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Carmen Posadas, las historias de espías y los micrófonos en la embajada uruguaya en Moscú

La uruguaya habló con El País de "Licencia para espiar", el libro en el que repasa la vida de agentes secretas desde la Biblia hasta hoy e incluye una historia personal

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Carmen Posadas
Carmen Posadas
Foto: Leonardo Maine

A Carmen Posadas, una de los dos ganadores uruguayos del Premio Planeta (el otro fue Antonio Larreta), está contenta de estar en Uruguay. La visita se debe a una invitación académica, la presentación de su último libro (Licencia para espiar) y visitar a la familia. Licencia para espiar está a mitad de la ficción y la realidad, un terreno en el que Posadas se siente muy cómoda. Son las historias de mujeres espías desde los tiempos bíblicos hasta nuestros días, un trabajo que, como suele sucederle, le llevó mucho tiempo de investigaciones. Algunas historias están ficcionalizadas. Sobre eso, su vínculo con Uruguay, la escritora charló con El País.

-¿Tiene algún ritual cuando regresa a Uruguay?

-Esta es la primera vez que vengo más o menos en invierno porque suele venir en verano y al final siempre acabo en Punta del Este. Esta vez llegué invitada por la Universidad Católica para una charla con los estudiantes y me encantó porque voy a hacer una visita por el interior. Conozco muy poco el Uruguay, es una vergüenza.

-¿Qué recuerdos tiene de esos 12 años que vivió acá?

-Maravillosos. Vivíamos en el Prado, en una quinta en la calle Larrañaga (hoy Luis Alberto de Herrera). Era un sueño. La ventaja que tiene la gente que ha nacido en un lugar y se ha ido es que tiene la infancia muy viva. Si vives en el mismo sitio vas matando un recuerdo con otro. Pero si te has ido tienes la infancia cristalizada y así yo te puedo describir todos los olores, las sensaciones, todo lo que tenía cuando era una niña.

-Son una familia numerosa.

-Somos cuatro hermanos pero lo que pasa que los Posadas somos como una tribu y muy unidos a pesar de tener el Atlántico de por medio. Nos vemos mucho y con las redes sociales sabes lo que desayuna tu tío todas las mañanas.

-Cuando hablamos de La leyenda de la Peregrina, me contó lo mucho que investigó y para Licencia para espiar fue lo mismo. ¿Es la parte que más le gusta de su trabajo?

-Y la investigación es mucho más grande. La peregrina abarcaba 500 años de historia y esta son como 4.000. Quería hacer la historia del espionaje desde sus orígenes y la dificultad es que cada época la tienes que investigar. Tienes que saber qué pasaba históricamente, cómo se vestía la gente, qué comía y hasta cómo hablaba. Entonces, sí, fue laborioso pero me divirtió.

-¿Por cuál historia empezó?

-Le pedí a un amigo mío que es espía que me diera un libro muy riguroso sobre el mundo del espionaje y sobre eso he ido montado esa historia. Empieza en la Biblia, donde está la primera misión documentada del mundo occidental de espionaje y que fue un desastre. Es por eso que Yahveh -que en aquel tiempo tenía muy pocas pulgas- los condena a vagar otros 40 años por el desierto. Al cabo de ese tiempo, viene Josué y manda a dos espías y uno de ellos era una mujer que no es nada conocida pero que sin embargo para el Mossad es su emblema: es quien permite que el pueblo elegido entre en la tierra prometida.

-Y como en una película de espías de ahí se va por todo el mundo...

-Me voy a la India a ver cómo eran las comedoras de veneno y cómo las entrenaban. Y al asesinato de Julio César. Es un libro híbrido con partes que las cuento como ensayo y después escenifico una de las historias.

-Y hay una parte autobiográfica porque su padre fue embajador...

-Vivimos en Moscú en plena guerra fría y aquello era como vivir en una novela de espías, pero no de James Bond sino del agente F86. En la embajada todos eran espías y ni se molestaban en disimularlo. ¡Se veían los micrófonos!

-Una idea que contradice el libro es la de que las espías son todas Mata Hari.

-Hay mujeres muy humildes, reinas, actrices de Hollywood como Hedy Lamarr, Josephine Baker. No hay un perfil preciso.

-¿Pero qué se necesita para el puesto?

-Ser muy inteligente, muy osada porque te estás metiendo en unos líos y ser muy hábil. Y hay un entrenamiento muy duro de cuatro o cinco años mientras estás en observación e investigan a tu familia para asegurarse que seas lo más confiable posible y que no haya nada con lo que se te puede chantajear.

-¿Podría ser buena espía?

-Me temblarían las rodillas. Sí tengo mucho de espía en el sentido que todos los escritores lo somos: estamos observando y mirando la vida por el ojo de la cerradura.

-¿Qué hay de uruguayo en su literatura?

-Mucho. Eso que dice Rilke de que la patria es la infancia es pura verdad. Donde has vivido los primeros años de tu vida te marca para siempre. En casi todos mis libros, menciono a Uruguay. Lo que más se nota de uruguayo en mi forma de escribir es la oralidad: en España, por ejemplo no se escribe así.

-¿Y qué hay de uruguayo en usted?

-Todo. A España le debo mi familia, mi carrera, pero soy uruguaya. No me gustan los que reniegan de sus raíces.

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