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Organizaciones sesgadas

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El tweet del 6 de setiembre decía: “la pandemia ha puesto al descubierto lo que todos sabíamos: milenios de patriarcado han dado como resultado un mundo dominado por hombres con una cultura dominada por hombres que daña a todos: mujeres, hombres, niñas y niños”. 

Se trataba de la cuenta oficial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

En esta última década ha avanzado mucho en el mundo una visión crítica de las organizaciones internacionales. Los argumentos más importantes son tres: que se trata de burocracias de personas que cobran buenos salarios, pero cuyos resultados concretos y reales son muy escasos; que generan una casta de funcionarios internacionales con grandes beneficios, pero que no logran mejorar temas claves de la gobernanza mundial; y que se han transformado en centros de influencia ideológica completamente sesgada, que interfieren con las soberanías de los países, sin haber sido votados por nadie y sin rendir cuentas exigentes acerca de sus tareas y de sus políticas flechadas.

En nuestro país y de manera muy reciente se pueden destacar dos ejemplos de esa intromisión sesgada de ciertos organismos internacionales que procuran incidir ilegítimamente en las políticas del gobierno, o que desde su perspectiva izquierdista intentan desacreditar el rumbo que toma el país.

En marzo pasado la coordinadora residente de ONU en Uruguay publicitó unas guías sobre perspectiva de género a ser utilizadas por operadores del sistema de justicia en nuestro país. Además de esa indebida interferencia, la española se mostró preocupada porque, según ella, las señales del gobierno no eran alentadoras con respecto a la participación femenina en la nueva administración.

Y remataba sus apreciaciones, como si ella fuera una especie de adelantada portaestandarte de la civilización, señalando que para defensa de su ideología podía incluso invocar legislación internacional.

Hace algunas semanas, tocó el turno a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que también depende de la ONU. El alineamiento de Cepal a la izquierda del continente es muy evidente: alcanza con prestar atención a las reverencias que su secretaria ejecutiva hace periódicamente a la dictadura cubana, para ver hasta qué punto está flechada en un sentido izquierdista y antidemocrático.

Desde ese lugar, la Cepal realizó un informe que procuró dejar mal parado al gobierno uruguayo, que ya no responde a la izquierda del continente, dando a entender que Uruguay había gastado relativamente poco para enfrentar la crisis de la pandemia. Se trató de una tontería mayúscula, no solo porque el cálculo de la Cepal estaba conceptualmente mal elaborado, sino porque nuestro gobierno ha sido de los mejores del mundo en enfrentar esa crisis: tanto desde lo sanitario, como lo social y lo económico.

El daño que causan así estas organizaciones es inmenso. Porque si hay algo que el nuevo orden mundial precisa, son instituciones internacionales eficientes y capaces de coordinar respuestas a gran escala a problemas que sobrepasan las posibilidades de los Estados.

Así lo reconoce todo el mundo que no viva dentro de un tupper izquierdista, y así lo reconoce sobre todo el pueblo uruguayo, que hace meses que califica a su gobierno de la mejor forma en comparación con todos los gobiernos de América.

Así las cosas, el sesgo de algunas organizaciones internacionales es gravísimo. Si un gobierno no toma las medidas que la izquierdista Cepal prefiere, o si no define el número de cargos que la residente de ONU quiere para las mujeres, entonces será ferozmente criticado por retrógrado e insensible. Y para tomar cabal consciencia del colmo del ridículo en el que está cayendo la ONU, el texto del tweet arriba citado es de lo más ilustrativo: se trata de una simplificación que exudar una ideologización tan ramplona como equivocada desde el punto de vista histórico y social.

El daño que causan así estas organizaciones es inmenso. Porque si hay algo que el nuevo orden mundial precisa, son instituciones internacionales eficientes y capaces de coordinar respuestas a gran escala a problemas que sobrepasan las posibilidades de los Estados: el ejemplo de la pandemia en este sentido es muy claro.

En vez de concentrarse en ese objetivo, se dedican a tirar línea de cómo hay que actuar y qué política hay que llevar adelante, pasando por arriba de las decisiones legítimas y democráticas de los países, y con un nivel de infantilismo ideologizado, que poco hace por la dignidad de los organismos que representan.

El avance civilizatorio del mundo pasa por defender la democracia y no ceder ante presiones ilegítimas e indebidas de organizaciones internacionales sesgadas. Importa tenerlo muy claro.

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