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¡Qué añito!

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Qué añito! No el que termina mañana, sino el que comienza pasado.

Lo del 2023 ya es sabido y lo que fue, fue. Hay, sin embargo dos detallecitos que no me gustaría que quedaran en el tintero y los dejo anotados para dedicarles algunas líneas amparadas por los desvaríos veraniegos. Uno, “la parada de carro” (Yamandu Orsi dixit) que el presidente Luis Lacalle Pou le hizo al intendente canario. Para muchos sonó a aquél “¿por qué no te callas?”, que el rey Juan Carlos de España le espetó a Hugo Chávez de Venezuela. Fue lo mejor que hizo durante su extenso reinado; y la cara de nabo de Chávez, impagable. Creo que el presidente no estuvo bien, y Orsi, en principio, estuvo bien. Ya me extenderé. Dos, el particular criterio de Carolina Cosse sobre la actividad política permitida al presidente en época electoral. Una salida claramente “producida”, de punta a punta, provocativa -no lo sabe hacer de otra manera-, y en ese tono maternalista, que por momentos da para pensar que nos toma a todos por bobos. Ya me extenderé, también.

Pero la estrella de este año 2024, electoral y bisiesto, será la reforma jubilatoria. Lo será en las internas de junio para el FA y lo será en las elecciones de octubre para todos.

El plebiscito impulsado por un determinado grupo de sindicatos, no todos, contra la ley jubilatoria, se trata del “gran golpe”, pero a la vez de una jugada muy arriesgada del Partido Comunista. Con esa reforma constitucional se propone nada menos que la expropiación de unos 22 mil millones de dólares, que pertenecen a unos 1.550 trabajadores. Y no es lo mas chico: se trata ademas de una confiscación del futuro de los jubilados de hoy y de los trabajadores de hoy que serán (serían) los jubilados de mañana. Y esta no es una exageración, lo saben todos y lo han advertido y dicho todos, entre ellos, Seregni, Astori, Vázquez y Mujica.

Para los partidos de la coalición de gobierno, esto es miel sobre hojuelas. Le soluciona la mitad de la campaña electoral, casi. Es fácil: “Nosotros entre todos hicimos esto, había que hacerlo, y ellos que no lo hicieron cuando debieron y pudieron, ahora lo quieren destruir”. Una cosa así de simple.

En la izquierda todo está claro (¿o no?): el plebiscito pone en riesgo el triunfo en octubre, pero en las internas puede ser un factor determinante para imponer al candidato. No hay que olvidar que la reforma es de una parte de los sindicatos y del PCU -(a no engañarnos)- y que este es el mayor grupo del FA. De ahí los remilgos de la intendenta capitalina -que sí, que no, pero que no tanto- para poner la firma. Ella depende del PCU.

También han andado con remilgos el MPP y su candidato Orsi. Están en contra, pero sin mucho ruido.

Estos “remilgos”, a su vez, han abierto una portera para quienes están en contra y sienten que tienen que decirlo. Y esta es la actitud de “los seregnistas”, que apoyan a Bergara. Para estos, es una reafirmación de seregnismo y astorismo, y por que no también de vazquizmo y mujiquismo. “No es un tema constitucional”, ha dicho Bergara. “Vamos a fijar nuestra posición en contra donde sea y en cuanta oportunidad se dé”, se ha dicho desde el grupo. Ni soñaban “los seregnistas” con este camino abierto. Les “ha nacido una nueva esperanza”, como se decía en una época. El tema importa mucho a todos, frentamplistas y no frenteamplistas, y a potenciales votantes de Orsi o de Cosse, por ahora.

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