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Una "primicia" alarmante

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Noticia sobre el Cerro

Lo que pasó antes de Cerro-Peñarol es una señal más grave que lo del final.

Cerro Norte fuera de control", fue el título de la sección Ciudades en la edición de El País del sábado pasado al informar que en esa zona unas 60 personas obligaron a replegarse a un contingente policial armado que llegó al lugar ante un incidente registrado en la calle.

Una premonición de lo que ocurriría esa tarde en el estadio Tróccoli, lindero con dicho barrio, pero no durante y después del partido Cerro-Peñarol, sino antes; que, como lamentable indicador de la situación actual y peligrosa señal hacia el futuro, luego perdió entidad frente a la violencia que se desató en la tribuna Chile y afuera del escenario.

Esto último ya es común, e inevitable mientras haya ingenuos en la sociedad y en los centros de poder —político y judicial— que interpretan que la mayoría de los malvivientes que habitan en las "zonas rojas" son sólo "víctimas" marginadas por las economías neoliberales y los subvencionan con sangrías impositivas a los salarios de los que trabajan.

Los líos de adentro y afuera del estadio, pues, es algo que en el país actual no tiene remedio; pero lo de antes del partido, que debió comenzar 15 más tarde de la hora fijada, es más alarmante. Grave.

Primer absurdo: cuando los jugadores aún calentaban se advirtió por los altoparlantes que "por orden del Ministerio del Interior el partido no comenzará hasta que no saquen las banderas de los alambrados". Un mensaje estéril, dirigido a quienes no leen, miran ni escuchan nada.

Segundo absurdo: salieron los equipos a la cancha, se hizo el sorteo de vallas y, pese a que era notorio que la orden oficial no había sido acatada, los jugadores se ubicaron dispuestos a que el árbitro diera la señal para el inicio del trámite, mientras Ubríaco —lógicamente— esperaba y…esperaba; hasta que un futbolista local miró a un asistente de su cuadro y, juntando las yemas de los dedos con la palma de una de sus manos hacia arriba, preguntó: "¿Qué pasa?"

Tercer absurdo: el colaborador de Cerro tuvo que preguntar, porque en el ámbito de los protagonistas —salvo el árbitro— nadie parecía saber nada, lo que habla de una gran incomunicación, que se evitaría si la AUF pusiera un "comisario (dirigente responsable) del partido" —como hace la FIFA en los mundiales— para cada encuentro de la actividad de entrecasa.

Cuarto absurdo: se reiteró la advertencia por los altavoces, pasaron los minutos y, como la situación seguía estancada, con 1.000 hinchas de Cerro convertidos en pacíficos rehenes en la tribuna Argentina, porque ahí no había colgado ningún "trapo", la medida "in extremis" fue… ¡mandar a Pacheco y un particular para que fueran a persuadir a las dos hinchadas!

Quinto absurdo: obvio, las "misiones" fracasaron y, como se seguía dilatando el inicio del partido, a la vez que una intervención policial en esas circunstancias podía causar un estallido de violencia en tres tribunas, pues las barras airinegras en dos de ellas estaban involucradas, con 15 de inútil atraso Ubríaco —tras las consultas del caso— tocó pito y se zafó de la encrucijada.

El título de la sección Ciudades de El País había sido una premonición: "Cerro Norte fuera de control". El sábado, igual que el viernes, ganaron los "malos"; y los "buenos" —como los hinchas de Cerro de la tribuna Argentina y también muchos de Peñarol en la Brasil— "se replegaron". La pregunta sin respuesta es: en esa dirección, ¿a dónde vamos?

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