, entre tantas otras líneas temáticas.

"Los últimos años de Uruguay han inspirado mucho a los brasileños progresistas", cuenta vía mail el líder de Aláfia, Eduardo Brechó, entusiasmado por esta primera visita que concretarán el fin de semana, en el marco de una gira sudamericana.

El show es el domingo a las 21.00 en la Zitarrosa, con entrada libre y el uruguayo Sebastián Jantos como invitado.

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—¿Qué es lo que define a Aláfia?

—Aláfia es una banda en proceso. Una agrupación que cree lo que nos enseña la Adinkra Funtunfunefu (un tipo de símbolo africano que se conoce como los cocodrilos siameses, y que representa la democracia y la unidad): la unidad en la diversidad. Estamos juntos porque hemos sido contagiados de ese espíritu común y como sugiere nuestro nombre (caminos abiertos), estamos para abrirnos y para ir abriendo caminos.

—Vienen a presentar Corpura, su segundo disco. ¿Qué les aportó ese trabajo?

—Este trabajo nació de nuestra consolidación como banda. Es un trabajo en el que procuramos retribuirle a nuestro camino lo que nos fue dado. El público formado, las ideas intercambiadas, las etapas pasadas, las noches, los abrazos. La recepción fue muy buena.

—En sus canciones abundan las reflexiones sociales y la crítica. ¿Existe ese discurso en la música de Brasil de hoy, o sintieron que había que llenar un espacio vacío?

—No hay espacio vacío en ese sentido. Siempre hubo música crítica y muchos artistas nos han influenciado. Somos una continuidad del hip hop de los noventa y luchamos por esos mismos motivos todavía, infelizmente.

—¿Encuentran en el funk un ritmo ideal para exteriorizar la rabia, el enojo?

—Sí. El funk es visceral y ancestral, comunica nuestras sensaciones independientemente del uso de la palabra. Es espíritu, y por eso es un enfoque musical y una manera de hacer. El funk nos salvará.

La Sala Zitarrosa retoma su agenda de actividades este domingo, pero desde ahora y hasta mediados de febrero ya tiene varias actividades programadas. Muchas tienen que ver con el cine: el martes 24 se exhibirán el corto Lila y la película Democracia em preto e branco, el 31 La duna y Ríos libres, el 7 de febrero Galus Galus y El cuarto de Leo, y el 14 la comedia dramática venezolana Azul no tan rosa, de Miguel Ferrari. Es, hasta ahora, el último título programado. En cuanto a lo musical, el sábado 11 de febrero se llevará a cabo el encuentro tanguero MonteviTango con artistas de diversas trayectorias, mientras que el 8 estará la presentación del disco En el camino aprendí de Miguel Duré.

BELÉN FOURMENT

MÚSICABELÉN FOURMENT