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La solución de este lado

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RODRIGO CABALLERO
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Santiago García no está haciendo goles en el Cielo.

No está recibiendo la bienvenida al Paraíso de parte de un viejito bonachón con túnica blanca y larga barba del mismo color, ni jugando a la pelota con Diego Armando Maradona, quien lo esperaba sobre una nube para abrazarlo y decirle ¡Campeón, qué bueno verte!

Tampoco encontró la paz que anhelaba.

En cambio, el máximo goleador histórico del equipo argentino Godoy Cruz, el potente centrodelantero que supo vestir la Celeste y que defendió con éxito la camiseta de Nacional, está muerto.

Con treinta años vividos y muchos más por vivir, aquejado por una profunda depresión y por diversos problemas que se hicieron públicos en las últimas jornadas, García optó por tomar la decisión más irreversible de todas y se descerrajó un tiro en la cabeza. Lo encontraron sin vida el pasado sábado por la mañana en su departamento del piso 11 de la calle Hipólito Yrigoyen, en la ciudad de Mendoza. Tenía una hija pequeña a la cual no veía desde hacía al menos un año, una de las grandes causas de su sufrimiento.

Miles de mensajes lamentando la partida del futbolista inundaron las redes y conmovieron a todos. Pero también hubo otros, emitidos seguramente con la mejor intención, pero que a juicio de este columnista erraron el bizcochazo y expusieron una visión peligrosa y absolutamente reprobable de la problemática del suicidio. Son los mensajes que se refutan en el primer párrafo de esta columna. No es bueno creer, y mucho menos promover, que del otro lado de un suicidio se halla la paz. Que luego del disparo mortal o el salto al vacío espera esa vi- da que uno siempre soñó, sin problemas y llena de felicidad.

Lo único comprobable y real es que en el instante posterior a la consumación del hecho en cuestión, se encuentra, para el que lo hizo, la absoluta nada. Y para los que quedaron, el dolor infinito. Esa es la única certeza que existe. La que se hace carne en cada autoeliminación.

Seguramente el que se quita la vida no esté pensando en que irá a un sitio mejor, sino apenas en salir de este. Acabar con el sufrimiento que no le permite pensar en más nada. Ni en un antes ni un después. Pero la interpretación equivocada que se vio en las redes puede considerarse un aliciente para dar el paso fatal.

Uruguay es el país de América del Sur con la tasa más alta de suicidios: 20,6 por cada 100 mil habitantes. Esa cifra significa que un promedio de dos personas al día se quitan la vida. Además, otros nueve lo intentan pero fracasan. Es la principal causa de muerte violenta en nuestro país, superando los asesinatos y los accidentes de tránsito.

Si bien los intentos de autoeliminación son más frecuentes entre las mujeres, son los hombres lo que completan el hecho con mayor asiduidad, ya que suelen emplear métodos más letales como las armas de fuego o el salto desde alturas. Las mujeres en cambio optan en su mayoría por los fármacos, cuya eficacia es más baja.

Lo más importante: el suicidio es prevenible.

Las ideas suicidas no necesariamente se convierten en la muerte.

Si es usted mismo quien considera terminar con su vida o si conoce a alguien que contemple dicha posibilidad, trate de identificar las señales de advertencia y la manera de recibir ayuda lo más rápido posible.

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