Preste atención

Compartir esta noticia

El título de esta columna puede considerarse un lugar común cuando alguien habla y le pide que atienda lo que dice. Sin embargo, en el mundo actual, esas dos palabras resumen todo lo que hoy está en juego desde el punto de vista de la libertad individual y del capital humano que la llamada economía de la atención pretende captar.

Con solo consultar wikipedia nos enteramos que la economía de la atención es un enfoque para la gestión de la información que considera la atención humana como un bien escaso y aplica la teoría económica para resolver diversos problemas de gestión de la información. A medida que los contenidos se han vuelto cada vez más abundantes e inmediatamente disponibles, la atención se convierte en el factor decisivo en el consumo de información y a la vez en un capital disponible pero escaso si se tiene en cuenta la avalancha de estímulos disponibles para captar el interés de las personas. La capacidad mental del ser humano es limitada y, por lo tanto, la receptividad de la información también lo es. La atención se utiliza para filtrar la información más importante para el cerebro humano de ese gran conjunto que lo rodea en la era digital.

Muchas aplicaciones de software, explícita o implícitamente, tienen en cuenta la economía de la atención en el diseño de su interfaz para el usuario, y eso se basa en la constatación de que, por ejemplo, si al usuario le lleva demasiado tiempo localizar algo, lo encontrará a través de otra aplicación. Para ello se crean filtros que aseguran que el primer contenido que ve el espectador sea relevante, de interés y conforme al objetivo que plantea el mensaje. De ahí que una estrategia publicitaria basada en la atención humana puede encarar la medición del número de “globos oculares” que ven el contenido. Pero, la atención además implica tiempo, dedicación a eso que nos reclama y hace que desdeñemos otras posibilidades.

Traduciendo lo anterior al lenguaje común, la era digital y el entramado de estímulos digitales que abarrotan la realidad a través de pantallas han generado un nuevo tipo de capital circulante, de riqueza a conquistar y de disputa entre marcas y aplicaciones: la atención de todos nosotros. En buen romance, nuestra atención es hoy un bien codiciado y en disputa.

Felizmente, ya han surgido voces que analizan esta realidad y advierten sobre las consecuencias que esta puede tener en el largo plazo. Al respecto, recomiendo la lectura de Clics contra la humanidad (Ed. Gatopardo Ensayo), de James Williams, un norteamericano que trabajó diez años en Google y era considerado uno de sus estrategas más talentosos. Hasta que descubrió los trucos y amenazas de ese gigante para la gente y decidió abandonarlo. Ahora es alguien que conoce desde adentro el tipo de manipulación informativa, la gestión de algoritmos y todos los recursos invasivos de las plataformas digitales. En 2018 publicó el libro que cito y cuyo subtítulo es Libertad y resistencia en la era de la distracción tecnológica. Williams plantea que, en la era del exceso de información, la atención ha pasado a ser un bien escaso. Vivimos sometidos a los cantos de sirena de las nuevas tecnologías: notificaciones, anuncios, redes sociales y un sinfín de entretenimientos a la carta nos reclaman a todas horas. En un entorno digital hostil que explota nuestras vulnerabilidades psicológicas para tenernos enganchados, ¿cómo podemos recuperar el control sobre nuestra atención y perseguir nuestras verdaderas metas vitales? ¿Cómo podemos defender nuestra autonomía y nuestra capacidad de reflexión? El autor, que como dije fue estratega de Google antes de estudiar filosofía en Oxford, afirma en este ensayo que los sistemas inteligentes de persuasión que condicionan nuestro pensamiento y conducta constituyen una grave amenaza para la libertad y para la democracia. Lamentablemente el mundo tal y como funciona hoy se encamina a una encerrona tecnológica que a la larga produce y producirá zombies digitales.

Como complemento de lo anterior, este dato es concluyente: un estudio realizado por Hewlett-Packard, en relación a las facultades cognitivas de empleados calificados sometidos a la atención de plataformas y entornos digitales, arrojó como resultado que el déficit atencional que padecen es dos veces superior al de los que consumen habitualmente marihuana. A su vez, un estudio realizado en la Universidad de Texas demostró que el mero uso reiterado del smartphone genera efectos nocivos para la memoria del trabajo y la inteligencia fluida. Se sabe que el usuario medio consulta su teléfono móvil unas 150 veces por día y lo toca unas 2500 veces en una jornada. Y ya hay estudios que señalan una correlación clara entre el uso extendido de las redes sociales y el aumento de la ansiedad social, la depresión y el desánimo generalizado.

Hace pocos días se subió a Instagram una imagen notable. Una fotografía que muestra el imponente cuadro de Rembrandt La ronda nocturna, en el Rijksmuseum de Ámsterdam. Ante el cuadro se ve un grupo de adolescentes, sentados en un banco que está frente a la pintura. Ninguno la contempla: todos están absortos mirando las pantallas de sus celulares. La imagen en sí muestra solo un instante de esa escena. Tal vez antes o después los jóvenes se postraron ante la obra, quién sabe. Pero lo que simboliza esa fotografía es diáfano y a la vez inquietante. Parece decir que la atención humana ha sufrido una mutación irreversible. Lo instantáneo, banal, efímero y momentáneo triunfa ante una muestra de talento artístico y el arte queda relegado a ser solo un telón de fondo, algo irrelevante que cuelga de una pared. Y así sucede con todo lo que nuestra atención puede captar.

Lo más inquietante de esta realidad que incluye a la Inteligencia Artificial, como panacea para unos y amenaza para otros, es que la por ahora incontenible economía de la atención es una amenaza real, no solo para la libertad de las personas sino para la de sus mentes. Los perjuicios que ya ocasiona la exposición prologada a smartphones, tabletas y computadoras pueden generar, a la larga, una humanidad agobiada por estímulos que solo aseguran aislamiento, déficit atencional y pérdida de coeficiente intelectual.

El libro de Williams no solo indaga en esas amenazas, sino que propone también maneras de enfrentarlas, empezando por reconocer el problema. Lo primero que sugiere es considerar el diseño de las tecnologías digitales como el primer campo de batalla de la lucha para recuperar la libertad y la autodeterminación. Liberar la atención humana -dice Williams- tal vez sea la lucha ética y política más importante de nuestro tiempo.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premium

Te puede interesar