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Los médicos y la política

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En medio de esta pandemia que azota al planeta, los médicos han ganado un reconocimiento generalizado.

Se los considera, con razón, la vanguardia en la lucha contra el virus, y su sacrificio ha superado incluso las divisiones políticas que este flagelo ha avivado en países como España o Gran Bretaña, donde todo está en cuestión, salvo, el rol del personal de la salud. En Uruguay ocurre algo diferente.

Desde que comenzó la epidemia, hay sectores del “colectivo” médico, como gusta decirse ahora, cuyo rol parece estar marcado por intencionalidades políticas menores. Desde ya, y hay que aclararlo antes de que alguno busque manipular este comentario editorial para generar conclusiones contrarias a su espíritu, hablamos de una minoría. De un grupo pequeño de profesionales, que en nada empañan la labor principista de una mayoría de médicos que están poniendo el hombro para ayudar al país a salir de esta situación horrible.

Pero también están los otros. El primer ejemplo fue, sin dudas, la actitud tomada por algunos integrantes de la directiva del Sindicato Médico, que apenas estalló la crisis ocuparon un rol totalmente fuera de sus cometidos, buscando convertirse en una especie de poder paralelo en el manejo de la crisis, y manipulando a una opinión pública asustada, para presionar al gobierno a tomar las medidas que ellos reclamaban, por encima de lo que proponía el comité de expertos que apoyan al Presidente.

Tras una tensa reunión con el mandatario, estos miembros del gremio médico bajaron un poco los decibeles. Sobre todo a medida que las realidad le daba la razón al gobierno y no a ellos. Pero en los últimos días, particularmente el presidente del sindicato, Gustavo Grecco, ha vuelto a sus raids mediáticos. Vale señalar que el SMU es un gremio creado para defender los intereses corporativos de los médicos, no una institución con fines científicos ni nada que se le parezca. Y que desde hace años su directiva está en manos de gente afín al Frente Amplio.

A esta altura ya parece claro que hay un nicho dentro del sector médico y funcionarios de la salud, que están usando su rol y su relevancia en un momento tan delicado, para hacer política partidaria de la más chica.

Pero en las últimas horas hemos visto el detonar de una crisis que puede ser mucho más significativa. A raíz de la remoción de su cargo de la directora del Departamento de Laboratorio, ámbito que se encontraba bajo la lupa pública por las dificultades en llegar a cubrir la cantidad de tests de coronavirus que el gobierno se había comprometido, se desató una crisis muy peligrosa. Primero, el ministro definió la remoción de varios funcionarios de confianza que venían del gobierno anterior, y cuyo recambio se había visto interrumpido por la llegada de la pandemia. Como respuesta, más de 20 jerarcas de hospitales de todo el país, plantearon una “renuncia masiva”, tal como ellos lo bautizaron, supuestamente en rechazo a la forma en que se procesó la salida de los funcionarios de confianza.

Una nota al pie. Alguien, en ese oscuro mundo de las redes sociales, se tomó el trabajo de analizar las cuentas de la mayoría de estos renunciantes “en masa”. Y lo que sacó de allí y exhibió al público fueron muestras de un sectarismo político asombroso. Jerarcas que desde instituciones de gran relevancia local, financiadas con el dinero de todos los contribuyentes, acudían a las redes a hacer propaganda de la peor especie del Frente Amplio, difundiendo mentiras y agravios contra los partidos que fueron elegidos por el pueblo.

Todo esto muy a tono con las denuncias y problemas que presentó ASSE y la salud pública en general en los 15 años anteriores, donde el Partido Comunista tuvo a cargo casi en exclusividad esta área, en la que se multiplicaron las denuncias de corrupción, partidismo, y acomodo de todo tipo.

Desde filas de la oposición se ha dicho que “la culpa” de todo esto es del nuevo gobierno, por no haber previsto estos cambios apenas ganó las elecciones, y se ha dicho que estos funcionarios que siguieron en sus puestos, lo hacían casi que como una obra de patriotismo. Eso ilustra ya de por sí una “cabecita” poco democrática. El nuevo gobierno, a diferencia de los anteriores, no llegó con cabeza refundacional y la intención era analizar más allá de ideologías, quién servía y quién no para cada puesto. En medio de eso, estalló esta crisis que puso todo patas arriba.

Pero a esta altura ya parece claro que hay un nicho dentro del sector médico y funcionarios de la salud, que están usando su rol y su relevancia en un momento tan delicado, para hacer política partidaria de la más chica. Intentando desestabilizar de todas formas a una gestión nueva y que se enfrenta al mayor desafío de salud en el país en décadas. Y ponen de rehén de esta postura mezquina a todos los uruguayos.

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