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Los aliados del comunismo

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Juan Pedro Arocena | Montevideo
@|En 1966 la izquierda marxista concurrió a las elecciones representada por el FIDEL (Frente Izquierda de Liberación, formado por el Partido Comunista y sus satélites más inmediatos), el Partido Socialista y la Unión popular de Enrique Erro. Sumaron 83.943 votos, lo que equivalía a un 6.82% del total. Cuando en 1971 se formó el Frente Amplio, esta izquierda logró alianzas importantes: el PDC, sectores escindidos del Partido Colorado (Zelmar Michelini, Hugo Batalla y Alba Roballo) y del Partido Nacional (Francisco Rodríguez Camusso). Personalidades independientes (Líber Seregni, Víctor Licandro, Julio Castro, entre muchos otros) adhirieron a la fundación de la coalición de izquierdas que sumó en las elecciones de ese año 304.275 votos, es decir el 17.62% del total. Otros grupos de izquierda, hasta entonces sin participación electoral (GAU, MRO etc.), se sumaron a la coalición. Los Tupamaros se alinearon con un “apoyo crítico” (no creían en la vía electoral para la toma del poder) e integraron el FA a través de su brazo legal: el “Movimiento 26 de Marzo”.

De esta forma, los dos grupos de la izquierda marxista que hoy acaparan el FA ponían en marcha desde los viejos manuales leninistas, la política de alianzas del partido de vanguardia.

Tanto tupamaros como comunistas tuvieron siempre claro que todos estos grupos eran meros “compañeros de ruta”, desde el momento que ninguno de ellos compartía la visión rectilínea de la historia hacia la construcción del socialismo primero y del comunismo después.

A principios del siglo XX, el antagonismo social “proletariado – burguesía”, propio del marxismo original, padecía transformaciones. Por un lado, Lenin advertía acerca del proceso de aristocratización de algunos sectores del proletariado en los países imperialistas y por otro, la explotación ejercida por el capital financiero y monopólico tomaba la dimensión de un antagonismo de tipo nacional.

Su resolución, siempre desde la perspectiva del análisis de clase, implicaba una revolución antioligárquica y antimperialista en las colonias y semi colonias y cobrarían protagonismo los frentes de liberación nacional de integración necesariamente policlasista. La revolución proletaria mundial reconocía así un prerrequisito: la liberación nacional de las regiones sometidas por el imperialismo.

Pero en ese proceso, sólo el partido de la clase obrera sería consciente de que la “liberación nacional” no era más que un objetivo previo al triunfo mundial de la revolución proletaria. Y es así como los partidos obreros deberían establecer alianzas (frentes) con sectores de los partidos burgueses y pequeño - burgueses interesados en la liberación nacional.

Al verdadero marxista, esta circunstancia no le hace perder de vista que, en última instancia, la contradicción burgués - proletario sería la que conduciría al socialismo y en las últimas etapas de ese proceso los aliados eventuales retomarían su carácter de enemigos de clase.

En 1989 se produjo la primera gran ruptura del FA con la escisión de Hugo Batalla y el PDC. Luego de posteriores desgajamientos y minimizados retornos, la izquierda no marxista obtuvo en 2019, 3 de las 13 bancas frenteamplistas en el Senado y 8 de las 42 en Diputados. Lo anterior contando el todavía relativamente importante peso importante de Asamblea Uruguay 2 en 13 y 5 en 42 respectivamente. Recientemente, la única candidatura (Mario Bergara) que representando a todos estos grupúsculos (“seregnismo”) competiría en las internas del FA, se retiró, con lo que el marxismo ortodoxo termina de colonizar el cuerpo frenteamplista, fagocitándose todos aquellos grupos que se prestaron para facilitarle el acceso al capital político más importante del país.

Tal es el penoso papel histórico de todos aquellos a quienes las editoriales de “El País” de los 60 y 70 denominaron con claridad predictiva “cretinos útiles”. Ellos posibilitaron que nuestra democracia plena, nuestra uruguaya tierra de promisión, quedara dividida en dos mitades, una de las cuales se solidariza con las más abyectas dictaduras y perversos regímenes sociales del continente.

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