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Sin anestesia y con la ley

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Sergio Abreu
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Terminado el Mundial, a los temas pendientes se agregaron la rendición de cuentas, la suba de las tarifas públicas y los combustibles, polémicas entre ministros, la reforma del Código del Proceso y su implementación, declaraciones, asaltos, noticias policiales, candidaturas, encuestas y el pensado "macaneo" del expresidente Mujica dirigido a distraer a la opinión pública. Un desordenado "combo" que posterga la discusión de las reformas de fondo pendientes.

En primer lugar, ¿cuántos nos dicen que la educación es un drama nacional y que no tiene arreglo? ¿Y por qué si lo afirma la presidenta del Instituto del Menor, el sindicato pide su renuncia? Decir la verdad no es una falta; es una forma de combatir el secretismo, sobre todo, cuando el que financia al Estado es el ciudadano con sus tributos. Lo que ha dicho es muy grave y no se trata de matar al mensajero.

¿Cuántos jóvenes conocemos que se fueron del país y a otros que están dispuestos a irse? Si los más capacitados se van ¿acaso no importa que el desempleo llegue al 8%, que el seguro de paro se extienda y que la oferta laboral esté condenada por el fracaso del sistema educativo? Parece haber coincidencia en que educación, seguridad y trabajo van de la mano y que sus dificultades son crecientes; sin embargo, la respuesta del Poder Ejecutivo es proponer el control de las actividades del voluntariado para combatir el empleo encubierto. Más perplejidad aporta la idea de llevar adelante el lenguaje inclusivo, la túnica verde de la escuela pública igualitaria, y los abanderados premiados por su "popularidad". ¿Es posible hacerle decir a la Constitución que los "talentos y las virtudes" de que habla, hoy significan otra cosa?

El dogmatismo ideológico es taimado; los sindicatos de la enseñanza poco a poco avanzaron y hoy la autonomía es autarquía y la representación es participación, su modelo es la escuela Uruguay en La Habana, Cuba donde niños de uniforme están sujetos a un adoctrinamiento diario por una militante del régimen que reza todos los días un padre nuestro marxista y que responde ante el gobierno por los resultados alcanzados.

En segundo lugar, desde que el Ministro de Relaciones Exteriores desautorizó públicamente al Presidente de la República y cambió la figura del tren como oportunidad por la de un tren arrollador e imperialista, oposición y oficialismo convivieron en el Poder Ejecutivo. El populismo brasileño dirigido por Lula, Dilma y Celso Amorim nos impuso al chavismo; el Mussolini caribeño y su sucesor Maduro a través del oleaginoso recurso fungieron como patéticos Papá Noel; beneficiados por el precio del barril nos regalaron millones de dólares, pozos petroleros, valijas en avionetas con más millones, en nombre de un corrupto Socialismo Siglo XXI brindándole a Cuba más apoyo financiero que la URSS durante más de 40 años. A partir de allí, el principio de no intervención se transformó en un ñoqui, los derechos humanos en una hemiplejia moral y el populismo en un camino hacia el autoritarismo y la pobreza. Ni el socialismo como doctrina merecía un intérprete tan degenerado.

Podemos coincidir en que el presidente Trump es lo peor que exhiben los EE.UU. en su relacionamiento externo, que el capitalismo debe distribuir mejor la riqueza, pero quedarnos callados ante la tortura, la muerte, la prisión y la corrupción en Venezuela y Nicaragua es un miserable acto de amoralidad ¡que nada tiene que ver con la izquierda, el centro o la derecha! Menos aún, cuando el Foro de San Pablo, al que concurre nuestro exvicepresidente Sendic, declaró que la Revolución Sandinista tiene el derecho a defenderse por las armas contra la conspiración yanqui. Y así nos sentimos humanamente cercanos a los firmantes de la declaración contra el terrorismo de Estado aplicado por el matrimonio Ortega; mujeres y hombres del Frente Amplio que saben que las ideas no pueden imponerse por la fuerza.

Una pregunta alcanza, ¿quiénes son los responsables de los cientos de miles de venezolanos que de la mano de niños (perdón, léase también niñas) pasan las fronteras con Colombia y Brasil? ¿El imperialismo yanqui? La respuesta no puede ser otra que el gobierno chavista de Maduro y los aparatos represivos que lo respaldan; sin descartar el negocio del narcotráfico.

El populismo solo sobrevive con dinero, y se acabó la fiesta. La inflación venezolana será este año de UN MILLÓN por ciento; la herencia de esos gobiernos de Argentina y Brasil no la ve el que no quiere. Por eso, los tiempos que vienen reclaman decisiones muy duras; las reformas de fondo están pendientes y los sindicatos tienen recursos y un poder que no querrán someter frente al interés nacional.

Es tiempo de encarar el tema. Una política de Estado no tendrá éxito si es condicionada por el dogmatismo ideológico. Si no se lo enfrenta con la Constitución y la ley en la mano, continuaremos siendo incapaces de relacionar causa y efecto y de aprender del pasado. Seremos vistos como un país apenas alfabeto y gobernados por trasnochados marxistas abrazados a la lucha de clases.

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