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El principio del fin

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El resultado electoral del domingo en Argentina, y su proyección hacia la segunda vuelta dentro de un mes, dan mucho material para el análisis. Sin dudas, para el propio país vecino pero también para la región en general y el Uruguay en particular.

Si se concreta el triunfo de Cambiemos y Mauricio Macri es el próximo presidente argentino, podemos estar ante el comienzo del fin del fenómeno que Martín Aguirre y Francisco Faig han llamado la ola progresista.

Si bien el resultado final fue una victoria de dos puntos y medio para Daniel Scioli y el Frente para la Victoria, ante Mauricio Macri y su partido Cambiemos, terminó siendo un triunfo pírrico ante las expectativas generadas por ellos mismos y por las encuestas. Antes del domingo la gran pregunta era si habría segunda vuelta o si Scioli ya sería presidente. Desde el domingo, el favorito es Macri y el kirchnerismo se derrumba bajo el fuego cruzado de sus dirigentes, echándose la culpa por lo que todos ven como una derrota. El llamado en las pintadas callejeras que se pueden ver por Buenos Aires, a cambiar el dolor por militancia, da cuenta de la magnitud del golpe.

En campañas breves, como las que deben afrontar ahora los contendientes en el ballotage, el estado anímico, el clima generado y la sensación de hacia dónde va la historia juegan un rol preponderante. Por eso varios analistas, generalmente conservadores en sus pronósticos, están dando a Macri como ganador y otros como claro favorito. Algunos han llegado a señalar que en poco tiempo el kirchnerismo será un mal recuerdo y tendrá el mismo fin que el menemismo, la unánime condena y nadie confesará haberlo votado.

Nuestro inefable expresidente José Mujica también se sumó a estos analistas que ven a Macri presidente (pese a su participación activa y vergonzosa en la campaña electoral argentina en favor de un oficialismo enemigo de los intereses uruguayos) y expresó que los peronistas le van a hacer la vida imposible. El análisis no es del todo desacertado pero omite quizá, la principal variable de poder que cambió el domingo pasado: el triunfo en la provincia de Buenos Aires y la mayoría de sus intendencias, incluyendo varias claves, en el cono urbano.

Es verdad que le hubiera sido muy complejo gobernar a Macri en el caso de que el peronismo hubiera conservado su núcleo duro de poder político y económico histórico, ejemplificado bochornosamente por los sempiternos "barones del cono urbano", pero eso cambió y es de una importancia capital. Macri no es ni será De la Rúa, tiene otra personalidad, un partido más coherente y alineado, el peso político propio es abrumador y le torció el pescuezo al peronismo en su fortaleza.

El triunfo de Cambiemos en la provincia de Buenos Aires (que representa el 40% del padrón electoral) se ejemplifica en la derrota de intendentes que llevaban décadas en su puesto y habían pasado del menemismo al kirchenerismo, sin pagar peaje. Ese es un cambio difícil de sobredimensionar. Y más importante aún, es la victoria a nivel provincial dónde el derrotado es el actual gobernador, el propio Daniel Scioli, y el candidato de la presidente, Aníbal Fernández.

La nueva gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, la principal figura de estas elecciones, le asegura la gobernabilidad a un futuro gobierno nacional de Cambiemos. Es además una estrella en ascenso y su mérito es incuestionable a la hora de explicar el resultado del domingo. Se ha convertido en una figura nacional de peso propio pero es al mismo tiempo, una macrista de la primera hora y ha salido a hacer campaña fuerte por el triunfo de su candidato en el ballotage. El clima hoy, y así lo muestran las primeras encuestas aparecidas en el día de ayer, es de volcada en favor de Macri, que habrá que ver si se concreta. Por cierto, que las encuestadoras argentinas han hecho ver los errores de las uruguayas del año pasado como menores, pero seguramente ahora recojan mejor el estado de opinión en una elección binaria y más sencilla.

De concretarse el triunfo de Macri, caerá uno de los gobiernos claves de la ola progresista en uno de sus principales países. El efecto dominó puede comenzar a partir del mes próximo y eso ha puesto nerviosos a varios de los legisladores uruguayos filokirchneristas, como puede apreciarse en las redes sociales. Para el Uruguay, si deja de lado la torpeza de mostrarse amigo del bando perdedor, puede ser la oportunidad para un nuevo relacionamiento más fructífero y estable.

La taba está en el aire y soplan vientos de cambio que vienen del ejemplo democrático del gran pueblo argentino.

Editorial

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