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Defensa en el largo plazo

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A principios de este mes, El País informó que dos aviones de la Brigada Aérea II, con base en el aeropuerto de Santa Bernardina, habían interceptado una avioneta argentina que había entrado sin autorización al espacio aéreo de nuestro país. La avioneta fue obligada a aterrizar. Luego de ser revisada se le permitió continuar con su viaje.

Ese incidente fue, en una escala pequeña, una instancia de ejercicio efectivo y concreto de soberanía sobre nuestro espacio aéreo. Ese acto significó, no solamente ejercer el derecho deber fundamental de controlar el territorio nacional, sino también cumplir con la obligación respecto de nuestros vecinos de evitar que en nuestro territorio se realicen actividades delictivas que puedan tener un impacto fuera de él.

Esta última es una consideración fundamental: las nuevas amenazas sin fronteras hacen que la defensa nacional de cada país deba integrarse en sistemas de seguridad colectiva.

Un ejemplo extremo,de ello, es la solicitud que realizó Francia a sus socios comunitarios, al amparo del artículo 42.7 del Tratado de la Unión Europea. Este estipula que si un Estado miembro es objeto de una agresión armada en su territorio, los demás Estados miembro le deberán ayuda y asistencia con todos los medios a su alcance, de conformidad con el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas.

Los ministros de defensa de la Unión acordaron por unanimidad poner en acción ese artículo sobre defensa colectiva europea ante el evidente acto de agresión del que ha sido objeto Paris.

Es difícil anticipar las amenazas que enfrentarán nuestro país y la región en el largo plazo. Pero, de lo que podemos estar seguros es que proclamar que el Uruguay es un país pacífico no será escudo suficiente para protegernos de ellas.

Las fuerzas armadas son, por una parte, instituciones con fuertes tradiciones e identidades que solamente se cristalizan y templan con el tiempo; y, por la otra, institutos especializados, que requieren equipos complejos y costosos, y que necesitan un personal altamente capacitado.

Es muy difícil construir una institución de esa naturaleza, pero es relativamente fácil destruirla. No existen las fuerzas armadas instantáneas. Lo que se necesita son fuerzas armadas altamente profesionales y ello requiere tiempo, inversión, capacitación y equipos.

Los gobiernos de los últimos años no parecen haber comprendido esas realidades básicas.

Llama la atención una afirmación del nuevo comandante en jefe de la Fuerza Aérea en su discurso al asumir el mando.

Destacó que, pese "a la precariedad del material volante", los pilotos tienen un total de 7.500 horas de vuelo y agregó que los efectivos del arma "han cumplido 40.000 horas/hombre como custodios de las cárceles".

Lo primero está bien, pero ¿lo segundo? La razón de ser de la Fuerza Aérea es vigilar el espacio aéreo no cuidar cárceles.

En el reciente acto de conmemoración del 198 aniversario de la creación de la Armada Nacional, el comandante de la fuerza destacó la importancia de contar con los equipos adecuados. "Somos conscientes" —dijo— "de la compleja situación en cuanto a la disponibilidad de recursos. En nuestro país debe haber instituciones y organismos con muchas necesidades, pero quiero destacar enfáticamente que la Armada sin lugar a duda es una de ellas". Advirtió que para que la fuerza pueda cumplir con su misión "en forma segura y eficiente se requieren medios adecuados porque nuestras viejas unidades están al límite".

Las responsabilidades de la Armada se extienden desde la desembocadura del río Cuareim en el río Uruguay, hasta el confín exterior de nuestra zona económica exclusiva.

La extensión de la plataforma continental (en muy buena medida producto del trabajo del SOHMA) aumentará esas responsabilidades. Tenemos obligaciones en cuanto a la salvaguarda de la vida humana en el mar (SOLAS) y como Estado rector del Puerto. La prospección petrolera marítima incrementará aún más esas responsabilidades.

Los recursos de los que dispone la fuerza no son suficientes. Los buques de la Armada tienen un promedio de 45 años de antigüedad y no fueron diseñados para cumplir eficazmente con su rol actual y futuro.

El mensaje no es nuevo.

Pero el descuido sistemático del deber de cuidar por la defensa nacional, de sucesivos gobiernos, lo hace cada vez más urgente.

Editorial

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