Publicidad

Una carta al Infinito

Compartir esta noticia

Con el título “Libertad, justicia y compasión en el alma de nuestro pueblo”, la Conferencia Episcopal publicó una Carta Abierta que no debe pasar inadvertida. Aun cuando los obispos declaran el propósito de, en el año electoral, “contribuir… al discernimiento de los fieles y de nuestras comunidades cristianas”, sustenta valores comunes al hombre universal y al uruguayo pensante, cualquiera sea su credo o su filosofía. No apunta a formar prosélitos para la religión católica, ni pone el acento en los dogmas ni en la fe. Se dirige, sí, a la conciencia, a los sentimientos, a la razón, a la voluntad. Al alma, como anuncia el título.

Por encima de todas las discrepancias, esta Carta de los Obispos uruguayos contiene una mirada profundísima sobre aquel “nosotros mismos”, en que Artigas apoyó sus esperanzas.

Esa mirada introspectiva es -y debe ser- un punto de partida necesario para levantar al país. No niega la importancia de los diagnósticos técnicos, que aportan datos y estudios sin los cuales no hay progreso posible. Pero nos recuerda que ni los diagnósticos ni los datos ni los planes económicos bastan para que venzamos los dramas que nos emponzoñan la vida: la intolerancia, el desamor, la disolución de la familia, la ausencia de diálogo, la perversión narco y diez miasmas más forman grandes núcleos que tienen enfangado sentido de la vida. La inseguridad, la proliferación de la drogadicción y la multiplicación de las vidas de miseria apenas sobrellevadas en las calles, nos mantienen en estado de angustia que muchas veces no se expresa, pero siempre late y nos mortifica.

La Carta ni da fórmulas ni es un programa rígido. Cala más hondo: invoca principios e invita a reflexionar a partir de un discurrir orgánico. No es un ametrallar de tuits. Es un discurrir ordenado, una invitación a sentir que cada hoy es el primer día de lo que tenemos de vida terrenal y una incitación a recordar que en todo principio prima y debe primar el logos, la palabra hecha reflexión.

En medio del ruido creciente de las campañas electorales, el llamamiento de los obispos nos recuerda que para lograr una vida feliz y una República libre y justiciera… hace falta alzar la mirada hacia los ideales y la filosofía.

En medio de encuestas, segmentaciones, percentiles y guerra de clases, de géneros y de todos contra todos, es trascendental que haya gente convencida de verdades permanentes que se ocupe de abarcar a este tiempo y a este pueblo con mirada global, coherente y orientada a los valores de la filosofía perenne. Es reconfortante que, habiendo sido la Iglesia católica objeto y polo de polémicas encarnizadas, hoy, sean los obispos quienes nos llaman a recordar que el Uruguay es “un país construido en base a acuerdos y diálogos” y convoquen a elevar las miras.

Es esperanzador particularmente para quienes nos formamos en un liberalismo laico. Hoy, cuando el adjetivo “liberal” se lo apropiaron los cultores de una escuela económica, es imperioso recuperar el diálogo liberal espiritualista con las visiones aristotélico-tomistas y con todas las filosofías que cultiven la supremacía del espíritu.

Es imperioso para que vivamos la libertad no como espacio reducido a la resignación sino como fuente de creación apoyada en la certeza -común a todos los espiritualismos- de que toda criatura humana está llamada a sentir por dentro el Infinito a que pertenece.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premium

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad