Estreno

En marzo de 2020, la película del momento iba a ser Un lugar en silencio Parte II, la secuela de un éxito inesperado. Se cumplieron los compromisos con la prensa, se hizo una premier con alfombra roja en Los Angeles y solo quedaba volver a conquistar el planeta.

Y de repente todo se vino abajo. Y el mundo se volvió, por un rato largo, tan apocalíptico como ese en el que transcurre esta saga.

Finalmente la segunda parte se estrenó en mayo de este año en Estados Unidos, se convirtió en otro éxito de taquilla y alentó el regreso de las películas a los cines. A Uruguay llegó el jueves pasado y es de esas películas que se ven mejor como una experiencia colectiva.

Dirigida por John Krasinski(o sea el buenote Jim Holpert en The Office), la primera parte de 2018 dejó planteados el escenario y los personajes y recaudó 340 millones de dólares en todo el mundo. No estaba mal, además. Asustaba y era suficiente.

Era una película de ciencia ficción mayormente muda que giraba alrededor de Lee y Evelyn Abbott (Krasinski y Emily Blunt) que protegen a sus hijos (Millicent Simmonds y Noah Jupe) en un mundo dominado por criaturas extraterrestres que tienen un oído muy fino y respuesta letal a los ruidos. La vida debe ser silenciosa en un paisaje posapocalíptico que es el que corresponde cuando vienen monstruos así de feos desde el espacio exterior. Y que nos matan de enojados, nada más.

La secuela —que Krasinski escribió, además de dirigirla— empieza con una recreación de lo que pasó el primer día de esaa ocupación alienígena y cómo alteró la vida de esta familia y de todo en kilómetros a la redonda. Tras ese prólogo, Un lugar en el silencio II va directo a dónde habíamos quedado. Ya no está el papá y Evelyn con sus dos hijos grandes y el bebé recién nacido cuyo parto fue uno de los grandes momentos de la primera parte. Un día buscan refugio en una fortaleza montada por Emmett (Cillian Murphy, el Peaky Blinder), un vecino que se armó un bunker insonorizado en un predio industrial.

En determinado momento, la hija de los Abbott, Regan (interpretada por Simmonds, que es una actriz sorda y está muy bien) decide a rastrear el origen de una señal de radio que podría indicar que hay otros sobrevivientes humanos y callados en la vuelta. Es interesante que ella sea la verdadera heroína de la película.

Blunt, de hecho, tiene un papel casi secundario, quizás porque la idea de esta secuela es la necesidad de que los hijos se independicen. Incluso en un ambiente tan hostil.

“Si la original se centraba en la promesa que todos los padres hacen a sus hijos, de que siempre estarán allí y los protegerá, en algún momento, esa promesa debe romperse”, le dijo Krasinski a The New York Times. “Así que esta segunda película es sobre como sobrevivir por tu cuenta, una vez que se rompe esa promesa pero también sobre la esperanza que tiene una nueva generación y que la anterior ya no tiene”.

Krasinski es un director correcto que no suele alardear de grandes recursos. En cierto sentido es heredero de M. Night Shyamalan (el de El sexto sentido), en eso de resolver todo con la austeridad de quien sabe que tiene una buena idea y con eso a veces basta.

Acá se aplica ese método a rajatabla: no es tan original como la primera pero la idea sigue siendo tan buena que rinde para un rato más. Y hay sustos.