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Evitar falsos consensos

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EDITORIAL

Y mucho más cuando los enormes fracasos en la gestión de empresas públicas o en la conducción de la educación se deben exclusivamente al gobierno de un solo partido, el Frente Amplio, y por casi quince años.

Los tiempos de definiciones electorales son claves en la vida democrática de los países. Allí el pueblo elige libremente y en voto secreto entre distintas opciones que presentan diferentes soluciones posibles para enfrentar los problemas nacionales. Es el momento en el que la gente arbitra, decide y opta por el rumbo a tomar por los siguientes cinco años.

En el caso de nuestras elecciones hay una particularidad a resaltar: las responsabilidades políticas de unos y otros están bien claras, porque así la gente lo decidió por tres elecciones consecutivas. En efecto, desde 2004 y hasta 2014, el pueblo eligió al candidato presidencial del Frente Amplio para el gobierno, pero además le otorgó mayoría absoluta en ambas Cámaras legislativas, de forma de poder llevar adelante su programa de acción sin necesidad de buscar grandes acuerdos con sus adversarios partidarios.

El resultado es que lo bueno y lo malo de estos casi quince años de gobierno son responsabilidad del Frente Amplio en el poder. Porque si bien es cierto que algunas leyes importantes de estos años fueron votadas por consensos más amplios que los del solo partido de gobierno, como la creación del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) por ejemplo, también es verdad que la ejecución concreta de las políticas públicas fueron siempre responsabilidad única del Frente Amplio, como es el caso por ejemplo de las políticas sociales específicas llevadas adelante por ese Mides.

Todo esto es bastante elemental para cualquier análisis político. Sin embargo, empieza a ocurrir en este año electoral un fenómeno bastante conocido y que importa denunciar por demagógico y equivocado: se trata de la voluntad de algunos actores políticos de borrar las diferencias, de disimular las distintas responsabilidades de unos y otros, y de generar una especie de talante de consensos y acuerdos que terminen primando en el momento político culminante de este año, es decir, en las elecciones nacionales de octubre- noviembre.

¿A quién favorece esta iniciativa de buscar ahora consensos y acuerdos entre oficialismo y partidos desafiantes al gobierno del Frente Amplio? A la izquierda, claro está. Porque cuando llega el tiempo político de señalar claramente las responsabilidades del gobierno en los notorios fracasos de sus gestiones, en vez de hacer hincapié en ellas de forma de que la gente vote sabiendo distinguir claramente entre oficialismo y partidos desafiantes, el discurso del consenso y el acuerdo borra esa importantísima diferenciación.

Los ejemplos abundan. La responsabilidad del desastre de Ancap es solo del Frente Amplio en el poder, y en particular de Martínez, Sendic y el equipo económico astorista; el desastre de los resultados de la educación pública, sobre todo entre las clases populares, es entera responsabilidad de los tres gobiernos frenteamplistas, y en particular de las autoridades que en todo este tiempo ocuparon lugares de protagonismo en la conducción de la educación, como por ejemplo la señora del precandidato Martínez; los horrores de la corrupción en el poder, al más alto nivel, involucran a autoridades del Frente Amplio; y los fracasos de la inserción internacional del Uruguay son consecuencia de una pésima conducción de política exterior de la cual es responsable toda la izquierda.

Que ahora algún precandidato presidencial frenteamplista afirme que los resultados de inseguridad son muy malos y que hay que acordar políticas con la oposición para mejorarlos, es simplemente una maniobra política que pretende que la opinión pública olvide que siempre y bajo toda circunstancia todo el Frente Amplio apoyó a Bonomi. Que ahora algún sector de la izquierda apele al consenso para apoyar la reforma educativa que propone Eduy21 no es más que una cortina de humo para evitar que se señale claramente la enorme responsabilidad de todo el Frente Amplio en el actual descalabro educativo.

No es que los consensos en temas de Estado no sean importantes. Es que el tiempo para procurarlos es después de las elecciones, es decir, luego de que la gente elija qué rumbo tomar sobre la base del señalamiento claro de las diferentes opciones que tiene sobre la mesa. Y mucho más cuando los enormes fracasos en la gestión de empresas públicas o en la conducción de la educación se deben exclusivamente al gobierno de un solo partido, el Frente Amplio, y por casi quince años.

No hay que temer a la confrontación. No hay que buscar falsos consensos. Es tiempo de señalar responsabilidades del oficialismo y de marcar un rumbo diferente. Y que la gente decida.

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